Hoy tengo el gusto, el honor y la buena suerte de presentar un libro de Norberto Ferreyra.
He escuchado desde muchos años decir a algunos colegas que por ejemplo habían conocido a Lacan, que lo habían visitado, que lo vieron en Caracas.
A otros los he escuchado decir que estudiaron con Oscar Masotta, que se formaron con él, que fundaron con Masotta.
Al escucharlos se me producía, por supuesto, una clara diferencia generacional y a su vez escuchar la suerte de un buen encuentro.
Yo hoy puedo decir, que tengo la suerte, de la buena, de en tiempo presente, poder decir que Norberto Ferreyra es un Maestro, un referente en mi formación, que el encuentro con él es un buen encuentro, en que me dio un lugar por hablar y que lo aprovecho lo mejor que puedo cada vez, por eso, gracias.
En la invitación hay un pedido de tratar de opinar sobre el libro y no solo decir lo que el libro dice, es difícil, pero algo pensé.
Voy a decir tres cosas que en mi opinión hacen a este libro:
La primera es que es un libro que ordena, no que da ordenes, sino, que ordena.
La segunda que es un libro acerca del cuerpo.
Y la tercera que responde y fundamenta la cuestión acerca del padre cómo término de la interpretación y el goce. Es decir, el padre es un término de la interpretación, la pregunta sería si hay otro término posible y en mi opinión responde claramente.
Digo que es un libro que ordena porque se hace preguntas claras y tiene una lógica rigurosa.
Por ejemplo dice: En el psicoanálisis la pregunta no es ¿quién eres tú? Sino ¿qué quieres?
Es muy importante porque aleja cualquier importancia que se le quiera dar a las teorías del conocimiento, y que no se trata de conocer lo que el otro es sino, en todo caso, que el otro pueda decir lo que quiere. Es muy distinto a que diga lo que es…y yo agregaría, o lo que tiene. Es decir, que crea que es por lo que tiene, Maestro, referente o profesor, eso es otra cosa.
¿Hay un aspecto superyoico en la transmisión del psicoanálisis?
Es para destacar que el tú, del qué quieres tú, solamente existe si pasa por los labios de alguien dice Lacan.
En castellano la palabra sentido tiene que ver también con el cuerpo; no está fuera de los sentidos que el cuerpo transporta.
Acá nos acercamos al segundo punto, cuando digo que es un libro acerca del cuerpo.
El sitio de lo simbólico, siguiendo a Porge, dice, es donde se puede elaborar la pulsión y el cuerpo del otro es usado para elaborarla, no es usado como contrincante.
Inevitablemente la voz es un objeto libidinal, y eso no se puede eludir. En un análisis, cuando uno habla está en relación con un significante que sólo va a hacerse soporte de una transmisión libidinal por la articulación a la voz.
Un punto importante es que la única modificación posible en los análisis es si hay algo que influya en el recorrido pulsional o en el modo pulsional con que uno hace las cosas. Desde ya que está sometido al significante pero, como dije varias veces, dice Ferreyra, el significante no es efectivo si no tiene relación a algo pulsional, y eso es el objeto.
En psicoanálisis el objeto privilegiado es la voz.
Los enunciados que nos introducimos desde que nacemos son siempre a través de la voz. Después vamos a la escuela, uno se domestica, y ello nos es útil porque tiene que ver con las cargas libidinales; al pasar de lo oral a lo escrito se pierde, en el sentido que se pierde porque uno no está obstaculizado por el goce que transmite la voz. No existe un goce de escribir, como una cuestión pulsional; sí existe un goce de hablar y está en relación con el cuerpo y se implementa cuando uno habla.
Por ejemplo: “Mirá lo que me dijo”, y eso que dijo lo dijo en un tono u otro, y por supuesto eso mismo cambia todo. ¿Por qué si lo dijo en un tono u otro cambia todo? No tiene explicación en las leyes del lenguaje. Eso es otra cosa, es entre lo oral y lo escrito. En ese sentido es que hablamos con el cuerpo, como dijo Lacan. Y no dijo “escribimos con el cuerpo”. El cuerpo no habla, hablamos con él.
El cuerpo se hace con el efecto de la enunciación, de los enunciados efectivamente oídos por alguien, es decir, escuchados.
Guy Le Gaufey dice que para que alguien pueda constituirse como sujeto tiene que suponer que el Otro también es un sujeto…entre el sujeto que se supone que es el Otro y que le da cierta existencia hay un vacío. ¿Y qué hay en ese vacío? No hay nada, es un vacío productivo si alguien lo ocupa sin llenarlo. Ahí tiene que ver la transmisión de la castración y la función del deseo del analista, que es estar en la brecha que es la diferencia entre uno y otro.
El objeto a marca la diferencia entre uno y otro, que hablan. El a está con relación al decir, la pulsión está con relación al decir. Es con el otro que se elabora la pulsión, no es con el Otro. El otro tiene que ver con la sustitución del Otro. La sustitución del Otro es importante porque ubica al cuerpo en el análisis de un modo que nadie lo había puesto hasta ahora, excepto Lacan, sin hacer de eso una cuestión de relación de objeto, ni una cuestión por fuera. En ese sentido es coherente con la interpretación de la pulsión, es el eco en el cuerpo de que hay un decir, dice Lacan.
Es porque hay un acto que algo conmueve al cuerpo, por la pulsión.
Cuando el analista se ubica en esa posición, si “se la cree”, imposta un lugar que no es. El objeto a “tapa” no lo que no hay, “tapa” que no hay.
No se puede hacer religión del objeto a, ni del inconsciente, ni del padre. Una cosa es hacer religión y otra cosa es creer en eso; es un leve matiz que al practicarlo puede suceder; es decir, si uno no cree en lo que hace, no puede hacerlo o lo hace bajo la cuestión de algo “impostado”. Con “impostado” no me refiero a que sea malo o bueno, sino que es una posición falsa, que hace existir algo que no existe
En el análisis, este cuerpo que se hace es el cuerpo del analizante a través de lo que ofrece el cuerpo del analista.
Hablar por el otro es robarle el cuerpo, de una manera simple y esquemática es robarle el cuerpo porque es con el cuerpo con el cual hablamos.
Hay algo que no se puede representar de ningún modo.
El “no hay” es lo que crea la posibilidad de que algo haya.
Y hoy tenemos un nuevo libro de Norberto Ferreyra.
Palabras pronunciadas por Diego Fernández el día 24 de abril de 2021 en la presentación del libro Transmitir la transmisión, de Norberto Ferreyra.
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