La Comisión de Garantía que tuve oportunidad de integrar propuso una serie de reuniones bajo el título “La escuela y la lógica de lo colectivo”, convocadas a partir de temas que consideramos de interés poner a discusión entre los miembros de la Escuela. En la última de esas reuniones, nos abocamos a la cuestión de la garantía.
El término garantía resulta disonante al discurso que practicamos, al punto que puede resultar extraño que una escuela de psicoanálisis con orientación lacaniana cuente en sus estatutos y en su funcionamiento con una instancia cuyo nombre incluya la cuestión de la garantía.
No estaríamos errados si decimos que el psicoanálisis más bien cuestiona toda idea de garantía. El 8 de abril de 1959, en El deseo y su interpretación, Lacan es contundente: “Ese es, si me permiten, el gran secreto del psicoanálisis: no hay Otro del Otro (…) La cuestión es que no tengo ni la menor garantía de que el Otro, por lo que hay en su sistema, pueda devolverme lo que le he dado, su ser y su esencia de verdad”.
Sin embargo, el término garantía está presente tanto en el texto de la Proposición del 9 de octubre de 1967 como en los Estatutos de nuestra Escuela. ¿Hablar de garantía en psicoanálisis? ¿De qué garantía puede tratarse?
La garantía es un concepto de cuna jurídica y relativo a la idea de aval, de reaseguro y de fianza. En ese sentido, la garantía es pensada como Otro y, por tanto, su fundamento sólo puede ser el Otro del Otro, un lugar exterior y trascendente que puede ser ocupado por Dios o cualquier representante terrenal.
Muy temprano en su enseñanza, Lacan se refiere al Otro como lugar de la palabra y garante de la ley y ubica “la hora de la verdad” para el sujeto en la barradura del Otro, que es condición de existencia.
El Otro no existe. Sólo puede consistir ilusoriamente completo y unificado en el fantasma, de tal manera que, identificado al objeto en el fantasma se sostiene la creencia en algún otro origen de la enunciación distinto al “yo digo” mismo.
El orden de garantía al que se arriba por la experiencia del análisis no remite a un fundamento o reaseguro que la trascienda, un orden externo que la acredite, sino que sólo se sustenta de ese “yo digo” en un orden de temporalidad que no se sitúa en referencia a nada más que el acto mismo de la palabra, que tiene por presente el momento en que hablo, y nada más.
¿Cuál podría ser el orden de garantía en una escuela de psicoanálisis, cuando lo que se trata de garantizar es que un analista se autoriza por su formación y se recluta por creer en el inconsciente?
Una cita del Seminario La angustia, el 5 de junio de 1963, nos permite avanzar en el sentido de la garantía como término del psicoanálisis: “Si la voz, en el sentido en que nosotros la entendemos, tiene importancia, es porque no resuena en ningún vacío espacial (…) resuena en un vacío que es el vacío del Otro en cuanto tal (…)”. Lacan se refiere luego a la incorporación de la voz como alteridad de lo que se dice. “Por eso y por ninguna otra cosa separada de nosotros, nuestra voz se nos manifiesta con un sonido ajeno. Corresponde a la estructura del Otro constituir cierto vacío, el vacío de su falta de garantía”.
Norberto Ferreyra, en Transmitir la transmisión, sostiene que el paso por un análisis, -–el único real en que se sostiene una escuela– permite que cada uno se “apropie” de su enunciación, que no busque el origen ni el porqué de la misma en ningún más allá.
No existe un origen de la enunciación, no hay garantías. Ese es un real a elaborar, y esa elaboración no es sin otros: si una sociedad de psicoanálisis se basa en la certeza de que es analista aquel que ha cumplido con un análisis didáctico, una Escuela se define como una comunidad de experiencia que deja en suspenso las garantías para producir la distinción de los grados.
Garantía es para el psicoanálisis, en este sentido, un nombre de la falta en el Otro. La única garantía posible en una Escuela es aquella que vela porque no se llene el vacío que hace a su falta de garantía, la que se orienta en que la falta no falte. Porque donde esa falta falta, todo está garantizado.
Una Escuela de psicoanálisis ofrece un nuevo modo de acceso del analista a una garantía colectiva que encuentra su raíz en la experiencia del inconsciente y, por tanto, no se trata de garantía en el sentido de una certeza tanto como en relación con la verdad mediodicha.
Si el Estatuto de la Escuela define a la Comisión de Garantía por sus funciones y, entre ellas, garantizar el mejor funcionamiento del dispositivo propuesto para el Pase y la designación de los AME, es porque no tiene más garantía que la que retorna cada vez de la experiencia.
La Escuela encuentra los medios para garantizar la formación de los analistas por vías que apuntan a que prevalezca la estructura analítica de la experiencia: el dispositivo del Pase (nominación de AE) y la acreditación de analistas que han dado sus pruebas (AME).
Si las sociedades prefieren creer en las garantías en tanto certeza institucional o jurídica, al contrario, en el Pase, el analista se recluta por creer en el inconsciente.
La única garantía que existe en una escuela de psicoanálisis es la barra que cae sobre el Otro rebatiendo toda posibilidad de metalenguaje, de universo de discurso. No hay Otro del Otro, no hay nada más que la creencia en el inconsciente para reclutarse. Es de esa creencia relativa a la función atea del semblant puesta en juego en la precariedad del Pase, donde una escuela de psicoanálisis encuentra sus garantías.
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