Entre “autorización” y “se autoriza de él mismo” (lui meme) se establece un campo vectorizado por el deseo del analista. Las jerarquías, dentro de ese campo, cobran el valor de lo que resiste, de ahí su lectura.
Cuando Lacan escribe la Proposición, dice que “la Escuela puede garantizar la relación del analista con la formación que ella dispensa”. Y allí, en esta relación entre la Escuela y la formación que dispensa, ubica un defecto. Algo que falta, una inventiva, y me parece acertado ese término porque el invento tiene lugar si hay ruptura de cierta lógica del sentido, pensando el sentido no sólo en términos de lo que significa, sino de lo que orienta.
Entonces, una inventiva que falta en las sociedades “cuyo oficio es formar analistas”. Y encuentra que esas sociedades se sostienen formando analistas que no perturben el régimen de esas sociedades. ¡Hasta resulta circular el modo de enunciarlo!
Lo interesante es que Lacan ubica en ese defecto un real, “que provoca su propio desconocimiento y aún produce su negación sistemática”. Y más adelante agrega que ese real en juego produce atascamiento, detención. Y dice, taxativamente, “Hay solidaridad entre el atascamiento, la avería, y hasta las desviaciones que muestra el psicoanálisis, y la jerarquía que en él reina”.
Voy a dar un salto de 1967 a 1973. “Yo deseé otro modo de reclutamiento: el pase para aislar lo específico del discurso analítico». (Proposición del 9 de octubre de 1967, segunda versión; Sobre la Experiencia del Pase, 3 de noviembre de 1973).
Entiendo que en esta ocasión retoma dándole otra vuelta a eso que advirtió en la Proposición: la solidaridad entre el atascamiento y la jerarquía. Y esa otra vuelta la hace pasar por los cuadrípodos. Y es lógico, está hablando del discurso analítico. Tan es así, que afirma que es por estar ubicado en este discurso que puede leer el discurso amo como discurso del inconsciente. Es esta ronda de los discursos la que hace posible, que lo que estaba anudado solidariamente, se desanude de modo tal que cada término ocupe su lugar.
Habla primero del atascamiento, lo hace por un rodeo. Porque es preciso ubicarlo donde a es producto, resto de la operación de entrada del sujeto en el lenguaje. Ese a es testimonio de la falta inaugural, en tanto la afirmación. No hay relación sexual, es la forma de enunciarla. “Se ve el hombre separado, taponado respecto a todo lo referente a la relación sexual”. Una buena definición del objeto a: separado/taponado, atascado se puede agregar.
Lacan dice esta frase “y que por ahí hace su entrada en lo real; para ser más exactos, por ahí resulta faltar a ese real “. Por donde no engaña, por donde viene al lugar de lo que no tiene representación. Inmediatamente me resuena otra frase de Lacan, más antigua, allá por 1963 hablando del duelo: “solo estamos de duelo por alguien de quien podemos decirnos Yo era su falta”. (Seminario X: La Angustia, clase 3/7/1963).
Este lugar del objeto a en el discurso amo, el del producto, el que se presentifica porque hablamos, en las funciones que tienen que ver con el cuerpo tal como las describe Freud –zonas que se construyen como erógenas–, es el que se deconstruye con las vueltas de la demanda en un nuevo decir. Resto que precisa del acto analítico para caer, para que salte el tapón, para que algo que estaba atascado pase.
Entonces, si el objeto a cambia su lugar con el significante amo, ¿sería otra vez estar frente a las viejas sociedades asentadas en el discurso amo? ¿En sus jerarquías?
Planteando esta pregunta hace una operación interesante porque no retrocede respecto de este envés entre el S1 y el a, entre el discurso amo y el discurso del analista. Y dice un poco más: si la cosa está entre el S1 y el a ¿por qué no discernir algo de esa relación?, ¿por qué no preguntarse las razones por las que alguien asume el riesgo loco de convertirse en aquello que el objeto a es?
Ese riesgo loco, entiendo es falta garantía, es decir, fuera de los efectos de sentido que impone el ordenamiento impuesto por la jerarquía. Destaca luego la figura del relámpago, como el haz de luz que ilumina cierta oscuridad de la experiencia del análisis, pero en cuanto al relámpago en sí, eso es lo intraducible.
Doy otro paso, 1980: “Se trata de que la Causa freudiana escape al efecto de grupo que les denuncio. De donde se deduce que solo durará por lo temporario, quiero decir, si uno se desliga antes de quedarse tan pegado que ya no pueda salirse”. (Seminario XXVII: Disolución, lección 18/3/80)
El remolino o el pegoteo seguro. Pegoteo que resguarda el sentido, donde la Iglesia, como fiel guardiana de las jerarquías, parece ser su mejor guarida.
Y dice de su intento de ir en contra, para que el psicoanálisis no sea una religión, aunque tienda a ello, “irresistiblemente”. Destaco este término, porque allí ubica la resistencia en el interior de su práctica y en su extensión. Lo irresistible de suponer es que el psicoanálisis opera por el sentido, la interpretación da crédito a esta suposición. Lo que nos enseña Lacan es que su resorte está en otro lugar, en el significante como tal.
Y concluye con la frase que sigue: “La jerarquía no se sostiene sino por administrar el sentido. Por eso no pongo a ningún responsable en el banquillo sobre la Causa freudiana. Con lo que cuento es con el remolino. Y debo decirlo, con los recursos de la doctrina acumulados en mi enseñanza”.
Me parece muy interesante este final porque desencarna ese lugar de la jerarquía, no hay un alguien responsable. Cuenta con el remolino por un lado y por otro con los recursos acumulados, ¿pegoteo? ¿Por qué no?
Después de todo cuando le preguntan sobre el pegoteo habla sobre punto de fijación. Dirá Lacan en su retorno a Freud: «fijación de un deseo que por estar reprimido se mantiene vivo, indestructible y que se deja decir a la manera de las pulsiones».