Por María Gabriela Correia
Un hombre de las viñas habló, en agonía, al oído de Marcela.
Antes de morir, le reveló un secreto:
–La uva-le susurró-está hecha de vino.
Marcela Pérez-Silva me lo contó, y yo pensé:
Si la uva está hecha de vino, quizá nosotros somos las palabras que cuentan lo que somos.
Eduardo Galeano, La uva y el vino El libro de los abrazos. Ed, Siglo XXI.
Hablamos con el cuerpo sin saberlo.
Somos las palabras que cuentan lo que somos, porque de palabras estamos hechos. Las palabras son la estofa que le dan textura y dimensión a nuestro cuerpo. Eso mismo le enseñó la histérica al joven Freud. No era por la vía de las inervaciones motrices, que se hallaba el camino para descubrir la etiología de sus síntomas. Éstos estaban hechos de palabras que en su encuentro con el cuerpo, habían trazado un territorio enfermo, díscolo, que respondía a otra lógica, ajena al organismo. Sólo hacía falta encontrar la palabra clave, la palabra cerrojo, porque si de palabras se hace un síntoma, Freud supo pesquisar que con palabras se deshace.
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