Celebro la iniciativa tomada por la Secretaría de Biblioteca. Voy a tratar de dar razones de cómo entiendo la posición de nuestra Escuela en torno al dispositivo del Pase, distinguiendo el fin del análisis, el pase en el análisis y el Pase en el dispositivo. El grado de solidaridad de estos tres momentos pero también la necesidad de discriminación entre ellos.
Para dar sustento a esta distinción me referiré a algunos puntos tratados por J. Lacan en el discurso enunciado el 6 de diciembre de 1967 (1).
Es crucial, en este discurso, la articulación entre el acto analítico y su consecuencia lógica, la necesidad de hacer escuela de lo que el psicoanálisis nos enseña. Lacan retoma y hace aún más explícito, el punto al que se dirige con la “Proposición del 9 de octubre” cuando afirma “la corrección del deseo del analista, según dicen, queda abierta con volver a tomar el cayado (bastón del pastor) del psicoanalizante, eso cesible. […] y digo que así será cuando las necesidades se juzguen a partir del acto analítico […] por eso mismo mi proposición es interesarse por el pase, donde el acto podría captarse en el tiempo en que se produce”.
Este discurso y la “Proposición del 9 de octubre” son una invitación a formarnos por las consecuentes exigencias lógicas del acto analítico para “restituirlas en su escucha, en su mirada clínica y en sus supervisiones y hasta hacerlas dignas de ser oídas tanto en lo especifico del campo de nuestra práctica como también que puedan ser oídas en otros campos”, a mi entender, como la política de la ciudad, me refiero a la objeción que la política del síntoma le puede “decir” a la política en general.
Una afirmación fuerte y a tener especialmente en cuenta en este texto es que el deseo del analista no tiene que ver con el deseo de Ser Analista sino más bien “con captar el punto absoluto” con el que “se triangula la atención hacia lo que, por esperado, no se debe dejar para mañana”. Ese punto absoluto es situable en los avatares del testimonio en el dispositivo.
Si el analista depende de su acto es porque allí está “solo” pero, si se propone hacer escuela es porque en esa soledad reconoce que no es “el único” y por eso es preciso que “ponga de lo suyo” (2), en función de una práctica ética de la teoría.
Claramente en este discurso podemos captar que Lacan le asigna un lugar a los “no analistas”, ni más ni menos que el papel de “aval del psicoanálisis”. Es una indicación importante ya que, una vez más, podemos encontrar que la apuesta del analista, se diferencia “del saber del sabiondo”, para acercarse a la “interrogación por ese saber que surge porque cae del acto que lo produce”. ¡¡Es el ideal del cual se despoja!!
Es de destacar que, en este punto, lo que sucede en el análisis, un paso en el discurso que ocurre allí, da lugar a que, en el dispositivo del Pase, se haga decible sin el amparo de la transferencia, eso que el acto analítico produjo: un decir que muestra la solidaridad y la diferencia entre el fin de análisis y la constatación del deseo del analista.
Así por llegar al final de su psicoanálisis, alguien da un paso al tomar el lugar que ocupó el psicoanalista en ese recorrido. El lugar de ser eso a “lo que se redujo el ocupante”. Según su deseo.
Allí se mide “la distancia que separa al tipo a quien se inviste de una calificación, habilitación, etc. del sujeto que aquí llega solo por la división primera que resulta de que un significante no lo representa sino por otro significante”. “El origen perdido por represión, lo que no está en una caja negra que da pruebas de memoria, es un caleidoscopio que orienta en su desorden”. Una forma, el caleidoscopio, a la que Lacan apela en esa circunstancia para indicar esa dimensión que para concebirla hace falta hacerla hablar, “que se diga”. Como lo dirá, mucho más tarde en su escrito L’Etourdit, cuando ya podemos contar con la diferencia que introduce considerar en la práctica “el decir” y el “dicho” en articulación a la dimensión de “acontecimiento de palabra” en la especie parlante.
En ese sentido es muy importante considerar que la Proposición deja, para proseguir, “no una promesa de progreso sino un movimiento necesario respecto de la función del psicoanalista”.
¡¡Pero pongamos atención!! Se trata de leer lo que queda de la influencia de su planteo en la mueca social de su gradus.
“Una disciplina que solo se produce por el semblante”, teniendo en cuenta que “el inconsciente no hace semblant” (3), por el contrario, muestra la caída del semblant en el chiste, que precisa de la tercera persona porque allí se transmite la efectividad en su osadía; en el sueño que deja pasar la firma de lo que causa el deseo, en el síntoma que muestra que el sujeto está allí, cerquita de las huellas de su exilio y está por allí buscando en lo que cree, habrá sido el deseo del Otro.
Lo que hace especifico el pase en el análisis, podemos decir, ese momento en el que se puede constatar algún anudamiento que revela la objetalidad del sujeto en el fantasma y cambia las cosas de rumbo al procurar un significante menos tonto en la caída de algún semblant. El semblant, dirá más tarde Lacan en el Seminario XVIII es “el soporte de esa frontera que produce el acto, por ser de palabra, entre el goce y la verdad”.
El fin de análisis, según lo podemos concebir en articulación al acto que lo produce, arroja consecuencias en quien toma o no el relevo en el reconocimiento del deseo de que el psicoanálisis prosiga.
Es interesante que podamos encontrar en la enseñanza de Lacan la posición que cada articulación implica en torno a la cuestión del fin o los finales de análisis. La invención del objeto a en función de agente del acto analítico, el desarrollo a partir de considerar que la ciencia hace semblant y la especificidad del psicoanálisis es que “el inconsciente no hace semblant” pero extrae consecuencias de su caída, son una orientación real en nuestra práctica, que requiere que admita que se siga diciendo de ella, la experiencia.
El Pase en el dispositivo, tomando como orientación la constatación del deseo del analista, en tanto producido por el acto analítico con el propósito del que el psicoanálisis prosiga introduce, otra vez, lo colectivo como sujeto de lo individual, es decir, revela que es en lo colectivo que el deseo del analista pone en causa la transmisión de la experiencia en el testimonio de Pase. Ese “testigo” (4) que pasa de mano en mano para que pase el que siga tomando la posta, en la renovación de un decir que haga acontecimiento.

(1) Fecha en la que toma como referencia la “Proposición del 9 de octubre de 1967” y el Seminario El acto analítico, dictado ese mismo año. Todas las citas entrecomilladas de mi texto (salvo especificación) son referencias a ese discurso, publicado en Otros Escritos Ed. Paidós, Buenos Aires 2012.
(2) Porge E., La Sublimatión, une érotique pour la psychanalyse. Ed. Eres, Paris, 2018.
(3) Lacan J. Seminario XVIII: De un Discurso que no fuera del Semblant.
(4) Cozarinsky, E., El Pase del testigo, Sudamericana, Bs. As., 2000.