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Biblioteca Oscar Masotta

La biblioteca de la Escuela Freudiana de la Argentina

mes

agosto 2015

Lectores, libros, pantallas

Por Andrés Barbarosch

George Steiner en un libro habla de cuatro clases de dificultades a la hora de querer descifrar una palabra, un poema o un libro. Las primeras en nombrar son las contingentes que son las que voy a comentar. Todo es posible de averiguar en una biblioteca infinita, en una biblioteca de Babel tal como de la que habla Borges.

Es así que los problemas que puede suscitar la clínica psicoanalítica pueden ser tratados a partir de una biblioteca de psicoanálisis. Lo que a simple vista parecía ficción científica se transforma en una ilusión verídica al pensar en la cantidad de libros digitales que habitan en la web, en bibliotecas virtuales y que pueden ser leídos en una pantalla. La biblioteca virtual amenaza a sustituir la material. Seguir leyendo «Lectores, libros, pantallas»

Fotos de la biblioteca

Homenaje a Freud a 159 años de su nacimiento

Un cráter en la luna. O dos
Por Patricia Martínez

“No cuenten con que celebraré los hechos de la vida de Sigmund Freud. Ustedes conocen su obra y ¿quién no la conoce? ¿Quién de nuestra generación no la formuló íntimamente y la transformó? Ella vive, magnifico descubrimiento del alma humana, como leyenda inmortal en todos los idiomas, y esto en el más estricto sentido de la palabra, porque ¿existe acaso una lengua que pudiera no echar de menos y carecer otra vez de los conceptos y los términos qué le arrancó al crepúsculo de lo inconsciente?”
Palabras pronunciadas por Stefan Zweig en los funerales de Sigmund Freud.

El 6 de mayo de 1856, en un pueblo de Moravia, que para esa fecha formaba parte del Imperio Austro Húngaro, nació Sigismundo Freud. El pueblo se llamaba Freiberg, luego paso a llamarse Pribor, actual república Checa.

Ochenta años después, el 6 de mayo de 1936, para el octogésimo aniversario de Sigmund Freud, un grupo de intelectuales de la época le dirige una carta pública de felicitación. El texto estaba encabezado por Stefan Zweig, Thomas Mann, Romain Rolland, Virginia Woolf, Hebert G. Wells, y adherían al mismo cerca de trescientas cincuenta personalidades de la talla de Salvador Dalí, Hermann Hesse, André Gide, James Joyce, Robert Musil y Pablo Picasso por solo nombrar algunos.

Hoy, la sola mención de la fecha nos da el clima social de la época. Hitler y Mussolini estaban en el poder, España a punto estallar, ya se podía percibir la sombra siniestra de los tiempos por venir. Tres años antes, el 10 de mayo de 1933, los libros de Freud fueron entregados a la hoguera por el régimen Nazi.

En ese contexto, que un grupo de intelectuales y notables hiciera pública una carta de reconocimiento al hombre cuyos libros eran censurados cobra otro valor y por si solo vale el recuerdo del texto, que da por otro lado, cabal idea de los alcances que en la cultura produjo la obra de Freud.

“Qué el octogésimo Aniversario de Freud sea una venturosa oportunidad para expresarle al iniciador de un nuevo y más profundo conocimiento de la humanidad, nuestras congratulaciones y nuestra veneración.

Este intrépido descubridor, importante en cada esfera de su trabajo, como médico y psicólogo, como filósofo y literato, ha sido durante dos generaciones, un guía a través de regiones de la mente humana hasta entonces inexploradas.

Espíritu completamente independiente, un “hombre y caballero de osado mirar” como Nietzsche dice de Schopenhauer, un pensador e investigador, que supo resistir solo, y sin embargo atraer a muchos.

Avanzó por su camino y llegó a verdades que parecieron peligrosas porque ponían al descubierto lo que el miedo había escondido e iluminó lugares oscuros.

Expresó nuevos y diversos problemas y cambió normas antiguas. Su búsqueda y sus hallazgos ampliaron enormemente el alcance de la exploración intelectual, e incluso hizo que sus opositores se conviertan en deudores suyos por el ímpetu del pensar creador que les transmitió.

Aunque los años futuros puedan superar o modificar este o aquel resultado de su investigación; las preguntas que Sigmund Freud hizo a la humanidad nunca podrán silenciarse, ni sus hallazgos ser negados u oscurecidos por mucho tiempo.

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En los anaqueles: julio 2015

Libros adquiridos:

  • Lacaniana 1. Los Seminarios de Jacques Lacan (1953-1963), Moustapha Safouan, Paidós, Bs. As., 2005, 270 pág.
  • El diálogo inconcluso, Maurice Blanchot, Monte Avila Editores, Caracas, 1970, 664 pág. (Fotocopia)

Libros donados:

  • L’Idole et la distance, Jean-Luc Marion, Bernard Grasset, París, 1977, 334 pág. (Fotocopia) Donado por Norberto Ferreyra y Anabel Salafia.
  • Bombones envenenados y otros ensayos sobre imaginario, culura y psicoanálisis, Ediciones del Serbal, Barcelona, 2000, 176 pág. (Fotocopia) Donado por Norberto Ferreyra y Anabel Salafia.
  • Colección “Biblioteca fundamental de las ciencias de la psicología”, Paidos, Bs. As., 2015. Formaciones del inconsciente, C. Jung. Estádos de ánimo del psicoanálisis, J. Derrida. El miedo a la libertad, E. Fromm. La imagen inconsciente del cuerpo, F. Dolto. ¿Por qué el psicoanálisis? E. Roudinesco. Amor, culpa y reparación, M. Klein. Donados por Andrés Barbarosch.

 

 

Lecturas microscópicas

LUZ LEMOS LEYÓ: Invocaciones – Dionisos, Moisés, San Pablo y Freud, Allain Didier-Weill, Nueva Visión, Buenos Aires, 1999. 142 páginas.

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Invocar: (del latín invocar/e), demandar ayuda mediante una súplica vehemente.

El autor nos introduce con un título que no deja de abrirnos pregunta, vamos recorriendo una pluma que nos convoca al resurgimiento del deseo en su invocación. Luego de este recorrido, Didier Weill efectúa algunas consideraciones respecto de la música en cuanto a posibles abordajes terapéuticos en patologías más allá de la neurosis.

Buscando ahondar en su aporte conceptual respecto de la pulsión invocante, vamos a partir del desarrollo lacaniano cuando suma las pulsiones escópica e invocante a los objetos de la pulsión de Freud, nuestro autor retoma el desafío; distingue la Demanda de la pulsión invocante, destacando: “la invocación es un movimiento que sustrae al sujeto de esa dependencia

(Significante) en tanto no está en el presente, pero se sitúa en un futuro posible desde el que lo llama como pura posibilidad”; va a desplegar la pulsión invocante en un ritmo pulsional de cuatro tiempos.

Se nos presenta esta pregunta: Cuando el parlante está arrinconado ante la Demanda en su mandato sordo, allí el ritmo de la pulsión, bordea la dimensión de lo Real al modo de la tragedia? de ser así nos resulta pensable, (precisamente porque hay un agujero en la necesidad), que en sesión se transita un tempo, una escansión que también abre lugar a la posibilidad de palabra.

Nos resulta orientador para seguir el recorrido de Weill, pensarlo en consonancia a la formalización hegeliana, cuando define el Tiempo en un devenir, señalando un antes y un después, el tiempo en la conceptualización de Hegel implica el movimiento y el cambio. La lectura nos remite en cuanto a su estructura lógica al modo de las categorías hegelianas de Tiempo y Espacio, esta imbricación pulsional que realiza el autor, nos resulta cercana a las consideraciones del filósofo en relación al deseo por advenir como temporalidad en el espacio. Seguir leyendo «Lecturas microscópicas»

Lecturas microscópicas

LILIA CRISTIANI LEYÓ: Preferiría no hacerlo. Bartleby el escribiente, de Herman Melville seguido de tres ensayos sobre Bartleby. Gilles Deleuze, Giorgio Agamben y José Luis Pardo. Pre-Textos, España, 2011. 196 páginas. Versión castellana de José Luis Pardo.

Preferiria no hacerlo

El relato de Melville tiene una breve presentación por el narrador, un abogado, que advierte al lector de las dificultades de la tarea emprendida al elegir relatar unos fragmentos de la vida de Bartleby, un escribiente al que contrata, y cuya biografía no puede hacerse porque no hay material ninguno para tal fin. Sólo señala un dato que es en realidad un rumor: Bartleby habría trabajado en una Oficina de Cartas Muertas en Washington, de donde fue despedido por un cambio en la administración. Eso es todo lo que se podrá saber de Bartleby.

El escribiente, un copista, pronto deja su función y enarbola una frase “preferiría no hacerlo”,-Iwouldprefernotto- a la cual se aferra con inusual tenacidad produciendo a su alrededor todo tipo de perplejidades y decisiones. Finalmente, la muerte como destino.

Acerca de la figura desdibujada de Bartleby y lo que Deleuze denomina su “fórmula” se desarrolla el trabajo de los autores.

Pardo se interesa en la función copista de Bartleby. Se trata de cargar con la letra, es decir, preservar la literalidad del texto al cual no se le puede adscribir ningún sentido. La palabra no dice nada, “conserva sus ventajas prácticas (la posibilidad de copias exactas) y sus desdichas teóricas (la letra muerta)”, es decir, sin asistencia de la voz interior que comprende e interpreta. Bartleby repite su fórmula como una copia: “preferiría no hacerlo”. La frase opera sobre el acto mismo de copiar, al que renuncia. Queda detenido en un presente perpetuo, sin historia y sin devenir. De Bartleby no puede decirse nada en tanto se define sólo en forma negativa, por lo que no prefiere, lo que declina. Tampoco dice qué es lo que no prefiere. Instala un campo de indiscernibilidad. Pardo se pregunta si es posible otorgar humanidad a aquel que sólo se puede contar por lo que no hace, por todo aquello que rechaza.

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