Por Andrés Barbarosch
George Steiner en un libro habla de cuatro clases de dificultades a la hora de querer descifrar una palabra, un poema o un libro. Las primeras en nombrar son las contingentes que son las que voy a comentar. Todo es posible de averiguar en una biblioteca infinita, en una biblioteca de Babel tal como de la que habla Borges.
Es así que los problemas que puede suscitar la clínica psicoanalítica pueden ser tratados a partir de una biblioteca de psicoanálisis. Lo que a simple vista parecía ficción científica se transforma en una ilusión verídica al pensar en la cantidad de libros digitales que habitan en la web, en bibliotecas virtuales y que pueden ser leídos en una pantalla. La biblioteca virtual amenaza a sustituir la material.
Su eficacia está a la vista: da material al artículo psicoanalítico, acerca la información al lector, crea “una comunidad interconectada” tal como repite el slogan. ¿Por qué no acontecería una sustitución sin resto con la desaparición de la biblioteca material y el fin del objeto libro tal como los conocimos desde nuestra infancia?
Ante la promoción de este adiós definitivo, el libro persiste como texto amigo, como poema que nos acompaña, como novela que radicaliza su función en el fantasma que es una ficción escrita como un guión.
El libro tal como lo concebimos es objeto artesanal que encuentra su punto de inserción en el mundo industrial, producto, mercancía que acarrea el plus de gozar, objeto de diseño artístico. Quizás sea por algunos de estos aspectos que los psicoanalistas nos vemos llevados a decir al respecto en tanto que en nuestra práctica nos vemos concernidos también, por la cuestión del objeto.
Honoré Daumier, un gran artista, en el siglo XIX, entre litografías donde satiriza la vida cotidiana pinta un Oleo que titula El lector, es un rostro de mirada pacífica que descansa sobre un libro que el sujeto tiene entre sus manos. El objeto libro, publica-descensión (traducción de la poubellication de Tomás Segovia de los Escritos sugerida por Jacques Lacan) que confina con el residuo, se encuentra en contigüidad metonímica con el lugar del resto en la experiencia psicoanalítica.
¡Cuántas inspiraciones nos acerca el libro que podemos sostener en nuestras manos probablemente por su relación con el lugar del objeto a que el analista pasa a ocupar en tanto deshecho en la transferencia para el analizante hacia el final de la cura!
¿Nos incitará alguna reflexión sobre la vigencia del libro en tanto objeto, la pérdida de aura en la era de la reproductibilidad técnica de la que habla Walter Benjamin? ¿O de los agalmas tal como los extrae del Banquete Jacques Lacan?
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