El discurso de la política fue escrito por Platón en la República, en aquel mundo antiguo plano, limitado a Grecia y su entorno. Roma concibió la autoridad en la trinidad fundación-religión-autoridad, fundación de Roma la ciudad a donde conducen los caminos, la piedad o Eneas cargando al padre sobre sus hombros, la religión: re-ligare a la proliferación de deidades del hogar, la familia y la cornucopia. La autoridad constituida en las leyes y sus códigos consolidaban el orden público, la pax-romana significaba la autoridad sostenida en el puro prestigio.
Si hablar ya es hacer política y la política es asunto de seres hablantes, para el psicoanálisis de lo que no se puede hablar hay que hacer lugar al decir y siendo la palabra producto de la sustitución o equívoco por definición, según dice Osvaldo Arribas en el Coloquio de la Fundación del campo lacaniano: “basta que pase el tiempo para que cualquier sentido caiga y demuestre su equivocidad, si el Significante1 en el discurso amo lo encripta, el mismo Significante1 en el discurso del analista lo desamarra y lo dispersa”.
Ante la irrupción de un otro como golpe narcisista, sobreviene la vacilación de “el yo o el otro”. Según Jean-Claude Milner en su libro “Por una política de los seres hablantes”, si hay un hacer-política no es necesario matar al otro, suficiente con hacerlo callar. El hablante para existir ha de sostener un discurso o lazo social, el goce fálico de la palabra no es sin el otro.
Si se sostiene un semblante se da lugar a la palabra, el hecho de hablar tiende una red, implica un lugar. ¿Por qué la violencia? Cuando en relación con el otro no se cuenta con ese espacio, sin distancia sobreviene una densidad insostenible en el lazo con el semejante.
El hecho mismo de hablar conlleva asumir un semblante, ¿qué significamos cuando decimos un “semblant”? En Freud lo encontramos al modo de la condensación en la comida totémica como un objeto, el banquete totémico constituye y sostiene un discurso, en el sentido de la reunión, de la consumación y de consumir un objeto. Lacan aborda su metáfora leyendo el destello en la nube, es decir no dejará de aparecer en lo que diga más allá de lo que diga. En el discurso del psicoanálisis el “semblant” ocupa el lugar del agente cuando en el lugar de la verdad está el saber.
Desde la primacía de la ciencia hubo un giro hacia una concepción del mundo como ilimitado. La autoridad, creada en las lenguas muertas de un mundo antiguo que era plano, limitado se diluye. Siendo revolución la única palabra nueva ¿ha dado respuesta el nuevo concepto?
La revolución francesa instituida ideal de revolución, no supo decir de sus rupturas y al pasar por el terror perdió la palabra, cayendo en la anti-política: no se podía hablar ¿el matar, de medio se transformó en fin? El gran orador Robespierre perdió la palabra al no poder decidir sobre el hecho de matar. Como de la pluralidad de parlantes solo hablaba la masa indistinta se lo redujo al silencio, sobre el cadalso se le retiró la venda resguardo de la garganta y al exhalar se produjo un grito animal, sobrevino la caída de la verba a la bestia.
En búsqueda de un nuevo orden la revolución rusa declinó en autoritarismo. El maoísmo en nombre de una revolución sin límites tuvo que disolver la política, en la anti-política consolidaron una organización social con desprecio al hecho de matar. Un procedimiento “ejemplar” fue el experimento de los Jemeres rojos conocido como genocidio camboyano.
El modelo de la revolución americana creció desconociendo el exterminio de los pueblos originarios y sostuvo la esclavitud un siglo más, adoptó la forma del mercado y la conquista de nuevas tierras. Permanece con una autoridad de jerarquía racial acallando el asesinato político y desconociendo a ojos ciegos las matanzas étnicas masivas. Desde un discurso-apariencia de difusores de la democracia y los pueblos libres, recibe a los que llegan a puerto con una imponente estatua de la libertad. Como está expresado en la película Joker la caída del sueño americano podría estallar en sublevaciones sin liderazgo.
Con el hitlerismo no enloqueció la lengua alemana, sino que mediante la manipulación del lenguaje se operó produciendo un aplanamiento y anulado el juicio crítico se condujo a las multitudes a “la banalidad del mal”, palabras de Hannah Arendt en la esclarecedora entrevista realizada por Günter Gauss.
En las lenguas sajonas sus pensadores imbuidos en la religión protestante orientaron a lo ilimitado el hablar-política e impulsando el consumo y el fetichismo de la mercancía engendraron sociedades compuestas por individuos consumidores en búsqueda del progreso pujante.
El discurso hegemónico comanda occidente, las lenguas con base latina hoy depreciadas, aún portan la poética trágica ancestral, Goethe en sus notas narra unas palabras de Napoleón: “que nos importa hoy en día el destino? El destino es la política”. En cuya lectura Milner se abre la pregunta “nos conceden considerar que no estamos inevitablemente ante el final de la revolución?” Si la Autoridad en la antigüedad supo consolidarse, esa pregunta reabre la apuesta en el orden del discurso de la política.
Otros discursos abren otros relatos, el teatro desde la tragedia-comedia nos legó un saber sobre la función de la palabra ante el destino, determinación significante a subvertir. El discurso del psicoanálisis implica el “semblant”, que no es lo que hace que un discurso exista sino lo que lo orienta. En la ronda de los discursos, a diferencia de los otros en éste el sujeto se inscribe abriéndose la posibilidad a la asociación de la palabra a modo del Witz freudiano, el equívoco del inconsciente y la falta, encuentran un lugar en el lenguaje, hablando se dice.