La certidumbre de que todo está escrito nos anula y nos afantasma, escribe Borges… En ese universo de libros donde todo está escrito, sólo se puede releer, leer de otro modo.
El último lector, Ricardo Piglia

Entre la lengua propia, materna y la extraña existe una tensión, cuanto más se esfuerza un traductor en ser fiel al texto que traduce, más se aleja del espíritu del texto.

En “Conversación sobre Traducción”, Lapsus Calami 4, Anabel Salafia dice: “Entre dos lenguas … hay cierto Aqueronte a atravesar.”. Y agrega “no es simplemente un pasaje, un llevar de un lugar a otro”. Entre una lengua y otra hay algo que escapa al lenguaje mismo, no sin una perdida y una recuperación. Y entre ambas, encontramos la resonancia de la enunciación en el enunciado.

Etimológicamente en la traducción está indicado tanto el atravesamiento como la conducción. El “tra” es el mismo que se encuentra en traición, tradición y en transmisión. En la traducción no hay fidelidad sin traición. La traición también implica una transmisión. La tradición tiene que ver con algo que se dice y se conserva como recordatorio y el recuerdo como una fidelidad. Borges en su concepción acerca de la traducción postula que el traductor es un verdadero escritor y que a veces la traducción no sólo es una pérdida, también puede ser, una invención literaria.

Desde la práctica del análisis, la letra en el inconsciente lee e interpreta, en su sentido más amplio, este pasaje de una lengua a otra, desde antes de la adquisición de la lengua materna a la que es arrojado el niño: Lalangue, ese  aluvión de sonidos, ese baño del lenguaje. En principio,  el niño inventa una lengua, luego perdida, de la que lalangue ya es una traducción.

Las formaciones del inconsciente tienen su base en las marcas del goce de la lengua de los padres, como sucede con los tics, los modos y recursos al hablar, las modulaciones, gestualidades, y las tonalidades. El síntoma mismo responde a esto. No hay síntoma que no responda a un trauma que tiene su expresión en una marca que proviene de la lengua materna.

Para Jean Allouch,  en lo que hace al discurso del Psicoanálisis, sostiene que hay una distinción necesaria a realizar entre traducir, transcribir y transliterar. Se trata, de la introducción de este tríptico, ya que estas operaciones nunca aparecen independientemente unas de otras y hay un hilo que la atraviesa, que no se refiere al concepto sino a la letra.

 Freud habla a propósito de la Interpretación de los Sueños como “traducción”, corrigiendo luego que no se trata propiamente de la transmisión de un sentido de una lengua a otra, sino más bien de un desciframiento como el de Champollion. Ciertamente, descifrar no es traducir, se necesitó la ubicación sobre la transliteración tanto en el desciframiento de Champollion,  como el trabajo de elaboración del sueño.

Lacan,  tempranamente de su lectura de Freud, lleva a cabo transliteraciones: con “familionario” realiza una transliteración de los términos de la Subversión del Sujeto al Grafo del Deseo, grafo que a su vez es la transliteración de los circuitos que se producen a lo largo del Seminario sobre las Formaciones del Inconsciente.

Del pasaje de lo oral al escrito,  se puede transcribir fonemáticamente lo cual sería hacerlo a la letra ó transliterar, de una lengua a otra, conservando la homofonía y cambiando algunas letras con conservación del sentido.

La transliteración, la función de la homofonía y la escritura son operaciones que pueden producirse en la traducción. Con Lacan la noción de “literalidad” cambia. Traduce de muchos modos algunos términos del alemán, transliterando, cambiando algunas letras de ese término y conservando el sentido que tiene de ambas lenguas. Lo importante, señala Anabel Salafia, es la función operativa de la transliteralidad. Lo que la transliteración indica acerca de la “homofonía”,  es la relación del análisis, de lo que se dice con el escrito. No se trata de un juego de palabras sino lo que hace a la función de la letra, a la identificación entre la lectura y la escucha.

Ahora bien, ¿cómo llamar a la operación, al modo de acoger el texto que realiza Lacan con la obra freudiana?

Guy Le Gaufey toma distancia respecto de que Lacan pueda ser considerado un traductor de Freud, aunque lo leía en alemán. “El Retorno a Freud” implicó cuidar los términos que Freud había empleado, a veces subrayándolos con una traducción nueva a la recibida para establecer mejor un sentido hasta entonces escondido y que escapaba a la lengua misma.  La manera en que importó ciertos términos de Freud al francés, su modo de domiciliar un concepto en movimiento en un pensamiento propio a la palabra fuente, el estilo de pensamiento, se acerca más a una “apropiación” que a una traducción. Su idea de traducción como traducción de un decir y no sólo de un dicho. Esto nos lleva a la cuestión de la transmisión.

Transmitir implica apropiarse y el precio de la apropiación de una lengua no va sin una “traición”, sin traición no hay fidelidad posible para trasmitir, pero permite también “instalar” ese texto en una nueva ubicación lingüística, cultural y política.