El testimonio que surgió de mi designación como pasadora acaeció en el año 2008, y luego tuve la oportunidad de escribir algunas reflexiones en una actividad titulada “Conversaciones con Pasadores”.
Durante estos años la palabra experiencia fue tornándose parte de mi formación de una manera muy diferente a la que tenía antes de atravesar esa “experiencia”.
Cuando Noemí Sirota presentó su libro, Testimonio y experiencia. El psicoanálisis, su transmisión, cada vez que lo mencionaba decía “Testigo y experiencia”, fallido que se repitió varias veces e insiste aún hoy.
En este texto, Noemí Sirota rescata una intervención mía de aquella presentación acerca del “no saber”.
De allí parte mi experiencia. Llego a la Escuela y todos me felicitan, no sabía por qué. Creía que estaban en un error ya que no era mi cumpleaños y no recordaba ninguna ocasión que mereciera alguna felicitación, cuando en el pasillo leo la lista de pasadores para ese año. Vuelvo a pensar que es un error.
Fui a la cartilla de la EFA y leí todo lo que en los Estatutos mencionaba acerca del Pase, y la Proposición del 9 de octubre de 1967, para intentar saber algo acerca de este dispositivo, que hasta el momento creía solo era una condición que una Escuela debía cumplir para llamarse Escuela.
En ese momento llamó mi atención la expresión “…cualquiera que sea considerado en el tiempo de la experiencia de un pasante”. Esta frase sigue siendo un ordenador lógico: el tiempo –esa categoría que, junto con el espacio, como categorías kantianas se vería revolucionadas por el decir de Freud– se hace presente en el análisis cada vez que un decir ubica al sujeto tachado en un lugar evanescente que se encuentra y se pierde o queda olvidado en lo que se dice. Ese tiempo que en el trauma es dos, en el dispositivo del Pase transcurre como un tiempo de espera y de enigma.
La espera a ser llamado y el enigma sobre qué hacer se fundan en una inquietud que opera para dejarse llevar por la experiencia, sin saber adónde se es llevado.
Las letras que utilizamos en la Escuela Freudiana de la Argentina, al lado de cada nombre, sirven de pregunta acerca de este saber, AP, analista practicante, practica el psicoanálisis. Se lo hace saber a la Escuela a través de una carta que a la vez lo inscribe como miembro de la Escuela. Un AME, analista miembro de la Escuela puede designar entre sus analizantes un pasador sea o no un AP, a su vez un AME es un miembro de la Escuela que puede ser llamado a dar razones sobre su práctica.
Volviendo a mi experiencia, mi pregunta era si iba a ser capaz de pasar el testimonio de alguien que solicitaba ser AE, analista de Escuela, (aquel que pueda testimoniar sobre los problemas cruciales del psicoanálisis).
Entregarse a la experiencia y confiar en los dispositivos me resulto dificultoso. Cuando me dispuse a escuchar el testimonio fue muy diferente a lo que pensaba, no tenía nada que ver la persona que tenía enfrente con la que había algunas veces compartido espacios en la Escuela. Casi diría que nunca la había escuchado hablar. Pasaron varios encuentros en los que se fueron desplegando sus experiencias con la práctica del análisis y con los avatares y atolladeros del inconsciente con los que se fue encontrando en su vida.
Lo escuchado para mí fue tan íntimo y a la vez tan extimo que basculaba entre escribir para no olvidar o dejar que el inconsciente hiciera lo suyo, al mismo tiempo que sueños y tropiezos se sucedían en mi análisis.
Y vuelvo a la acuciante pregunta ¿Qué tenía que hacer? No sabía que era dejarme tomar por lo que escuchaba y dejarme h(a)ser objeto de lo que iba pasando, ya que el testimonio transcurrió durante meses y se iba armando con los tiempos del pasante que iban y venían en relación a sus pedidos. Este tema me lo aclaro muy bien la secretaria del Cartel de Pase: debía estar a disposición del pasante cuando este solicitara ser escuchado.
Esa disposición me generaba todo tipo de rechazos: es lejos, es tarde, ¿otra vez tengo que ir? Hoy puedo pensarlo como resistencias a ocupar ese lugar donde algo pasaba a través del cuerpo, ya que yo no podía hablar y no voy a decir que no quería.
El pasador es el Pase, habla sin saberlo del insabido del pasante que pasa a través de su testigo y todo esto sucede en el plano del no saber. Los interrogantes y las especulaciones acerca de si ese Pase generaría nominación me hacen pensar hoy que el dispositivo funciona.
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