El análisis es el único discurso que produce una lectura de su propio funcionamiento, por esta razón toma en serio la articulación poder-autorización prueba de ello es la invención de dispositivos originales para hacer lugar a la autorización del analista.
Lacan se refiere al poder de la transferencia pero esta no va sin la autorización del analista con algunos otros: autorización que se produce no solo en la enseñanza, en la supervisión y en el análisis mismo sino también en el dispositivo del pase. El modo de autorización va de la mano con la creencia en ese poder. El poder de la palabra en transferencia toma el cariz de no-Todo a partir de la existencia de la autorización.
Los análisis que llevamos a cabo trascurren contemporáneamente en el marco de un empobrecimiento radical del valor de ella, una búsqueda constante de eliminar su equivocidad al tiempo que se vacían los campos de significancia en que adquieren su sentido.
La preconización del sentido único, su presentación bajo el aspecto de “sentido común” es lo que caracteriza la ideología neoliberal.
Esa faz ideológica, en mi opinión, es efecto de la desarticulación de lo que corresponde al poder y lo que hace a la autorización. Por esta razón encontramos que cualquier situación es opinable. Opinable significa que es posible que por los medios que otorga el consenso, no haga falta ningún proceso de autorización para establecer una verdad. Es el despotismo del sentido común: la aplicación del sentido común sin tomar en cuenta los contextos en que estas se producen. Los enunciados apuntan a las conductas, perdiéndose el quién lo dice, en favor de un qué: el Mercado. El Mercado como voz anónima y superyoica dicta lo verdadero y lo falso. Sabemos, sin embargo, que verdadero o falso no hacen a la estofa de la verdad en psicoanálisis.
El capitalismo y el psicoanálisis tienen un origen común, nacen de la industrialización. La industrialización es un proceso que lleva al alejamiento del individuo de sus instrumentos de trabajo, una desarticulación entre el producto y el productor. Este alejamiento del cuerpo por vía de la instrumentación produce un cambio de sensibilidad, de percepción una manera distinta de ver el mundo y de concebirse como humano.
Ese sentido común haría innecesario considerar la existencia del otro y su palabra, y abre la puerta a la violencia en caso de que el otro se niegue a seguir su vía. Esta máscara vacía que nombra el “sentido común” oculta el poder del dinero, y la creencia en el dominio del individuo por sobre la comunidad.
Ha habido un cambio de sensibilidad a partir de la industrialización, pero a partir del abandono del patrón oro, es decir desde el momento en que el capitalismo abandona toda referencia a una base material, al ser más beneficioso el interés especulativo que la producción misma, se produce un nuevo efecto sobre los sujetos. La desarticulación de esa base material hace a nuevas y más profundas transformaciones de la sensibilidad que afectan el lazo social y por ende la subjetividad. (Ferreyra, N. y otros ¿Qué es la realidad? II El Psicoanálisis, la ciencia y la Política. Ediciones Kliné, 2015).
Dicho rápidamente la autorización es un procedimiento con la palabra mientras que el poder es mudo y se muestra.
Según Giorgio Agamben la secularización de los conceptos religiosos produce una división estratégica que le permite a la política seguir siendo religiosa por otros medios. En su postulado -del cual difiero en muchos sentidos- en el momento inicial de la religión el poder necesita de la “gloria” para manifestarse. El Poder que es la fuerza de la acción en el gobierno de los asuntos humanos se apoya en la “Gloria”, los ritos y ceremonias que aclaman y afirman la facticidad del poder. Agamben propone que la Gloria es lo que actualmente llamamos consenso, u opinión pública.
Sin embargo, a partir de los ejemplos que provee, y lee de manera diferente, se entiende que la Gloria son los procesos de palabra, el decir que acompaña los actos de gobierno, tal vez ritualizados, pero que “dicen” respecto de aquello que se hace. (Agamben, Giorgio. El Reino y la Gloria, Adriana Hidalgo ediciones, 2008).
El punto en que difiero de esta interpretación es que la opinión, el consenso no son ceremonias ni ritos establecidos en el lazo a la manera en que sucede en los protocolos religiosos o monárquicos. La opinión aparece como si fuera de muchos, pero en realidad para cada quien es de lo propio.
El rito y la ceremonia representan un consentimiento a aquella faz vacía alrededor de la cual se establece la comunidad. Mientras que la opinión no consiente a nada, confunde el anhelo propio con el anhelo común. La opinión se aglutina en torno a la segregación. No hay opinión en el decir neoliberal que no conlleve una segregación del otro y ninguna pregunta sobre la segregación propia.
La importancia de esta articulación poder-autorización es que ambos términos resultarían vanos si hubiese uno en desmedro del otro. Sin procesos de autorización el poder queda en su faz o mágica o religiosa, funcionando como una sugestión.
Es Lacan quien nos advierte sobre el posible triunfo de la religión. la religión entendida como la fe ciega, es decir el sentido único. (Lacan, Jacques, El Triunfo de la Religión. Edición Staferla, 1965).
Los comentadores sobre la sociedad moderna B. Han, M. Fisher y otros registran como el punto fundamental de la sociedad actual, la asfixia violenta que produce el poder de lo igual, la pérdida del sentido en el laberinto de la producción acumulativa y la proliferación de lo mismo. Me parece interesante señalar que se habla del “poder” de lo igual. Es debido a un poder, el poder que se instala por el consumo en serie, que se aplasta, se afecta el lazo. (Byung-Chul Han, La desaparición de los rituales. Una topología del presente. Ed. Herder. 2020.).
¿Pero se trata de la pérdida del sentido o de la promulgación de un sentido único? ¿Y cómo se impone este sentido único?
Había dicho con la eliminación del otro en tanto hablante. El sentido común hace innecesario hablar, hace innecesario el “qué se diga”, que es el imperativo del psicoanálisis.
Cuando Blanchot o Bataille trabajan la noción de comunidad, refieren al vacío central de esa noción. Lo que une a la comunidad no es un atributo que reúne, sino un vacío que otorga una distancia necesaria. Ante el vacío es necesario decir, que cada uno diga para obtener esa distancia justa que necesita el hablante para no comerse al otro, o cagarlo o simplemente matarlo, según la modalidad pulsional que impere.
La definición de comunidad como “lo que cae junto” o la definición que trabaja Espósito de la comunidad como aquello que cada quien carga en el reparto de una tarea: el estar cada uno a cargo de uno con otros, son definiciones más cercanas al análisis y su discurso. Se plantea estar en comunidad como una cierta disposición. La raíz de comunidad “cum” significa “respecto de”. Se trata de estar bien dispuesto hacia alguien, enfatizando el “hacia”. (Espósito, Roberto. Communitas. Origen y Destino de la comunidad. Amorrortu Editores, 2003).
Hannah Arendt nombraba el estar en comunidad como un gusto, un gusto de estar en el mundo. Dado que el mundo son los otros y no solo la materialidad del medio, se trata de un gusto de estar con los otros.
Es un registro del otro que puede ser también de disgusto. Y por esto mismo no se trataría de ningún humanismo, porque no es aglutinarse en torno al sentido -al atributo- de la comunidad, que no existe más que como vacío, sino el gusto por hacerse cargo de lo que a cada uno le implica hacer algo con la propia segregación.