En la “Proposición del 9 de octubre de 1967, sobre el psicoanalista de la Escuela” –tal el título completo de esa comunicación– Lacan presenta su invento, que denomina el “Pase”, procedimiento que permitiría a todo analizante –que así lo deseara– plantearse a través de una experiencia distinta a la de la cura, o sea por fuera de la transferencia, las condiciones de su análisis y dar cuenta de su deseo de analista.
Al crear la Escuela Freudiana de París, Lacan multiplicó las iniciativas para impedir que esta Escuela se convirtiera en una “sociedad de amos”, tipo de organización que él pensaba era incompatible con el descubrimiento de Freud y con una verdadera práctica del psicoanálisis.
Dice Jean-Louis Sous en su libro Lacan ante la política, en franca crítica al proceso de acreditación de analistas en la IPA, que el dispositivo del pase “,…por su costado desplazado, indirecto, al ritmo de carambolas (dos pasadores que hacen pasar en otro lugar, hacia otros, el relato de un pasante), pondría en juego, en su temporalidad, una disparidad, una heterogeneidad, separándose de toda dupla complaciente… que pudiera inducir relaciones para hacerse valer o acreditarse”.
He sido pasadora en tres ocasiones de solicitud de Pase y a pedido de la Secretaría de Biblioteca, me voy a detener en el “pasador”. Se trata del analizante, sea o no analista, que tiene como función escuchar el testimonio del pasante y comunicar dicho testimonio a los integrantes del Cartel de Pase, quien deberá pronunciarse sobre el pase en cuestión.
En su libro Testimonio y Experiencia. El Psicoanálisis, su transmisión, dice Noemí Sirota: “El pasador es testigo de eso que pasa de una orilla a la otra; transporta de una orilla a otra, con su voz, un testimonio encarnado en su voz”. Y agrega que la lengua en la que se habla en el Pase es “la que deja escuchar las marcas de goce presentes en el testimonio, que pasa el pasador sin saberlo”.
Cuando fui informada de que mi analista me había designado pasadora, la pregunta que llevé al análisis fue: “Y esto, ¿con qué se come?”. Evidentemente algo del cuerpo se ponía en juego, como así también la incorporación, de aquellas palabras que escucharía.
Esa primera vez estaba ansiosa, sobre todo porque no quería olvidarme de nada de lo que iba a escuchar. Fui con una libreta y ahí escribía y escribía todo lo que decía la pasante o, mejor dicho, no todo, casi todo. La pasante me decía: ¿Se entiende? ¿Te imaginás? Respondía sin levantar la cabeza: Sí, sí. Claro, claro. Pero era una mera formalidad, porque lo que me interesaba en ese momento era tomar nota.
Pasaron dos meses hasta que llamé a la secretaria del Cartel de Pase. Quería que ese testimonio me tomase, incorporarlo, como decía más arriba. Y cuando me presenté al Cartel de Pase, estaba nerviosa, no sabía muy bien como saldría. Pero pude hacer el relato y en la medida que iba hablando me sentía aliviada y segura de lo que estaba diciendo.
El segundo Pase en el que participé ya no fui tan ansiosa al encuentro con la pasante, sino con ganas de conocer su experiencia.
Después de estos dos pases, como dije más arriba, cuerpo e incorporación se pondrían a jugar en mí.
El testimonio de la segunda pasante me había conmovido especialmente. Una marca de filiación que ubicaba algo en la genealogía, me tocaba y me permitía introducirme en una pertenencia.
Al cabo de estos dos pases, mandé una carta a la Escuela, solicitando ser miembro.
Cuando se cumple la función de pasador, hay que estar ahí. Disponerse, prestarse.
Estar ahí. Esa fue mi función en cada Pase cuando escuché cada testimonio. Estar ahí, poner el cuerpo y recibir las palabras de la pasante.
Sólo mi cuerpo y mi atenta y concentrada escucha en el testimonio. Y luego mi voz para trasladarlo “sin saber –como dice Sirota en su libro– qué se pone en juego. El que transporta ese shibbolet, esa palabra de pase, no sabe qué cosa está pasando. Eso es insabido, lo quiero destacar”
El pasador es testigo que permite que el testimonio, que llega al Cartel de Pase, se transforme en testigo de una experiencia con el inconsciente que hubo de realizar el pasante. El pasador en su escucha capta algo, no lo sabe, pero eso pasa y se podría decir que eso que pasa es un saber que vino de lo real, pero no sin el inconsciente del pasador.
Lo que pasa es lo que el pasador dice y en ese decir se produce un acto de transmisión que involucra a todos los actores del dispositivo.
El último Pase del cual fui pasadora me permitió ubicar por fuera de la mera formalidad y sin decirlo, el “entiendo”. La transmisión de esta pasante resignificó los dos relatos que había escuchado previamente, ya que en todos pude reconocer apres coup la transferencia a un discurso, que daba cuenta además de la pertenencia a una Escuela.
Por vía de la transmisión el pasante dona a la Escuela un testimonio que le permitirá escribir junto a su nombre otras letras, aquellas que den cuenta de su deseo de analista.

Bibliografía:
Sirota, Noemí Testimonio y Experiencia. El Psicoanálisis, su transmisión. Ediciones Kliné. Bs. As. 2019.
Sous, Jean-Louis, Lacan ante la política, Editorial Artefactos-cuaderno de notas. Bs. As.2017.