¿Qué es lo que se le pasa por la cabeza a alguien para autorizarse analista? ¿Cómo es que se le puede siquiera ocurrir semejante idea? Con esta pregunta, Lacan provocaba a su auditorio a doce años de introducir el Pase como procedimiento absolutamente inédito para la nominación de los analistas.
Dice seguidamente que para hacerse analista ese alguien debía estar extravagantemente mordido por Freud al punto de creer en esa cosa absolutamente loca que llamamos inconsciente. (Jacques Lacan, Intervención sobre el pase, 8 de enero de 1978, Lettres de l’École N° 23).
Puede resultar extraño que Lacan apele a la creencia como condición en lo que respecta a la autorización del analista si no se advierte que sólo puede tratarse de un orden de creencia que -por tener por objeto el inconsciente- tiene como fundamento la instantaneidad de la experiencia con la falta y se caracteriza por ser atea.
Lacan nunca retrocedió en plantear que la raíz de la experiencia del análisis en su extensión debía hallarse en la experiencia analítica misma, es decir, tomada en intensión. Entones, si la Escuela encuentra en el análisis el real en que se funda, la nominación de los analistas en el dispositivo del Pase no podría sino hallar su cimiento en esa experiencia, es decir, en la relación de cada uno a su inconsciente.
Estas formulaciones generaron y aún suscitan un rechazo sistemático, en particular entre aquellos analistas que, como Lacan señaló, hicieron tanto esfuerzo por tranquilizarse respecto del descubrimiento freudiano -el más revolucionario que haya existido para el pensamiento-, que por querer tranquilizarse ellos mismos, lograron olvidarlo. (Jacques Lacan, La equivocación del sujeto supuesto saber, en Otros escritos, Ed Paidós, Bs As, 2012)
Cuando la presentación de la Proposición… provocaba las primeras olas, Lacan denunciaba ante la Escuela Freudiana de París el hecho de que los analistas no quisieran creer en el inconsciente para reclutarse. Lo más resistido radica en el hecho de que la autorización del analista encuentre su legitimidad en el análisis, experiencia en la que elaborar el inconsciente no es nada más que producir su agujero (J. Lacan, Carta para la Causa Freudiana, 23 de octubre de 1980, inédito).
En la sociedad analítica fundada por Freud, es analista aquel que ha cumplido con determinados requisitos formales, entre ellos el analizarse con un encumbrado didacta al que no elige y de quien espera una garantía asociada a la jerarquía que los gradus en una Escuela lacaniana vendrán a conmover.
Si la garantía que otorga la Escuela a sus miembros difiere de aquella ligada a una jerarquía es porque el Discurso del Analista- reverso del Discurso del Amo- la interroga y la agujerea de tal manera que, la garantía que otorga una Escuela es la de velar porque no se consolide una garantía, en el sentido en que no se constituya un Otro que venga a dar las respuestas y que ninguna jerarquía venga a tapar la falta, asegurándose así de que ella no falte. (Reunión convocada por la Comisión de Garantía 2017-2018: “La escuela y la lógica de lo colectivo”, 30 de mayo de 2018).
Lejos del nombramiento institucional o una auto-ritual-ización, un Analista de Escuela no se autorizará a partir de su analista, ni de sus analizantes, ni de sus lecturas ni de ningún orden de jerarquía. “Nombrar a alguien analista, nadie puede hacerlo y Freud no nombró a ninguno. Dar anillos a los iniciados no es nombrar” (J. Lacan, Prefacio a la edición inglesa del seminario 11, en Otros escritos, Ed Paidós, Bs As, 2012)
La autorización de un analista en una Escuela sólo se legitima del acto analítico porque es de la experiencia con el agujero constituyente del análisis de donde proviene el analista y donde debe encontrar la certeza de su acto. Porque el acto objeta al ser de lo que allí se hace: analista.
En la Carta a la Causa Freudiana de octubre de 1980 dice Lacan en relación al acto analítico: Allí dentro, estoy solo. Y agrega: Luego está el grupo. El analista no se autoriza más que de sí mismo…y autorizándose de sí mismo, no puede sino autorizarse de otros (J. Lacan, Seminario 21, clase 9-4-74)
Si el análisis es el lugar en el que se practica el acto analítico del que proviene la autorización del analista, el dispositivo del Pase es donde éste halla su extensión. La Escuela será entonces el lugar de resonancia del acto y en el que se constatan sus efectos.
La Escuela como dispositivo, el Cartel y fundamentalmente el dispositivo del Pase, cuentan con la destitución subjetiva inscripta en el billete de entrada y por tanto constituyen una chance para la existencia de un lazo con los otros que resulte de la relación que cada uno tiene con el agujero que deviene de la experiencia con su inconsciente.
En el Discurso a la Escuela Freudiana de París, Lacan dice refiriéndose al Pase: “es de esa precariedad que espero se sustente mi analista de la Escuela”. Precariedad que pone en juego un orden inédito de garantía que vela por su agujereamiento y un orden de creencia que es relativa al inconsciente y por ello sin sombra de religiosidad. Es del Pase, en fin, que puede esperarse que provenga otro tipo de lazo entre analistas que no se reduzca a una masa garantizada por un líder.
Que el analista no quiera creer en el inconsciente para reclutarse quizás sea la razón por la que la designación de los pasadores en el dispositivo del Pase sea lo que más resistencia despierta: es que el pasador –cuando es elegido por los A.M.E. entre sus analizantes-, constituye un reaseguro de que el inconsciente no ha sido expulsado de la experiencia.
Porque es en tanto analizante y con su inconsciente que el pasador podrá elaborar un saber transmisible acerca de lo que ha escuchado del testimonio del pasante y es de su testimonio al Cartel de Pase que podrá surgir algún saber relativo a la experiencia del análisis que hace a la transmisión y al porvenir del discurso que practicamos.