Indagar, explorar, descubrir, traducir… son verbos que se los puede considerar ‘elementos claves’ en la constitución de la estructura del ser humano. No existe en la historia un componente tan universal como es el interés, la búsqueda del conocimiento y el crecimiento, son constantes.

Todas nuestras limitaciones estructurales como seres humanos provocan una división radical de la realidad: existe lo oculto y lo revelado. Lo oculto es todo lo que se encuentra fuera de nuestros límites estructurales, y lo revelado es lo que sospechamos que hemos descubierto.

Para crecer constantemente hay que entrenarse en una actitud de sospecha. Todo cabalista sospecha que debajo de la realidad revelada siempre existe una realidad oculta más profunda y más extensa. Es notable en este sentido la conexión entre lo freudiano y la mística hebrea: ambas son posturas de sospecha, de búsqueda, de exploración…donde las limitaciones deben ser destruidas para dar nacimiento a un nuevo mundo y a un nuevo horizonte.

El descubrimiento de la actitud que hizo de Freud y de todos aquellos que le siguieron como detectives, digamos de la mente humana, ya lo habían realizado los cabalistas, los antiguos sabios de la mística judía durante la Edad Media. Sin embargo encontré un elemento probablemente sospechoso para la ciencia racional moderna, pero que me llevó a comprender mejor las relaciones entre lo revelado y lo oculto.

En la tradición mística judía trabajamos con diez dimensiones (Diez Sefirot) y todas ellas se encuentran entrelazadas en forma permanente. Entonces apareció ante mí el concepto del “alma”. No quiero entrar en cuestiones filosóficas sobre qué es el alma, sin embargo me llamó poderosamente la atención que un nivel del alma humana perteneciese a la Psique. Si esto era así entonces los cabalistas al revelar cinco niveles del alma, dos abajo y dos arriba de la Psique, me llevaban a comprender la Psique en forma cosmogónica. Es que la Psique es un elemento de la propia naturaleza, y por lo tanto, no puede estar desvinculada de la naturaleza donde ella misma se ha desarrollado. En definitiva lo oculto no se reduciría entonces a lo “Oculto de la Psique”, sino a lo “Oculto del Cosmos”, porque fue en el contexto del Cosmos donde esa Psique se desarrolló.

El “Sod”, el secreto de los cabalistas, es que en realidad todo es secreto, pero no un secreto del observador que distorsiona lo observado, como ya lo explica la física cuántica, sino un secreto más profundo, el secreto de la mente en realidad, es el secreto de la existencia. El problema que plantean los cabalistas es que si un sujeto no comprende su “misión” en esta existencia, los problemas de su Psique continuarán. Por lo tanto no podemos intentar equilibrar al sujeto, sino es un sujeto para el “futuro”. Todo sujeto es una construcción histórica (familia, religión, padres, abuelos, etc), pero todo sujeto es un proyecto, y el proyecto es mucho más que su historia, porque de acuerdo al proyecto se puede re-interpretar absolutamente la propia historia personal. No existe determinismo histórico, porque en el proceso de transformación, como es una reinterpretación permanente de su propia historia, hay que decir que se construye identidad. Sin embargo, la identidad es dinámica, y en esto debemos entrenarnos a liberarse de las limitaciones estructurales (moral) que han sido impuestas. El sentido de la existencia solo se puede lograr cuando se libera el sujeto de la totalidad de sus condicionamientos. ¿Eso es posible? El cabalista hebreo afirma que es posible.

Lo que no se debe confundir es al religioso con el místico. El religioso posee un Dios infantil (padre protector), pero el místico se ha liberado de la idea de Dios. Dice el texto de Proverbios en la Biblia, “El necio lo cree todo, el inteligente comprende”.

La comprensión en un nivel lleva al ateísmo, y el ateísmo en un primer nivel es saludable al liberar la intermediación de seguridad, sin embargo, cuando ingresamos en el vacío existencial, debemos liberarnos del ateísmo. Borrar lo espiritual es borrar la misión existencial de todo ser humano, desde estas perspectivas de la escritura. No existe curación sin esperanza. No existe una liberación del yo si el sujeto no avanza hacia adelante, podemos aceptar que existen bucles mentales identitarios que nos crean anclajes pesados. Pero la oportunidad existencial es qué hacemos con estos anclajes. El nivel de felicidad que un sujeto alcanza es cuando comprende el funcionamiento de la realidad, pero no de modo dogmático sobre una escuela de pensamiento sino liberándose continuamente de las estructuras que lo predeterminaron (moral). Ser libre pues no es una tarea fácil, para liberarnos de los intermediarios de seguridad el esfuerzo personal es alto.

Aquí entonces llegamos a lo que en hebreo llamamos el Tejom (el abismo), la angustia de la existencia, la angustia de nuestra finitud frente al Infinito. Y estamos allí en una situación más desesperada: estamos solos. Hay dos formas de estar solos, la primera, la necesidad de los “otros” adquiriendo dependencias emocionales, y la segunda, el deseo de estar con los “otros” aunque soy feliz en el estado de soledad, porque he alcanzado el deseo de mi trascendencia.

La Cabalá hebrea con su potente herramienta del árbol de la vida y sus diferentes dimensiones nos sitúa sobre una sabiduría ancestral donde la mente (Neshamá) está completamente relacionada con el cuerpo físico (Nefesh), pero lo más importante, donde la mente tiene una conexión con el contexto que va más allá del lenguaje. Aunque tenemos en el árbol de la vida la dimensión de Hod del lenguaje estructurado, no por eso abandonamos niveles del lenguaje más elevados como en la dimensión de Netzaj, así es la música, el arte, la escultura, etc.

Pero lo misterioso siempre es lo que no decimos, lo que ocultamos, no lo que ocultamos deliberadamente, sino lo que nos ocultamos a nosotros mismos. ¿Cómo liberarse de nosotros mismos para ser realmente felices? Quien logra el sentido de la existencia sea este sentido una construcción, o sea una misión del alma, y se hace feliz porque logra un entrenamiento permanente frente a los obstáculos. Todo sujeto necesita reinterpretar su historia a la luz de su futuro, entrenarse en esta visión de la realidad, sospechar de su propio lenguaje.

En la tradición de la cábala decimos que lo más importante no son las letras, porque las letras del texto son la excusa para ver la luz blanca del papel. Lo importante no es el negro de la letra impresa, es que esta oscuridad de la tinta me permite ver la luz que me rodea. No realicemos una reducción. Si un sujeto logra ver la luz del papel entonces comprenderá la función de la oscuridad de las letras. No anclarse en el lenguaje, intentar captar la luz de fondo, es el verdadero mensaje y propósito de esta existencia. Shalom.

Mario Javier Saban es Doctor en Filosofía (2008) Universidad Complutense de Madrid. Dr.en Antropología (2012) Univ. Rovira i Virgili de Tarragona, Dr.en Psicología (2015) Univ. Ramon Llull de Barcelona. Dr.en Historia (2016) Univ. de Lleida. Dr.en Teología (2018) Univ. de Murcia. Dr.en Matemática Aplicada (2018) Univ. Alicante. Autor, 15 obras publicadas.