No soy yo quien vencerá, sino el discurso al cual sirvo.
Lacan, J (1972) L’Etourdit

Un 28 de junio, él del año 1974, Oscar Masotta y otros, fundaron, la que hoy, 40 años después, sigue siendo, la Escuela Freudiana de la Argentina.
Un acto que se propulsó más allá de lo que su autor pudo imaginar.
Fue la voz de Jacques Lacan haciendo resonar la inmensidad del mensaje freudiano la que tocó a los argentinos reunidos con Masotta, en esa encrucijada en la que la vida
pudo ser el precio por una convicción histórica, política y social.
En 1979, en ocasión de la renovación del pacto, Masotta, desde el exilio, responde a la pregunta “¿Qué es un psicoanalista lacaniano?”, diciendo “defi niré a la Escuela
Freudiana de la Argentina como el producto, como el efecto de una cierta experiencia bruta, discreta, burbujeante de algún tipo de esta especie.”
La renovación del pacto produjo que esa experiencia, simple, acotada, “según su deseo”, tomara lugar. La EFA se reconoce lacaniana, porque es freudiana.
El título del seminario que en 1983, dictó Anabel Salafia, “La fuerza de las cosas”, nombra la fuerza que brota del acto para cada quien que admita reconocerse en su deseo
de ser alcanzado por él.
Esta fuerza dio lugar a los análisis. La experiencia del análisis modificó a la Escuela. La convicción del principio, se quebró en necesidad. La necesidad de dar cuenta, en otro lado que el análisis, de la perentoriedad de lo propio, del mundo
que se abre en el reverso de una identificación.
“Este acto de fundación dio lugar a la existencia de la primera Escuela de psicoanálisis en América, en relación con la transmisión de Freud y la enseñanza de Lacan”, escribe Norberto Ferreyra, en 1991, en la presentación de los Estatutos de Escuela. Los Estatutos de Escuela, a su vez, dieron lugar a que los restos caídos de la experiencia de los análisis tuvieran un marco a partir del cual poder producir discurso. Más adelante, en 2008, Norberto Ferreyra también dijo: “Si hay acto analítico puede haber una agrupación, escuela, un juntarse otros analistas
en grupo.”
Esta distinción entre la experiencia del análisis y la escuela, hizo de los analistas en la Escuela, hablantes sujetados al discurso analítico (Lacan, J. 1973), acotados, “según su deseo”. Tradujo el dejarse morir por la convicción de los 70, en intentar
morir por la vida.