Hablar del Pase conduce a hablar de Escuela y a través de la experiencia del análisis puesta a prueba es posible constatar el pasaje de analizante a analista. En la Proposición del 9 de octubre de 1967 hay una suerte de advertencia de Lacan concerniente al real en la formación del analista, señalando que la Escuela puede y debe garantizar la relación del analista con la formación que ella ofrece, siendo que este real puede provocar en los psicoanalistas su desconocimientoaunque su sistemática negación. O sea, la Escuela garantiza que en su transmisión la falta esté en su estofa, lo que no garantiza es cómo opera la misma en cada uno.
El Pase pone en juego espacio y tiempo en su dimensión topológica propia del análisis –fuera del análisis– haciendo pasar por tres lugares: el análisis, el dispositivo del Pase y la Escuela en lo colectivo; y tres tiempos lógicos: el instante de ver, el tiempo de comprender y el momento de concluir. De modo que el Pase implica el análisis, el dispositivo y lo que se transmite a la comunidad de psicoanalistas, teniendo en cuenta que es posible pedirlo en una escuela a la que no se pertenece, siendo interesante cuando el pasante proviene de una institución que no tiene Pase.
El Pase es una apuesta política, un acto que hace Lacan en la estructura institucional y hace a una necesidad de discurso. En el Seminario XXI señala:“…ese discurso está allí donde se sitúa un vínculo social –y por lo tanto, hay que decirlo, político– y es en la medida en que ese discurso lo sitúa, que hablé de discurso”.
¿Qué le da legitimidad a un análisis? El acto analítico, que orienta al sujeto de modo que caiga como objeto para el Otro y surja como deseante, sujeto dividido, pasando de la determinación del S1 al objeto a como causa del deseo. Recordemos que el sujeto es un efecto fugaz y con el fantasma algo del ser se recupera. De modo que el atravesamiento del fantasma, y el des-ser que deviene del trabajo analítico, hace posible instrumentar al final del análisis ese saber-hacer con el síntoma y con la imagen, reconociendo el envés de la impotencia y la incidencia de lo imposible. De ahí que la función deseo del analista está causada por el objeto que no tiene la cobertura fantasmática. Y es importante aclarar que es una función que está presente en la enunciación y en el Pase se puede constatar. Es interesante como lo expresa Lacan al decir que el Pase ilumina las zonas oscuras del análisis. Hay nuevas posibles articulaciones en el decir que precipitan en el testimonio y que sorprenden al pasante mismo.
El analista que adviene toma la posta del acto a partir del des-ser del analista que fue para él, des-ser del Sujeto supuesto Saber, y que por el objeto a puesto en causa pueda ser el analista de su experiencia. El Pase es una experiencia donde el analista se autoriza de él mismo y por algunos otros.
En 1973 en Declaración en France-Culture a propósito del 28vo. Congreso Internacional de Psicoanálisis, al que Lacan no había sido invitado, señala que para hablar de la experiencia del análisis hay que haber entrado, “lo que no excluye que en ciertas condiciones sea difícil salirse”. Agrega que el análisis es el pulmón artificial. Deteniéndonos en ciertas condiciones que dificultan el fin de análisis, puede suceder que el pasante demande concluir lo que en su análisis no fue posible. En otros permite leer reivindicación en lugar de autorización. Es decir que a veces se evidencia que no hubo caída del analista como desecho y que algo se sigue sosteniendo con la transferencia al discurso. Entonces el análisis es condición necesaria pero no suficiente para que haya analista.
¿Qué se puede extraer de la experiencia del análisis en el Pase? Un punto importante es cómo operó el analista. Hay intervenciones donde se puede leer un cambio de orientación del plus de gozar que conlleva un cambio de posición subjetiva, es decir, una relación distinta a la falta. Las hay que orientan el sentido de lo que venía siendo dicho, hacia dónde va desprendiéndose el goce del síntoma. Tanto el significante como el sinthome agujerean aunque de manera diferente. El analista como sinthome funciona cuando la intervención opera anudando, pasando por donde no había agujero o había cruces mal anudados. Hay anudamientos que sostienen silencios y desanudamientos y reanudamientos que permiten que caiga un decir. El analista como sinthome permite restablecer el anudamiento tal que opere el objeto a y encauza el deseo de otra manera. El significante por el corte que hace agujero engendra una superficie que reorienta cambiando la relación del sujeto con la pulsión.
Otro punto es una verdad conquistada pasando por el saber, como verdad incurable puesta en causa con el deseo del analista. Una verdad que deja de operar en el síntoma para operar en acto y con eso se analiza. Dirá Lacan, se es esa verdad en acto.
El apoyo de la falta permite el juego de las dit-mensiones, de modo que posibilita que se escuche en otra posición por su relación al inconsciente, y esto habilita a escuchar a un otro y dejarse tomar por la transferencia.
El inconsciente como discurso amo opera por interpretación al modo del lapsus, del sueño, y su reverso, el discurso del analista, redobla la apuesta por la interpretación, que es acto: de ser hablado a producir un decir.
Hay muchas consideraciones sobre el fin de análisis, hay una interesante en el seminario XV “El acto psicoanalítico”, que plantea un recorrido desde la falta que afecta al ser, lo que denomina falso ser que implica cualquier ser, al deseo como falta, que entendemos como castración, soportada por la identificación del a como causa y del falo como símbolo de la hiancia del acto sexual, y sus consecuencias, porque no hay proporción sexual, constituyendo el lugar de lo imposible. Esto pasa por el pasador en tanto voz, por el cartel de pase que escribe lo que se lee en lo que se escucha, y la Escuela como lugar de inscripción de esas letras, AE.