El original es infiel a la traducción
Jorge Luis Borges

La traducción del significado vuelve
inaudible el significante.
H.Meschonnic.

Encontrar en la lengua a la que se traduce una actitud que pueda despertar en dicha lengua un eco del original.
Walter Benjamín

Borges nombra como “la hermosa discusión Newman-Arnold”1 a la disputa entre dos helenistas ingleses por la traducción de Homero; lo importante es ejemplificar las dos maneras básicas del traducir. Newman aboga  por el modo literal y la retención de todas las singularidades verbales,  Arnold  lo hace por la severa eliminación de detalles que obstruyen lo esencial del texto, la homeridad, por decirlo de alguna manera, que la literalidad no consigue retener y más aún ahoga2.

Borges y Cortázar son traductores de La carta robada de Poe. La “hermosa discusión” la vamos a plantear entre ellos.

Cortázar opta por una traducción literal. Intenta conservar los detalles del original, alterar lo menos posible la transposición de la sintaxis de Poe. Él decía que traducir representa una responsabilidad con el contenido del texto original y con el espíritu del autor.

Borges, efectúa una traducción libre,  privilegia el sentido. Re-escribe lo que considera y lee aquello que lo atrapó. Escritura y traducción son dos caras de la misma moneda para él.

La traducción literal (Cortázar)  y la re-creación (Borges) son dos métodos válidos de la traducción aunque excluyentes, según dicen en los ámbitos académicos.

Veamos más de cerca la tarea de Borges traductor.3

Respecto de la forma, cambia palabras repetidas por sus sinónimos; corta lo superfluo; simplifica lo confuso. Omite traducir partes del texto que considera innecesarias, él dice “toscas”.

Lo más singular de esta traducción, son las modificaciones en el énfasis del relato.

En el cuento de Poe, y en la traducción de Cortázar,  la carta es sustraída a una mujer,  esa mujer es reina, quien sustrae la carta es el Ministro y a quien conviene mantener ignorante de todo esto es al rey.

Borges, por omisiones y transposiciones, cambia elementos: el sexo y la posición social de la víctima del robo quedan indefinidos  y  la intención del robo se define como chantajear, la intriga pasa a la relación entre el detective y el criminal.  El énfasis narrativo pasa al ingenio del ministro que esconde la carta robada y la astucia del detective que la recupera.

Estas modificaciones no son triviales,  determinan una orientación  del meollo del relato.

Llegados a este punto podemos preguntarnos si la lectura que hace Lacan de “La carta robada” podría desprenderse de la traducción Borgeana, sin reina y con chantaje.

Barthes en “El placer del texto”, nos dice que hay que poner el privilegio sobre el lector, porque sino sería considerar al escritor como propietario, no solo de su obra, sino del sentido de está. La cuestión es pensar el lector como alguien que al leer determina lo que lee. Lo cual nos autoriza a plantear otra pregunta: ¿qué diferencia hay, si la hay,  entre leer y traducir? ¿Qué consecuencias hay, si lo que comanda es únicamente el sentido, un sentido, y desde ese sentido se lee/traduce/interpreta?

En los ámbitos literarios hay quienes dicen que la traducción de Borges es más bella y por tanto más lograda que la de Cortázar. No podríamos discutir tal afirmación. El interés al comparar las traducciones es leer como operaron con lo que está escrito.

Cortázar trabaja con la  materialidad del lenguaje,  que exige que ella haga su aparición desde su real boudoir4 y que la carta que quiere ocultar, de lugar a otros derroteros, que se hacen legibles, justamente, porque no se orienta en una dirección el sentido del relato.

“De la traducción  nadie está libre” dice Antoine Berman5 y nos deja en su conferencia sobre  el tema, la siguiente reflexión: “la traducción es traducción de-la-letra, del texto en cuanto es letra, esa es la esencia última de la traducción” es decir que nunca debe perderse de vista que la traducción se realiza sobre la materialidad del lenguaje. Berman es categórico: La letra es su campo de juego”

Elegí tres epígrafes, cada uno trae cuestiones a considerar.

Si nos interrogamos por lo escrito y su traducción, por lo que se da a leer y lo que se lee, por aquello que no puede ser apresado solo por el sentido, es porque estas cuestiones nos llevan a preguntarnos por la frontera del sentido, por el límite de cualquier sistema de representaciones, por lo que no se dirime en la teoría de los signos lingüísticos, por lo que abre el ombligo del sueño en nuestra práctica, por aquello que la letra bordea y que se abre camino más allá de las astucias de la razón.

Notas

1 JLB. – Las versiones homéricas. Discusión.
2 Al traducir quedan en evidencia desencuentros entre las lenguas en el modo que expresan. Por esos las traducciones literales pueden producir efectos ridículos, mientras que la recreación, eliminando esos detalles que llevan al desencuentro,  pueden ser más fieles al original. Borges, por esas ironías del destino se piensa en la tercera posición, validando ambos modos.
3 Me baso para analizar la traducción de Borges  en el texto: “Borges y la traducción” de Efraín Kristal –  University of California, Los Angeles. Autor que considera que la traducción es de Borges y Bioy Casares.
4 Comparando las traducciones hay un momento que define el énfasis en el relato de Borges: ahí donde Poe escribe she y dice que la persona robada estaba en su real Boudoir, Borges omite el she, y traduce: la persona víctima del robo que estaba en la habitación real. Borra así las huellas que conducirían a que es a ella a quién le robaron. Y por otro lado determina el móvil del robo como chantaje algo que no figura en el texto en inglés. Cortázar por su lado, respeta el femenino she que supone que es una mujer a quién le sustraen la carta y conserva en su traducción el real boudoir, que alude al tocador de una mujer, mientras que la habitación elude el femenino.
5 Antoine Berman, seminario sobre la traducción dictado en el colegio internacional de Filosofía de París en 1984.