Agradezco esta convocatoria de la Secretaría de Biblioteca del Directorio de la Escuela y la invitación a participar de esta publicación de La Mosca.
Voy a tratar de transmitir algo de mi experiencia. Decidí hacerme miembro de la Escuela en 1989, luego de dos años de estar como participante, por encontrar en ella lo que hacía falta en mi formación como analista.
Participé de las diferentes reuniones para la elaboración del Estatuto. Desde que se implantó el dispositivo del Pase, siempre estuve interesada en él, asimismo pensándolo como necesidad del Discurso del analista y mi transferencia con él que se apoya en el real de que no hay objeto y por lo tanto no hay relación sexual. El ser –sostenido en el fantasma– está así cuestionado y la relación a lo real es otra, entonces, con el des-ser del analista, “hay analista”.
Al poco tiempo de pedidos de Pase fui designada pasador por mi analista, AME de la Escuela, con quien quise analizarme –en experiencias anteriores había sido derivada–. Luego de despertares y pasos en el análisis –no sin angustia– que hacen posible escuchar el testimonio del pasante y luego transmitirlo con la voz al Cartel de Pase. Mi posición es que es indispensable que el pasador esté en análisis y que el pasante se esté analizando o lo haya hecho.
Llegué al fin del análisis habiendo transitado momentos que podría llamar de despersonalización, vacío –que pondría en relación con la destitución subjetiva– con el duelo por lo que no hubo, ni hay, ni habrá; sólo hay “lo que digo”, aunque no todo se puede decir, lo que constituye lo intransmisible.
Norberto Ferreyra en “El pase y el objeto” plantea tres modos de disponer de lo que “no hay” sostenido en el objeto a: como carencia es real, como pérdida es imaginaria y como falta es simbólica.
El objeto a adviene al lugar de la caída del sujeto supuesto saber. El objeto a como letra, ese vacío que no tiene imagen, no tiene representación, no representa al sujeto y al mismo tiempo lo sostiene en su existencia.
Después de algunos años de haber terminado el análisis, debido a varias situaciones en mi vida, con gran necesidad y deseo se me impuso pedir el Pase, sin saber quién conformaba el Cartel de Pase, como puesta en juego de una apuesta y con la falta de garantía. Pasé por el procedimiento requerido, transmití el testimonio a las pasadoras. Cuando terminé con la primera de ellas perdí las notas que tenía escritas. Fui nominada AE (Analista de la Escuela 2008-2011). Celebro que la nominación tenga un límite de tiempo, lo cual es un rasgo particular de nuestra Escuela; la nominación no es un título.
En “Sobre la experiencia del pase” del 3 de noviembre de 1973, Lacan dice: “el pase no se trata de éxito en tanto no es una apuesta al prestigio”.
La transferencia al sujeto supuesto saber pasa a la transferencia al discurso y a qué se hace con ella, en la práctica de la Escuela y con los analizantes. El analista está disponible para que otro analizante haga con él ese movimiento y ofrece el deseo como objeto orientado por la función del deseo del analista, que apunta a producir la máxima distancia entre Ideal y objeto.
Desde entonces conformé la Comisión de Garantía y Carteles de Pase. En uno de ellos fui +1, o sea que no decidí acerca de la nominación; también integré como AE de la Escuela el Jurado de Pase de otra Escuela. Asimismo, forman parte del Cartel de Pase de nuestra escuela dos AE de otras Escuelas, lo cual es muy productivo.
Con toda esta experiencia constaté y confirmé que el procedimiento del Pase de nuestra Escuela es excelente. Y, cada vez que lo practiqué, me asombré –y supongo que me seguiré asombrando– de las articulaciones y la lógica intrínseca entre los términos o lugares que lo conforman.
Cada Pase es diferente a otro, cada uno en su singularidad elige y decide cómo hacerlo y cuándo pedirlo. Como corresponde al Discurso del psicoanálisis, no hay pautas, modelos o ítems que indiquen la nominación o no nominación. Depende de lo que el Cartel de Pase pueda escuchar en la enunciación del testimonio del pasador sobre lo que escuchó del pasante y de la constatación del deseo del analista.
La travesía de mi experiencia en el análisis, el pasaje del lugar de analizante al lugar del analista, el pasar a otro lugar en el discurso, no sin la barradura del gran Otro, el saber insabido del inconsciente y la reducción de la incidencia del fantasma –que produce un mayor grado de libertad del deseo– hacen a mi posición en la Escuela y a que pueda ir atravesando distintos momentos difíciles de mi vida, con la economía de goce que posibilita la alegría. Y también divertirme.