LILIA CRISTIANI LEYÓ: Preferiría no hacerlo. Bartleby el escribiente, de Herman Melville seguido de tres ensayos sobre Bartleby. Gilles Deleuze, Giorgio Agamben y José Luis Pardo. Pre-Textos, España, 2011. 196 páginas. Versión castellana de José Luis Pardo.

Preferiria no hacerlo

El relato de Melville tiene una breve presentación por el narrador, un abogado, que advierte al lector de las dificultades de la tarea emprendida al elegir relatar unos fragmentos de la vida de Bartleby, un escribiente al que contrata, y cuya biografía no puede hacerse porque no hay material ninguno para tal fin. Sólo señala un dato que es en realidad un rumor: Bartleby habría trabajado en una Oficina de Cartas Muertas en Washington, de donde fue despedido por un cambio en la administración. Eso es todo lo que se podrá saber de Bartleby.

El escribiente, un copista, pronto deja su función y enarbola una frase “preferiría no hacerlo”,-Iwouldprefernotto- a la cual se aferra con inusual tenacidad produciendo a su alrededor todo tipo de perplejidades y decisiones. Finalmente, la muerte como destino.

Acerca de la figura desdibujada de Bartleby y lo que Deleuze denomina su “fórmula” se desarrolla el trabajo de los autores.

Pardo se interesa en la función copista de Bartleby. Se trata de cargar con la letra, es decir, preservar la literalidad del texto al cual no se le puede adscribir ningún sentido. La palabra no dice nada, “conserva sus ventajas prácticas (la posibilidad de copias exactas) y sus desdichas teóricas (la letra muerta)”, es decir, sin asistencia de la voz interior que comprende e interpreta. Bartleby repite su fórmula como una copia: “preferiría no hacerlo”. La frase opera sobre el acto mismo de copiar, al que renuncia. Queda detenido en un presente perpetuo, sin historia y sin devenir. De Bartleby no puede decirse nada en tanto se define sólo en forma negativa, por lo que no prefiere, lo que declina. Tampoco dice qué es lo que no prefiere. Instala un campo de indiscernibilidad. Pardo se pregunta si es posible otorgar humanidad a aquel que sólo se puede contar por lo que no hace, por todo aquello que rechaza.

Agamben inserta el relato de Melville en la tradición filosófica aristotélica. Toda potencia de ser o hacer algo es siempre, para Aristóteles, potencia de no ser o no hacer. Es la potencia en cuanto tal. Bartleby pertenece a esta constelación. Como escriba que ha dejado de escribir es la figura extrema de la nada de la que procede toda creación y, al mismo tiempo, la más implacable reivindicación de esta nada como potencia pura y absoluta. Deleuze distingue, al respecto, una voluntad de nada de una nada de voluntad y otorga a esta nada de voluntad una potencia que tiene un poder devastador.

“La fórmula desconecta las palabras y las cosas, las palabras y las acciones, pero también los actos lingüísticos de habla: priva al lenguaje de toda referencia, de acuerdo con la vocación absoluta de Bartleby, ser un hombre sin referencias, ni a sí mismo ni a ningún otra cosa”. La fórmula no deja nada en pie. En cada aparición instala el estupor a su alrededor y convierte las propuestas del abogado en algo que linda lo ridículo. Sería un alivio para el abogado si Bartleby no quisiera hacer algo pero no se niega sino que niega algo no preferido.

El interés del psicoanálisis no ha quedado ajeno a esta fórmula que, como tal, es una verdadera creación. Anabel Salafia en su libro “El fracaso de la negación” transita los textos de estos autores pero especialmente hace trabajar el texto de Freud –La Negación- y los aportes de Lacan de su Seminario “La Ética del Psicoanálisis” analizando la función de la negación. Va a decir que Freud no aborda la negación como formación de defensa sino como una lógica que incluye una ética. Lacan va a introducir a partir de las formulaciones freudianas el campo operacional de Das Ding. Este campo está relacionado con lo que es de la vida y con lo que es de la muerte. Y hace esta observación: alguien puede “preferir” el Mal.

La negación, como operación, permite admitir a través del signo negativo lo que no está permitido decir. Afirma, de este modo, una existencia, y también la posibilidad de seguir hablando.

Su fracaso surge como negativismo. Bartleby con su fórmula de desistimiento existe como una nada de voluntad. El “preferiría no hacerlo” toca la nada, avanza en esa particular preferencia hasta su extinción. La posibilidad de encontrarse con pacientes en los que se revela un proyecto del Mal introduce interrogantes, como señala la autora, respecto a la dirección de la cura en el sentido de la salvación. Recorrer el texto acerca del fracaso de la negación abre un enfoque rico en consecuencias para la clínica.