Agradezco la invitación de Norberto Ferreyra a presentar su nuevo libro, Transmitir la transmisión.
Los libros auguran un porvenir, porque encuentran a sus lectores en el futuro, que son los que dado el caso se harán sus destinatarios, porque se trata de que el psicoanálisis siga y de poder compartir con amigos y colegas un momento de alegría, en el medio de tanto pesar por la realidad que estamos viviendo.
Ante el aparente dilema lógico que plantea el título, vagamente tautológico, bastará recordar con Lacan que no hay metalenguaje.
A mi parecer el titulo Transmitir la transmisión funciona como un pleonasmo, la figura retórica lacaniana donde se produce un aumento en la intensidad por la repetición de una palabra o frase, lo que redobla la insistencia del autor en abordar los problemas acuciantes de la práctica del análisis junto con los de la enseñanza de Lacan.
El pleonasmo de Ferreyra viene a decir que aquí se van a hablar de las cosas del análisis, va a h(a)cer un esfuerzo para hablar del modo más cercano posible a la práctica, menuda tarea en alguien que tiene por afirmación la separación irreductible de las palabras y las cosas. Hay transmisión del psicoanálisis en este libro como en la Escuela y sus dispositivos, como puede haberla en alguna reunión por zoom de las que tenemos, esto es evidente para mí, aunque de lo que sucede en la transferencia entre analizante y analista eso sea imposible transmitir.
Retomando el comentario de Lacan sobre Dante considera a la lengua vulgar como la más noble, remite a la invención de lalangue a laque planteacomo la lengua materna, la que en definitiva, nos confiere nuestra condición de seres hablantes.
Hace un recorrido donde pasando por la regla de la asociación libre, va del hablar en el análisis a la escucha del analista, y de cómo este hablar toma su dimensión de lo que se dice en y a partir de un análisis, de manera tal de constituir un decir, si se logra aunarlo con lo erótico- libidinal, con lo pulsional.
En otros lugares lo plantea para la corporalidad y el significante, lo que se soporta, no está de más decirlo en “no hay relación sexual”. El sentido del análisis está delineado “como poder soportar lo real que está en cada momento dominando la vida de todos nosotros”.
Ferreyra para dar las coordenadas de un análisis, invita a pensar a partir de las entrevistas preliminares y la entrada en análisis. Y prosigue con el análisis como el cuestionamiento del Tú eres que se corresponde con la pregunta por ¿Quién soy?. En pos de dar lugar a la pregunta por el deseo formulada con el ¿Qué quieres? , que es la formulación de un vacío.
El ¿Che vuoi? va acompañado en el libro de Ferreyra, del grafo 3 del deseo[1] donde toma la forma de un signo de interrogación que hace al “saber hacer” del analista; mientras trabaja la posición analizante en el fin de análisis a partir de la frase “es de mi de quien te hablo” lo que implica este “mi” este “lui meme” en francés donde la tercera persona coincide con la mismidad, del otro en tanto semejante como también con el cual se elabora la pulsión, lo que trae como colación el objeto a, como función de la falta y tapón de la misma.
Hay muchas otras cuestiones que pueden encontrar allí, y se los recomiendo que lo hagan, no quisiera concluir este comentario sin decir algo sobre una pregunta bien situada respecto de nuestra práctica y que tiene un papel clave en su texto. ¿Hay un aspecto superyoico de la transmisión?
Los puristas dirán que no. Los escépticos dirán que obvio, hasta llegar a creer que no hay otra cosa. Ferreyra dirá que sí. Hay un aspecto superyoico de la transmisión y que se explica a partir del significante, en lo que hace a la transmisión y en la faz imperativa que contiene.
El super-yo implica el significante, la introyección simbólica de la ley, y también, lo que la ley tiene de incomprendida e insensata, lo pulsional en tanto que el super-yo es un imperativo que ordena gozar.
A partir de aquí, en el libro, a mi parecer se intentan situar lo que Freud llamó “las resistencias al levantamiento de las resistencias en el análisis”, el super-yo, la pulsión de muerte, la reacción terapéutica negativa que hacen a lo no concluido de un análisis.
Las respuestas a estos problemas en Lacan alcanzan otro nivel de elaboración con el semblant, saber hacer y creer allí, algo en lo que viene trabajando Ferreyra desde hace más de veinte años, con sus desarrollos sobre la función atea del semblant[2] que podrán ustedes proseguir en este libro.
[1] Tal como figura en el escrito de Lacan “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano”. En dicho texto, Lacan dice: “Por eso la pregunta de el Otro que regresa al sujeto desde el lugar de donde espera un oráculo, bajo la etiqueta de un Che vuoi? ¿qué quieres? Es la que conduce mejor al camino de su propio deseo, si se pone a retomarla, gracias al savoir-faire de un compañero llamado psicoanalista, aunque fuese sin saberlo bien, en el sentido de un: ¿Qué me quiere?”.
En la conversación posterior que tuvo lugar entre los disertantes y el autor, luego de las exposiciones en el marco de la presentación del libro, mencioné que me había sorprendido la frase en la que hace alusión al “savoir-faire de un compañero llamado psicoanalista”, un anticipo de los desarrollos posteriores sobre el “savoir faire”, es decir, sobre el “saber hacer” del psicoanalista.
Ferreyra en su comentario final retomó la frase a partir de la palabra compañero y sus resonancias. Preguntó: ¿Peronista? Aclaró que era una expresión de uso corriente en los sesentas. (Entiendo que en referencia a lo que Jean Claude Milner en La arrogancia del presente llama compañeros de ruta, una denominación de la época para designar un acompañamiento en la política del partido comunista y una no afiliación al mismo. Una posición que pudieron detentar Sartre y Althuser en su momento). Entonces, si no es que Lacan hubiera sido peronista, podría decir que Ferreyra le dio importancia a la palabra compañero, en su resonancia, para subrayar lo que es una insistencia en su enseñanza, el acento puesto en el lazo social y en el otro.
[2] Con lo que hago referencia a su libro publicado en el año 2000, Trauma, duelo y tiempo: Una función atea de la creencia, en particular los dos últimos capítulos.
Palabras pronunciadas por Andrés Barbarosch el día 24 de abril de 2021 en la presentación del libro Transmitir la transmisión, de Norberto Ferreyra.
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