Por Patricia Martínez

BenjaminEl libro comienza con una fecha y un epígrafe:

Versión 1939

“Se instituyeron nuestras Bellas Artes y se fijaron sus tipos y usos en tiempos bien distintos de los nuestros, por obra de hombres cuyo poder de actuar sobre las cosas era insignificante frente a lo que hoy tenemos.

Pero el pasmoso crecimiento de nuestros medios, la flexibilidad y precisión que éstos alcanzan, y las ideas y costumbres que introducen, nos garantizan cambios próximos y muy hondos en la antigua industria de lo Bello. En todo arte hay una parte física que no puede contemplarse ni tratarse como antaño, que no puede sustraerse a las empresas del conocimiento y el poder modernos. Ni la materia, ni el espacio, ni el tiempo son desde hace veinte años lo que eran desde siempre. Hay que esperar que tan grandes novedades transformen toda la técnica de las artes y de ese modo actúen sobre el propio proceso de invención, llegando además quizás a modificar prodigiosamente la idea misma de arte”- PAUL VALERY

Un año y una cita, entonces comencemos por ahí.

Valery anuncia cambios profundos, una mutación en los modos de producción del arte y quizás en la idea misma de arte y Benjamín partiendo de Valéry interroga está condición inédita de la obra de arte y lo hará apelando a la materialidad de la obra, por oposición a cualquier supuesto idealista en torno a la genialidad del artista o el misterio de la creación. Desde su filosofía de la historia y determinado por la fecha en la cual escribe rompe con la fascista estetización de la política para proponer al final del ensayo una politización del arte.

1939 es un momento acuciante en la vida de Benjamín, perseguido por judío primero, por bolchevique después, convertido en un paria, un desterrado que no puede dirigirse a ninguna parte, sin salvoconductos, al límite de sus fuerzas, intenta cruzar fronteras, llegar a puertos seguros, aferrado a un portafolio negro que contiene manuscritos que intenta salvar más que su vida, aunque no logra ni lo uno ni lo otro.

Hoy, a la distancia, sabemos que la tesis de “La obra de arte….” contra el fascismo era para él cuestión de vida o muerte, sin metáforas atenuantes.

Agamben dijo sobre Benjamín en este punto: “una vida que se juega en la obra, jugada no expresada, no concedida. El autor como testigo y garante del texto, aún cuando no se halle en él”.

Las palabras de Valéry dan las coordenadas donde se jugará el ensayo: cambios en la industria delo bello, una transformación de la idea que tenemos de arte, que para Benjamín es el resultado de las conquistas de la técnica moderna.

Está transformación es para el autor una verdadera metamorfosis, no solo el material, los procedimientos de las artes, sino la invención artística y el concepto mismo de arte están en plena transformación. A partir de la reproducción técnica se subvierten los conceptos de copia, autenticidad y de obra en su carácter de irrepetible con el aura que esto conlleva.

Me quiero detener en una cita: “En el curso de los grandes períodos de la Historia, junto con las formas de vida de los colectivos humanos también se modifica su percepción sensorial. La manera en que se organiza la percepción, el medio en el que acontece, están condicionados no sólo por la naturaleza humana, sino también por la historia”; y más adelante dice: “ las transformaciones de la percepción a las que asistimos como contemporáneos pueden ser comprendidas en términos de pérdida del aura…”

Las obras de arte antiguas nacieron producto del ritual, que primero fue mágico y luego religioso. La obra conserva en sí el valor único e irrepetible que tiene la obra auténtica, que Benjamín denomina su valor cultual.

La fotografía como arte nuevo empieza por el retrato, en el culto al recuerdo de los seres queridos la imagen tiene su último refugio. En la expresión fugaz de un rostro, en el gesto que lo identifica, destella por última vez el aura.

El aura es un concepto difícil de definir, es una trama particular de espacio y tiempo, la aparición irrepetible de una lejanía por más cercana que está pueda hallarse.

Dirá que la destrucción del aura es distintiva de una percepción cuya sensibilidad para lo homogéneo en el mundo ha crecido tanto actualmente, que a través de la reproducción, sobrepasa también lo irrepetible. Se impone la reproducción masiva de la imagen, dónde los conceptos de copia y autenticidad pierden valor, la obra pierde valor cultual que cambia por valor expositivo.

Aclara más el concepto cuando contrapone huella y aura, la huella es la aparición de una cercanía por más lejos que esté ahora eso que la ha causado, el aura es la aparición de una lejanía. En la huella nos apoderamos de la cosa, el aura mantiene esa distancia con la cosa y se apodera de nosotros, “las cosas que veo me ven a mi tanto como yo las veo a ellas”

Un punto más que me parece interesante destacar del pensamiento de Benjamín es su idea acerca del tiempo y de la historia. Benjamín elabora una concepción del tiempo cambiante, desordenado, dónde los fenómenos no progresan en un tiempo homogéneo, sino que sufren mutaciones no siempre bellas ni siempre monstruosas. La historia se da en un tiempo discontinuo y nos invita entonces en este ensayo a pensar las mutaciones que un concepto como el de obra de arte tiene en los tiempos que nos tocan vivir.