Por Alicia Hartmann
Para iniciar este comentario respecto de la traducción castellana de Lógica de lo Peor, a la que hemos accedido en 2013, queremos destacar que es un ensayo publicado en 1971, siendo Clement Rosset, filósofo francés y alumno de Althusser y de Lacan, quien se sumerge en esta temática de lo peor, a la que creo da un sesgo diferente al Seminario del mismo nombre dictado en 1971 por Lacan. Una curiosa coincidencia.
Del Seminario de la Ética recortamos un párrafo donde Lacan hace contrapunto entre comedia y tragedia diciendo que ambas no son incompatibles porque lo trágico existe.
“Aquí ya hace la experiencia de la acción humana y porque ya sabemos reconocer mejor que quienes nos precedieron la naturaleza del deseo que está en el núcleo de esta experiencia, una revisión ética es posible, un juicio ético es posible, que se presenta esta pregunta con su valor de Juicio Final: ¿Ha usted actuado en conformidad con el deseo que lo habita?”
Este pasaje podría inspirar la lectura de Lógica de lo Peor de Clement Rosset donde el término peor pretende designar el carácter filosófico del discurso trágico. El examen de la voluntad trágica frente a lo que Rosset llama intención terrorista antecede en todo filosofo a la exposición de la filosofía trágica.
El libro consta de cuatro grandes capítulos: 1) Del terrorismo en filosofía, 2) Lo trágico y el silencio, 3) Lo trágico y el azar, 4) La práctica de lo peor.
Del primero queremos destacar el peso del discurso filosófico de Schopenhauer y Nietzsche, entre otros, en su permanente articulación con conceptos de Freud y de Marx. El pesimismo diferenciado de la tragedia otorga a la tesis de Rosset la posibilidad de pergeñar un nudo donde ya todo está armado de una vez y para siempre a diferencia del mundo trágico donde no todo se ha constituído. Lo peor pesimista, designa una lógica del mundo (Schopenhauer), a diferencia de lo peor trágico que es una lógica del pensamiento (Lucrecio, Montaigne, Pascal, Nietzsche)
Lo trágico y el silencio convocan especialmente al discurso del psicoanálisis con un movimiento que parte de los trágicos griegos. La referencia a Wittgenstein se nos impone. Lo siniestro freudiano hace marca en el pensamiento de Rosset, eso de lo que no se puede dar cuenta vía la palabra el unheimlich en el orden de lo inasimilable.
El discurso trágico se detiene en el silencio, el azar de la palabra nos sorprende, es por azar que ella se produce. La repetición es eje de todo este desarrollo: Marx parafraseando a Hegel dice que los hechos se producen siempre dos veces, la primera de manera trágica, la segunda (repetición) de manera cómica (El dieciocho brumario). Lo cómico de la repetición bien sabemos que es lo caricaturalmente repetido: la tragedia cae en lo trágico cómico, una relación con el humor a la vez que una pérdida de sentido, “ausentido” tal vez.
El azar vinculado a lo trágico despliega con riqueza incomparable la “tyché” (fortuna) y la “ananké” (necesidad), y su relación con el “encuentro“, que se contrapone al destino. Las “moiras” tomadas por Freud en el “Problema económico del masoquismo” tejen y destejen en este apartado muchas relaciones conceptuales que se inician con el origen de la palabra “azar” que proviene del cruzado castellano Hasart en cuyo castillo se jugaba a los dados, así como del árabe “sar” que quiere decir dado. Ese juego fue difundido por los cruzados y llevado a Europa. Nos recuerda al Dios no juega a los dados de Einstein, una forma de aludir al azar en contraposición al peso del determinismo del pensamiento divino.
La relación fors, cassus, contingencia y la nada son temas que devienen en torno a la tragedia y los filósofos trágicos. La lógica de lo peor considera filósofos y sofistas: Lucrecio, Montaigne, Pascal, Hume, Nietzsche. Estos son desarrollos de pensamiento que quedan abiertos para una segunda vuelta del autor.
Para finalizar con el último capítulo, La Práctica de lo Peor da un broche final al libro donde Rosset contrapone lo trágico a la tolerancia de la vida (se lo compara con el complejo pensamiento del rumano Cioran) savoir faire con el goce y las ficciones que nos sostienen se plasma en esa imagen final un poco ambigua y casi imposible del Titanic hundiéndose y los músicos siguen tocando como si nada estuviera ocurriendo.
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