Por María Gabriela Correia

PlatonEl conocido diálogo de Platón Crátilo, al que Lacan se ha referido a lo largo de su enseñanza para tratar el estatuto del significante, es considerado el primer tratado de lingüística al que tenemos acceso, al menos de Occidente. La razón que se lo considere de ese modo se debe, a que esta obra es la primera que nos ofrece un denso debate que cruza la epistemología, la ontología, y el lenguaje. Se discute allí si el lenguaje es un medio apropiado para acceder a la realidad y para ello se cuestiona la exactitud de los nombres.

A partir de la interrogación acerca del uso del lenguaje, que atraviesa todo el diálogo se desprenden una serie de interrogantes con los elementos discursivos de la época basados en la antinomia physis y nomos, es decir naturaleza vs. convención.

Para comprender el alcance de este debate es necesario que nos introduzcamos en el mundo griego, sus preguntas, sus preocupaciones, sus problemas políticos.

Este diálogo, que se desarrolla bajo una forma argumentativa refutativa, nos obliga a interrogarnos acerca del valor que representa para una sociedad el uso que se hace del lenguaje en un determinado contexto y los problemas teóricos implícitos en ese uso.

La relación al lenguaje que se expresa en una sociedad nos dice de las posibilidades y del alcance de esa sociedad para introducir la diversidad, lo diferente, lo extraño, lo desconocido. En este caso, es la presencia del sofista en la vida política lo que pretende ser rechazado, precisamente por su modo particular del uso de la retórica.

Estructura del diálogo.

El diálogo presenta momentos de tensión y confusión, y en el centro del mismo se desarrolla una sección destinada a la etimología de los nombres que pone en ridículo a Protágoras y Pródico, ambos sofistas, y fervientes defensores de una posición convencionalista acerca del lenguaje. No en vano son los sofistas los que sostiene esta teoría, que rompe con el ideal griego de una única lengua posible de ser hablada.

La discusión del diálogo va adquiriendo un carácter dilemático en el que se contraponen dos teorías vigentes en la antigüedad, acerca de la adecuación de los nombres. Pero no se trata simplemente de la adecuación de las palabras a las cosas, sino, más bien, de los nombres propios (orthotes onomátos).

Los personajes que participan, Crátilo, Hermógenes y Sócrates sostienen posiciones encontradas respecto del de la exactitud de los nombres. Una teoría naturalista del lenguaje, encarnada por Crátilo, que no se destaca por su lucidez e inteligencia, y una teoría convencionalista, que Hermógenes defiende de una manera muy tibia. En un pasaje que aparece al final del diálogo, Sócrates interroga y la respuesta que da Crátilo es decisiva, ya que deja planteada con claridad el asunto del diálogo del siguiente modo (435d).

Sócrates.- Pero dime a continuación todavía una cosa: ¿cuál es, para nosotros, la función que tienen los nombres y cuál decimos que es su hermoso resultado?

Crátilo.- Creo que enseñar, Sócrates. Y esto es muy simple: el que conoce los nombres, conoce también las cosas. (1)

Este diálogo pertenece a los llamados diálogos de transición, y allí comienza a elaborar lo que llama su “teoría soñada” que es lo que más tarde se conoce como la “teoría de las ideas”.

Las preguntas y los problemas se desenvuelven tras los siguientes dilemas:

¿Conocemos primero las cosas y después los nombres? ¿O es mejor conocer directamente las cosas? ¿Cómo hizo el primer nominador? ¿hay un primer nominador?¿se trata de un ser divino?

Las letras y los sonidos son considerados el soporte material de los nombres. Los nombres “son instrumentos para algo” y el nominador es el fabricante que supervisa la obra del legislador que las usa.

Se cuestiona la acción de “hablar” y el instrumento que le es natural, es decir, el nombre.

El oponente no es ni más ni menos que “el sofista”, considerado como el antifilósofo, embaucador y mercader del saber, que puede transformar un discurso falso en verdadero.

Por momentos se defiende la idea que el lenguaje es un medio apropiado para conocer y las cosas son nombradas con un término correcto entonces, no hay posibilidad de un discurso falso. Pero el diálogo concluye en un estado de aporía, es decir sin solución, y hay que esperar al diálogo titulado El Sofista, donde finalmente el discurso es definido como un entramado de formas, y el dialéctico es el encargado de decir qué formas pueden combinarse y cuáles no. Allí Platón retoca su teoría de las ideas y mata al padre Parménides, en tanto existe la posibilidad de hablar falsamente, vale decir, el No-Ser es posible. Recordemos que en el padre de la lógica, encontramos una confluencia del Ser, el decir y el pensar.

Respecto de este diálogo, dice Lacan:

“…Tal vez tengan ustedes ocasión de abrir ese libro durante las vacaciones. Eso me gustaría, en la medida en que allí podrán hallar, marcado netamente, lo que constituyó el nódulo de la tradición clara, perfectamente legible, del lektón considerando el estatuto del significante…” (2)

No queda más entonces, que abrir el libro.

Bibliografía.

(1) Platón: Crátilo, Ed, Gredos. / (2) Lacan: Seminario 12, Clase 13.