Por Zulema Calviello
En mayo se estrenó en Buenos Aires, “El cartógrafo”, una obra del dramaturgo español, Juan Mayorga.
Cuando el autor viajó a Varsovia por primera vez comenzó a recorrer sus calles con el mapa que le dieran en el hotel; entró a una sinagoga y observó que en una pequeña sala se estaba instalando una exposición de fotos del gueto, descubiertas hacía poco tiempo. Junto a cada foto, un cartel indicaba el lugar probable donde se había tomado esa instantánea y los nombres de sus moradores. Marcó en su mapa esos lugares y fue en su búsqueda. Para su asombro, no encontró ni el más mínimo vestigio de ninguno de ellos. Esa experiencia, será plasmada, en esta pieza teatral.
La obra se desarrolla en dos tiempos: En el presente, será Blanca, su protagonista, quien ha llegado a Varsovia acompañando a su esposo, Raúl, empleado en la Embajada de España. Ella es quién hará ese mismo recorrido, y a quien le llegará la leyenda de ¨El cartógrafo del gueto¨.
El otro tiempo fue ubicado el gueto de Varsovia*, en 1940. Lugar en el que fueron confinados los judíos que luego deportarían a su destino en los campos de concentración, para su exterminio.
El anciano cartógrafo, ya casi inválido, y su nieta adolescente, que eran sus piernas y sus ojos; frente al horror que estaban viviendo, y anticipándose a la tragedia final, irán construyendo el mapa en el que quedarán registradas las casas y los nombres de sus ocupantes. Incluso la altura del muro que los confinaba en el horror. Será el mapa de un mundo en peligro. Un testimonio para las siguientes generaciones.
Blanca encara una obstinada búsqueda para hallar ese mapa, pero lo que encontrará será algo muy distinto, pues desconoce que la guían el dolor y la tristeza en que quedó sumida por la muerte de su hija. En ese andar, irá tejiendo una red que enlazará su historia con la del cartógrafo.
Al igual que aquél, comenzará a construir su propio mapa, en este caso, el del recuerdo; también tratará de la inscripción de una falta, pero en su caso, una pérdida ya acaecida y nunca más nombrada. En ese complejo entramado, las ausencias serán recuperadas, las víctimas del nazismo, Alba su hija, y ella misma.
En una recepción dada en la Embajada de España, ella le muestra a un funcionario un mapa de Varsovia en el que resalta una mancha azul, es el espacio que ocupó el gueto.
Le propone que además de actualizar la cartografía, dibuje en el suelo de la ciudad la silueta del gueto y así, recobrar en ese vacío la presencia de las víctimas que allí pasaron sus últimos días.
De vuelta en el hogar, se recuesta en el piso en posición fetal y le pide a Raúl, su esposo, dibuje su cuerpo en el piso. Y es mirando esa silueta vacía que nombra a su hija, Alba. En ese contorno vacío, comenzó a inscribir momentos de su vida con ella: el día que nació, el primer día de clase… el día en que murió. Trazará allí, el recorrido que la niña hiciera aquélla madrugada en la que partió a hurtadillas, lejos del hogar, para aparecer muerta en una plaza.
Comenzará así el trabajo del duelo; saliendo del mutismo y poniendo palabras al desamparo en el quedó sumida a partir de aquel suceso.
Los recuerdos relatados serán la soga que la rescatará del pozo abismal en que ha caído su existencia. Abismal por lo profundo, abismal por lo incomprensible. Pues su mundo, desde entonces, ha quedado desgarrado.
Freud nos indica que en un duelo no se trata sólo de a quién se pierde, sino además lo que es de sí, lo que se perdió con él. Lacan dará un paso más y afirmará: Solo estamos de duelo, por alguien de quien podemos decirnos ¨Yo era su falta¨. Debido al desconocimiento acerca de la falta, esto se invierte, y se traduce como que hemos estado en falta con esa persona.
Ese mapa, esos mapas, esos contornos vacíos, conducen la falta constitutiva, falta irreductible que hace al significante, vacíos que no se colmarán, pero será bordeando sus contornos que las pérdidas podrán inscribirse como tal.
Intentos de desatadura, trabajoso desasimiento de la libido del objeto de amor, para rearmar la trama significante y volver a ligarse en la cadena. Mapa, silueta que al igual que la ¨Carta robada¨, circula como significante que nombra una falta. Alcanzando así a Raúl, el esposo, quien ahora le demandará a ella que contornee su cuerpo, renovándose así el circuito de la repetición.
Algo insiste, un resto no representado en el significante, algo no cesa de no inscribirse. Y en esa insistencia…el registro del duelo se inscribió.
*El gueto de Varsovia (Getto warszawskie, en polaco; Warschauer Ghetto, en alemán) fue el mayor gueto judío establecido en Europa por la Alemania nazi durante el Holocausto, en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. Fue implantado en el centro de la capital polaca entre octubre y noviembre de 1940.
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