Por Adriana Hercman

Conocí a Elsa poco después de su regreso al país tras un  largo periplo que la había llevado de su Salta natal a la docta Córdoba hasta los años más oscuros,  los del encierro y el exilio.-

Nos reunió la contingencia en el marco de  una experiencia –que en una escuela de psicoanálisis y a partir de Jacques Lacan conocemos como Pase– que ella supo definir como única e inolvidable  y que tuvo lugar a partir de su deseo de transmitir a  otros  el testimonio de lo que había sido su análisis.

En nuestros encuentros,  dio testimonio del recorrido  que le permitió  encontrar la vida en la muerte. Buscando formas entre las manchas como en el juego de niña con su padre,  Elsa encontró  la forma del deseo y del amor en el fondo de la mancha aterradora del silencio y la destrucción.-

Venía del arte y se encontró con el psicoanálisis por pura curiosidad y con  muchos signos de pregunta. Lo que comenzó siendo un descubrimiento fortuito pronto sería un lugar donde habitar el desamparo del exilio.

Era necesario convertir las huellas aterradoras en otra cosa, pasar a otra cosa. En el arte Elsa encontró   la posibilidad de hacer, de crear y fundamentalmente de resistir y de existir, de reafirmar su dignidad, de no consentir a los intentos de asesinato de la metáfora.-

Venida de las artes, con un por qué no? Incursionó en el psicoanálisis, que fue sostén en el exilio,  brazos abiertos de uno y otro lado del océano que la acompañó en su retorno a la vida, a su lengua, a su arte, a seguir adelante con su deseo.

Elsa testimonió acerca de su necesidad de hablar para poder existir, de cómo llegó a abandonar el mutismo y  la reivindicación de la víctima sin dejar de reconocer  las marcas que dejan aquellos  actos destinados a destruir los lazos desnaturalizando la condición humana.

Tuve la ocasión de  escuchar cómo fue para Elsa encontrar en el arte y en el psicoanálisis, en el amor de su vida y en la amistad la posibilidad de volver a jugar, de volver a reírse, de volver a buscar formas risueñas, vitales,  entre las manchas.  Un  testimonio  acerca de las ganas de vivir, de la decisión  de no rendirse preservando siempre los  lazos con lo humano, así sea con objetos esculpidos con migas de pan o con colores y tintas arrancadas hasta de las piedras… Su obra es una verdadera subversión a la regla del silencio.-

Unas palabras de Elsa: “En el sueño veo una huella. Pienso: Algo ha pasado”.

Yo digo: claro que sí… y parafraseo a Hannah Arendt  aludiendo a una cita de John Berger: “Las huellas no son sólo lo que queda cuando algo ha desaparecido, sino  también  las marcas de un proyecto, de algo que va a revelarse”.-

Adriana Hercman23 de  noviembre de 2018 

*Elsa Narvaez fue miembro de la Escuela Freudiana de la Argentina entre los años 2003 y 2014 y AE de Escuela entre 2005 y 2008