Por Stella Maris Nieto
Como psicoanalistas, poder escuchar los significantes que circundan la actualidad, es estar a la altura de la época, como nos recuerda Lacan.
El neoliberalismo intenta asestar golpes mortales a las democracias, desprestigiándolas y generando un profundo escepticismo en la política.
Para hilar filo en las coordenadas que lo alimentan, es un aporte muy propicio, el libro de G. Agamben “El misterio del mal”, que la EFA ofrece a través de la Biblioteca.
Su lectura, permite ubicar en la historia los antecedentes, así como las razones, para arribar a otra lógica que nos libere de la trampa.
No voy a ahorrarles la lectura, que es imprescindible. Sólo intento ubicar que la denuncia permanente de corrupción que el neoliberalismo utiliza como arma de destrucción, pretendiendo ilegitimar la democracia, tiene raíces antiguas, ya tramadas por los totalitarismos.
Se apoyan en la hipertrofia del derecho, intentando superponer legalidad con legitimidad, que hacen fracasar la maquinaria política.
Ambas son partes necesarias, y no superponibles.
La soberanía no se puede reducir al momento electoral y las reglas procesales, pues la legitimidad desaparecería en la legalidad.
Por otra parte, si lo legítimo merma la legalidad, fracasa la máquina política.
Agamben se vale del relato de un acto y su fundamento, en el seno de la iglesia por parte de un Papa, que repite otro de siglos anteriores.
Hace una lectura en la tradición ético política, que pone sobre el tapete el misterio del fin de los tiempos y la ontología del mal.
Lo interesante es que coloca la interpretación por sobre la doctrina, y articula la estructura con la historia.
El misterio del mal es una realidad cotidiana, que ya Hanna Arendt nos revelara con su adjetivo de banalidad.
El mal no es un oscuro drama teológico que paraliza, sino que se encuentra en el acto y la decisión de cada uno, tanto en la esfera teologica como profana.
Recorrer el texto de Agamben, reconforta por transcurrir en coordenadas que son campo del discurso del psicoanálisis: la prioridad de la lectura, la interpretación, y la consideración de la articulación de la estructura y la historia.
Y también que no se trata de fin de los tiempos, sino de cortes que permitan lecturas para revelar el real que nos asesta golpes. Circunscribirlo, es acotar su poder.
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