Por Ricardo Pereyra
¿Es Alfred Jarry, efecto de su interpretación; o su interpretación misma? ¿Es, pues, Jarry, el padre de la Patafísica, una creación colectiva, tan necesaria que se hacía sentir, tal como la propia “ciencia de las ciencias”?
Poeta, dramaturgo, lector de los simbolistas, discípulo de Bergson en su primera juventud, de un humor vandálico si era necesario para desnudar la banalidad institucionalizada, promotor de una “absoluta rebelión ante la totalidad de la simpleza”, Jarry fue un sembrador. Quizás porque no tuvo tiempo para más – murió a los 34 años – amén de la imposibilidad de interpretarse a uno mismo, Jarry quedó excluido de la significación que alcanzara para muchos, tiempo más tarde.
La noche del 10 de diciembre de 1896 se estrenó en Paris, en el Théâtre de l’Œuvre, Ubú Rey. La pieza no tenía ninguna pretensión fundacional. Su origen fue una estudiantina para representar en el bachillerato que incluía la ridiculización de algún profesor, pero Jarry y quienes lo acompañaban en el proyecto sabían que desafiaban los cánones convencionales de la escena. Al abrirse el telón, Ubú, un capitán al servicio del rey de Polonia (Polonia es “ninguna parte” según el texto), personaje en exceso grotesco, exclama el mítico “¡Merdre!”, que causó el escándalo previsto.
La historia de Ubú tendrá su continuación hasta convertirse en una saga: “Ubú en la colina”, “Ubú cornudo” y “Ubú encadenado”. Es en “Ubú cornudo” cuando el propio Padre Ubú habla por primera vez de la patafísica, al autoproclamarse él como un “gran patafísico”. Y al ser consultado por Achras, un egiptólogo, de qué se trata eso, le responde: “La patafísica es una ciencia que hemos inventado nos, y cuya necesidad se dejaba sentir por muchas y muy diferentes causas”.
Será luego en “Gestas y opiniones del doctor Faustroll, patafísico”, su novela neo-científica, publicada post mortem en 1911 en donde la nueva disciplina irá tomando forma, como “la ciencia de las soluciones imaginarias”, “la ciencia de lo particular”, “la ciencia que se añade a la metafísica”, etc.
Pero si Jarry es hasta aquí un autor singular, fuera de molde, antecesor de los surrealistas, que lo tomaron como inspiración, fueron sus seguidores de generaciones futuras quienes lo convirtieron en un hito, un mojón, y aún – verán que el término no es exagerado – en un nuevo punto de partida.
Por supuesto, y como ocurre casi siempre, estas dinámicas del mundo del arte suceden en la periferia del establishment literario, que se afirma en las correcciones del academicismo infatuado y en la suficiencia de su “bien pensar”. Todavía en 1956, por ejemplo, Jarry era tal vez, un ex bachiller un poco díscolo, si abrevamos en el grueso volumen de Lanson y Tufrrau, “Historia de la Literatura Francesa”. A lo largo de sus más de 900 páginas, Jarry aparece mencionado sólo una vez y en un pié de página; es decir no tiene ningún lugar entre los historiadores de la oficialidad, quienes otorgan, sí, una página entera a las bagatelas de Saint-Exupéry, cómo no.
A los costados de la ancha avenida del pensamiento oficial – profano por definición – obra de la inteligencia y generosidad de artistas que supieron ver con ojos de descubridores los textos jarryanos, para celebrar el (re) encuentro, y con motivo del cincuentenario de la publicación de las “Gestas y Opiniones…”, en 1948 se creó en Paris el Collège de Pataphysique. Algunos de sus miembros fueron Marcel Duchamp, Boris Vian, François Caradec, Raymond Queneau, Joan Miró, Maurice Saillet y muchos otros. Los cargos que ostentaban tamañas personalidades eran las de presidencias de particulares dependencias burocráticas tales como Subcomisión de las Formas y de las Gracias (Duchamp), Subcomisión de las Soluciones Imaginarias (Vian), Subcomisión de los Infinitidecimales y de las Leptologías (el señor Marcel Maigret). El mismo año, el Collège crea el Calendario Patafísico, tomando como parámetro el día del nacimiento de Jarry, el 8 de septiembre de 1873. Ese día del “calendario vulgar” es el día 1 del mes Absolu.
A través de los tiempos, los patafísicos se multiplicaron, ya dentro o fuera del Colegio, pero lejos del mundanal ruido, de las luces fatuas, de los clichés conformistas, de la vulgaridad, de los reduccionismos, de todo rechazo por las complejidades: Fernando Arrabal, Julio Cortázar, Max Ernst, Eugène Ionesco, Jacques Prévert, René Clair, Man Ray, Jean Baudrillard, Umberto Eco, Enrico Baj, son algunos de los nombres ilustres de la lista.
La literatura de Jarry, en la letra, ajena a su significación posterior no es una; no es sólo el desparpajo de Ubú; tiene más colores, tiene poesía, y tiene metafísica. A veces no es fácil encontrarlas sin el preaviso, porque están entretejidas entre el humor y la anécdota, y a merced del súbito cambio de registro: “Ven, te daré el tiempo y la eternidad, conozco el secreto del más allá, no implorarás inútilmente a dioses sordos, y no estrellarás tus sueños en los límites de lo posible” dice Jarry en El amor de visita, de 1898. En otro capítulo de la misma obra, El Amor habla con La Aprensión sobre “un extraño reloj en el que hay tres agujas”; El Amor refiere acerca de esas tres agujas: “La primera marca la hora, la segunda arrebata los minutos y la tercera, siempre inmóvil, eterniza mi indiferencia”.
Por todo esto es un buen ejercicio pensar si puede leerse a Jarry hoy, sin la guía que su nombre, simbólicamente, significa. Parafraseando la lógica lacaniana podríamos preguntarnos si Jarry en tanto creador y fundador de una escritura nombrada y designada “Patafísica” no se constituyó en algo diferente a sólo el autor de Ubú Rey, transformándose en un autor dividido; dividido entre una entidad real y su nominación significante: el significante del nombre de Jarry; “le nom du Jarry”. Tal vez no hay otro modo de acceder a sus textos que desde este lugar ordenado por su nombre. De allí pues, el sustento para la pregunta inicial sobre si Jarry es efecto de su interpretación. Tal vez la respuesta es una solución imaginaria (imaginaria en el sentido patafísico antes que lacaniano) y sería que cada lector es un epifenómeno del fenómeno Jarry, el soporte de una interpretación posible.
Bibliografía
Todo Ubú, Alfred Jarry, Editorial Bruguera.
El amor de visita, Alfred Jarry, Editorial Laertes.
Patafísica: Epítomes, Recetas, Instrumentos & Lecciones de Aparato, Varios autores; compilación de Rafael Cippolini.
Historia de la Literatura Francesa, G. Lanson y P. Tuffrau.
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