Por Stella Maris Nieto

Los seres hablantes somos irremediablemente varios.

Descubrir esa pluralidad es el final de la infancia, una herida al narcicismo.

Sin embargo, el neoliberalismo puede hacernos perder esa ligazón  a los otros, en su intento de reinar sobre las instituciones externas, y dominar el corazón de los hombres.

Y la domesticación generalizada, promueve el aislamiento y la soledad, y la marginación pasa desapercibida.

Con tan sólo no hablar con otro, el ser humano llega a desmentir de lo que siente, hasta de su propio dolor, convertido en un sobreviviente sin existencia.

Así los personajes de esta película francesa, habitantes de un edificio marginal, viven como autómatas en el desconocimiento de otro, sólo con las máquinas que la ciencia y la técnica proveen ascensor, bicicleta de ejercicios, videocasetera.

Aislados en igualdades solitarias, no se diferencian de otro personaje, un astronauta que vive en el espacio de una nave sólo acompañado de las máquinas con las que se ejercita para sobrevivir sin gravedad.

Pero mostrándonos que el mundo cerrado tiene sus quiebres, la contingencia produce como siempre sus aberturas.

A una de las habitantes se le cierra la puerta con la llave adentro, y se encuentra con la oferta de ayuda de un jovencito vecino que vive sólo pero busca compañía.

Otro personaje resistente a la solidaridad, sufre un accidente que lo enfrenta a su encierro en una infantil miserabilidad, hasta que accidentalmente se cruza con una enfermera solitaria, pero que desea el amor.

La falla en las coordenadas de aterrizaje, hacen caer al astronauta en la terraza de este edificio siendo socorrido por una mujer amable y amorosa dispuesta a acompañar y ser acompañada.

Estos accidentes modificarán sus vidas, porque empujados a encontrarse con otro, darán un vuelco a su monotonía por el sólo hecho de hablarles y escucharles.

La puesta en juego de la palabra, les devuelve el ser hablantes, recuperan su propio sentir y lo más propio pero éxtimo de sí  retorna.

Ese retorno, es el que se produce en un análisis, una disimetría sin jerarquías, donde se abre el tiempo de la escucha y la posibilidad de decir, encontrándonos con la falta que habilita el deseo, no sin los otros.

Y la comunidad destrozada, abre una puerta al mundo cerrado, y comienza a volar de sus ruinas, así como los papeles que el viento del helicóptero levanta de los escombros, al rescatar al astronauta perdido.

 

Referencias

J.C.Milner: Para una política de los seres hablantes