Por Cristina Curuchelar

El cine es texto y también puesta en escena que “hace ver” la dimensión discursiva de los lazos humanos.

El cine francés viene tratando el problema de la desocupación. Es importante recordar “Recursos humanos”, (1999) y “El empleo del tiempo” (2002), ambas del director Laurent Cantet, así como la película de los hermanos Dardenne “Dos días, una noche” (2014). En esta última y  en El precio de un Hombre (2015) hay  un mismo desenlace vinculado al momento de la toma de posición del personaje principal.

 

El título original de “El precio de un hombre” es “La Loi du Marché, La ley del mercado. Su director Stéphane Briz  afirma que es un film político, dice  “… lo que represento es la vida de  un hombre que entrega su  cuerpo, su  tiempo y su energía a una Empresa por más de 25 años… hasta que lo echan, no por hacer mal su trabajo sino porque los empresarios quieren ganar más dinero pagando menos en otro país donde el costo laboral es más barato…” La película muestra algunas circunstancias de la vida de Thierry, su esposa y su hijo discapacitado. Presenta a los personajes por sus acciones, sin enjuiciarlas ni resolverlas. Para ello apela al valor del gesto, a la vez palabra y cuerpo, logrando que sea el rostro  del actor el que hable por sí solo. La secuencia de las escenas no explica sino más bien intentan que el espectador-lector acompañe y sienta lo que Thierry está viviendo.

¿Cómo filmar los días en la vida de una persona sin trabajo?

¿Qué es la vida si no es tiempo? ¿El tiempo es dinero?

 

Hay al comienzo de la película una discusión entre los trabajadores despedidos acerca de la mejor estrategia para la acción política.Thierry dice: “… no tengo más ánimo… meterse en un juicio será como revivir todo… yo por mi salud mental prefiero olvidarlo… siento que estamos dando vueltas y necesito seguir adelante”. La película  describe inútiles cursos laborales que no lo llevan a Thierry a ningún lado y humillantes entrevistas sin resultado. A nadie parece importarle el hombre capacitado, sino el que esté dispuesto a ceder su identidad laboral, su oficio,  con tal de sacar unos pesos que le permitan sobrevivir.

La denegación de las necesidades, la sensación de inutilidad y hasta de indignidad a consecuencia de la desocupación, se encarnan en Thierry.

 

El puesto que terminará obteniendo Thierry es el de guardia de seguridad en una cadena de supermercados, su tarea principal consistirá en espiar y delatar no sólo a clientes sino también a otros empleados que atenten contra los intereses del lugar ya sea robándose productos, vales de comida o descuentos.  Thierry es entrenado para desempeñar esta terea. La mirada del vigilador pierde en sensibilidad lo que gana en extensión. El “instructor” le dice: “… todos son potenciales ladrones… observa bien…” El propósito de ese control es descubrir, incriminar, hacer pagar y hasta despedir.

Que el destino laboral de Thierry sea un supermercado, alegoría de la sociedad en la que vivimos, permite conjeturar que la esencia de la economía capitalista no es económica pues se sostiene en función de emplazar al individuo a reducir su subjetividad escindido del sujeto del inconsciente.

 

Ante el suicidio de una de las empleadas, el Director de RRHH dice “….nadie debe sentirse responsable de nada”.  La película consiste en mostrarnos la “indiferencia ética” a la que conmina un sistema perverso que pretende lograr conciencias inocentes y los máximos beneficios.  Es claro que la moral del poder, al servicio de los bienes, requiere que los deseos inconscientes, insensatos, imposibles, acallen su voz. La dimensión ética comienza allí donde el sujeto se siente concernido y limitado por algo que va más allá de los intereses del yo, del sujeto del consumo y de prácticas de aplastamiento de la alteridad.

 

¿Cuál es la consecuencia de decir “no”?

La Ley del Mercado, denominada ley de Say en su versión clásica, dice que la oferta crea su propia demanda.

Marx[1] comienza una crítica coherente y necesaria a la ley de Say señalando  que esta ley sería válida si el intercambio de mercancías se realizara a través del trueque. Pero, en cambio, en una economía capitalista el dinero también se demanda como depósito de valor… y  esto hace que ya no exista ningún motivo por el cual los intercambios de comprar y vender deban coincidir. Al tener en cuenta el dinero, Marx explica cómo los intereses individuales y el interés general pueden entrar en conflicto. Esto rompe con la idea de una “economía neutral”. Mientras el dinero no jugaba un papel determinante, los empresarios se veían “forzados” a actuar a favor del interés general. Cuando el dinero juega un papel fundamental, los empresarios tienen más “libertad” para obtener su propio beneficio, rompiéndose la convergencia del interés individual y el general. Las acciones “libres” individuales pueden atentar contra el interés colectivo. Esto permite explicar la existencia simultánea en una sociedad de “capacidad productiva no utilizada” y de “trabajo desempleado”.

 

Thierry y su esposa enfrentan la alternativa de vender una casa ante la necesidad de dinero. Finalmente él decide no vender. Le dice al comprador “..en un momento llegamos a un acuerdo…ya no quiero vender… no estoy aquí para pedir limosna..“. Esta operación fracasa cuando la dimensión simbólica del valor de la palabra expresada en un acuerdo entre comprador y vendedor comienza a tomar características de “oblatividad”. Thierry rechaza la “oblatividad” del otro, ese otro que se presenta como aquel que, al  modo perverso “sabe” lo que hay que ofrecer… se hace el “dueño” de la operación[2]

 

Los minutos finales de la película admiten múltiples “lecturas”

Thierry es interpelado por la pregunta de una empleada descubierta pasando “vales de descuento”. Ella lo mira y le dice “…sólo son puntos, no robé nada, no tienes que informar a la dirección por tan poco…” En wichí leer se dice “yah´yen”, quiere decir “mirar profundo”. Y cuando saludan a alguien que se va, se aleja le dicen “yah´yin a nayij”, “mira tu camino, lee la vida”[3]. En ese encuentro de miradas ¿se convierte Thierry allí, por su acto de lectura, en alguien que puede recibir al otro y al mismo tiempo dar de sí lo mejor?

 

Podría leerse cierto derrotismo en el gesto final del personaje ya que, como en la escena inicial, parece querer “olvidar” a la empresa, liberarse de la crueldad de ese sistema.

Pero, en ese paso  que da el personaje, me pregunto si la decisión de Thierry  implica salir del  sistema  o más bien, soportar su propia división, su límite interior, apostando a un horizonte de responsabilidad.

Frente a ese fantasma que nos requiere como objeto de sacrificio, está la posibilidad de conquistar una relación más digna con el deseo, cuando se  preserva la relación al decir como acto.

 

Decir sí o decir no… a existir como sujeto

A veces, decir no funda un acto de afirmación…hace lugar a existir como sujeto.

El inconsciente es la política cuando conlleva una relación que no deniegue al otro, que implique el reconocimiento de la diferencia.

En su escena final, que es un elogio de la división del sujeto contra la escisión que afecta el lazo social pervirtiéndolo, este interesante film  “hace ver” ese trabajo necesario, paso relativo al tiempo como apertura a lo porvenir. Ese paso que crea lo que vale, lo que cuenta.

 

[1] Karl Marx  “El Capital”  Libro primero /Sección segunda: Mercancía y dinero. Siglo XXI editores.

[2] Norberto Ferreyra “La perversión y sus derivas” parte III. Ed Kliné

[3] Ángela Pradelli “El sentido de la lectura”.  Punto 9: Leer es mirar profundo. Ed Paidós. 2013