María Gabriela Correia: Buenas tardes. Bienvenidos a la Escuela Freudiana de la Argentina, y a esta inusual forma de presentar un libro. Un libro en formato electrónico, que ya es el tercero de esta serie.
Se trata de un libro electrónico presentado de manera remota, como corresponde en estos tiempos. Por suerte la pandemia nos ha encontrado con un paso adelante, desde que el Directorio, a través de la Secretaría de Publicaciones, y con el apoyo de Ediciones Kliné y Oscar Masotta, apostamos a esta novedosa modalidad de publicación para el colectivo que es nuestra Escuela.
Esto nos permitió sortear los efectos de la pandemia que nos ha encontrado con este recurso, que hoy nos permite seguir transmitiendo nuestra enseñanza, de manera escrita, dejando un testimonio de la misma para quienes quieran formarse en el psicoanálisis y para las futuras generaciones de analistas.
Recordarán ustedes que se llegó a recomendar no recibir libros ni papel en nuestras casas, al principio del período de aislamiento.
Es por ello una alegría compartir con ustedes el producto del trabajo de los enseñantes, que da muestras que la Escuela siguió en funcionamiento, con un esfuerzo mancomunado que ha dado sus frutos, y hoy nos encuentra aquí, presentando un libro.
No retrocedimos frente a la pandemia del COVID-19, como tampoco ante todos los males de este mundo, del mismo modo en que Freud no retrocedió al malestar en la cultura de su tiempo.
A él también le ha tocado sortear una pandemia, por la cual perdió a su hija, la Primera Guerra Mundial, además del preludio de la Segunda Guerra, el nazismo, etc.
Quiero agradecer al Directorio y a la Directora de la Escuela, Clelia Conde, por su apoyo, y especialmente a mis compañeras que conforman la Secretaría de Publicaciones: Alexandra Belnicoff, Mariana Castielli, Verónica Cohen, Edith Fernández, Ana Laura García, Alicia Higgins y María del Rosario Tosso.
Agradezco especialmente a Verónica Cohen, con quien hemos editado y revisado las correcciones y a Alexandra Belnicoff que colaboró en las correcciones finales.
Hoy, este libro que fue oruga, abre sus alas al espacio cibernético, y nos regala millones de mariposas en forma de letras que volarán quién sabe por qué ciudades. Esas letras que conllevan el deseo del enseñante rodando por un mundo remoto. Tampoco sabemos ante qué ojos se encontrarán, con cuanta pasión y amor serán leídas. De lo que sí estamos seguros que aunque con un amor remoto que contraría cualquier distancia geográfica, no por ello menos genuino, tal como sucede, algunas veces, en estos tiempos.
Hoy han sido invitados a presentar este e-book quienes nos acompañan hoy: Osvaldo Arribas, Roberto Consolo y Marta Nardi
Tomará la palabra en primer lugar Marta Nardi: A.M.E de la Escuela Freudiana de la Argentina. Responsable de la Secretaría de Enseñanza, Integrante del Consejo de la FCL.
Continúa Roberto Consolo: Psicoanalista. Fundador de la Escuela Freud/Lacan de La Plata. Actual Presidente.
Escucharemos a Osvaldo Arribas: A.M.E. De la Escuela Freudiana de la Argentina. Co-fundador de la FCL. Autor del prólogo del libro que hoy presentamos.
Marta Nardi: Buenas tardes: en primer lugar agradezco a la Secretaría de Publicaciones y a María Gabriela Correia en particular por la invitación a presentar este libro que reúne las clases de uno de nuestros Cursos Intensivos. Este Curso está a cargo de la Secretaría de Enseñanza y uno de sus rasgos son los grupos de trabajo que se forman después de las exposiciones. Estos grupos tienen la finalidad de formular comentarios o preguntas que son respondidas por los enseñantes. De ahí la modalidad de las preguntas que van a encontrar a continuación de cada clase.
Nos planteamos la identificación, porque consideramos que se trata de una de las operaciones constitutivas del ser hablante. Descubierta por Freud como operación formadora del yo y deudora del proceso del duelo es reformulada por Lacan en términos necesarios de aprehender para la conducción de los análisis.
Cuando nos planteamos tomar el Seminario La identificación comprendimos rápidamente que en siete reuniones no era posible tomar todo el seminario. Entonces elegimos un eje que nos parece fundamental: La identificación de sujeto no del sujeto, sino esa identificación sin la cual no se podría hablar de un sujeto.
La identificación supone la ruptura de la identidad, es decir supone como primer tiempo lógico una pérdida. No se reduce a un parecido, es una operación compleja que presenta sus dificultades para trabajar en la clínica. De ahí el primer tema del Curso: las categorías de la falta lo que nos ayuda a diferenciar rápidamente mímesis, copia de la identificación. De paso les leo el programa completo
Les leo el programa y los enseñantes:
- La estructura de la identificación de sujeto: privación frustración, castración. Jorge Linietsky y Stella Maris Nieto.
- La marca, la identificación, la fobia. Diego Fernández y Carola Oñate Muñoz.
- La identificación en el fantasma: el síntoma. Helga Fernández y Adriana Hercman.
- La letra, la identificación, el nombre propio. Norberto Ferreyra y Noemí Sirota.
- De la identificación a la apropiación del nombre. Andrés Barbarosch y Alicia Hartmann.
- La función del olvido y el nombre propio. Verónica Cohen y Clara Salz
- Nominación , nombre propio y síntoma. Osvaldo Arribas y María Gabriela Correia
A lo largo de estas clases se trabajará la identificación de sujeto al rasgo como la marca que nos sostiene a lo largo de nuestras vidas. Es la identificación soporte de las otras identificaciones, las especulares por ejemplo que sostienen, al decir de Lacan, un “buen narcisismo” necesario para resolver nuestros “embrollos”. Los síntomas cobran otra dimensión en la dirección de la cura ya que las identificaciones histéricas pierden esa característica de caprichos o “falta de personalidad” y pasan a ser lugares propicios para leer la identificación de sujeto, la marca, difícil de trabajar en la clínica, pero que se extraña cuando falta. A veces puede resultar fallida.
La dificultad de trabajar este seminario también radica en los múltiples recursos que Lacan emplea para precisar esta operación: lógica con Peirce, el algebra con raíz cuadrada de -1, de los números irracionales a los imaginarios, la topología, las diferentes teorías sobre el nombrar. Van a desfilar Bertrand Russell, John Gardiner, van a encontrar a Fregue y Kripke en esta búsqueda de la especificidad del nombre propio. Cuando nombre algo identifico algo, entonces las teorías sobre el nombre propio y el nombrar son revisadas: que estoy haciendo o que operaciones se ponen en juego cuando nombro algo. ¿Nombrar es poner etiquetas a la cosas? ¿Cuando digo nombre digo las características del objeto?
Verán que hay una insistencia en la cuestión del nombre; en nuestros cursos tratamos en la medida de lo posible de hacer un puente con otros seminarios donde el tema insiste y la cuestión del nombre y de la nominación es uno de los temas que vemos una y otra vez en la obra de Lacan y en la clínica.
Identificación de sujeto: El rasgo es una marca, que sirve para contar para contarse. Contarse es descontarse de la serie de las generaciones. Es decir por un lado somos uno más en el lazo social pero soy uno y no me confundo con el Otro.
Y aquí entra en juego la cuestión del nombre propio que porta esta doble vertiente de por un lado ser lo menos propio en tanto nos fue dado y por otro es lo que nos “identifica” frente a los otros. Entonces la tarea sería aceptarlo, lo que puede ser leído como alienación pero al mismo tiempo descontarse y forjarse ese nombre como propio
Por ejemplo: ¿cómo o porqué respondemos a nuestro nombre, quiero decir, cómo y porqué nos identificamos con nuestro nombre? ¿Es que nuestro nombre puede ser considerado nuestro o siempre es deudor del Nombre del Padre? ¿Qué quiere decir hablar en nombre propio?
La identificación de sujeto es una marca pero las especulares formadoras del yo intentan un abrazo con el objeto guiadas por el significante que hacen imposibles tal estrechamiento. De donde el Nombre Propio hace de sutura o intenta suturar ese gap presente en la identificación. Es una de las funciones del nombre pero no la única
Si esta distancia es admitida, en el sentido del juicio, un nombre propio puede advenir. Desde esta óptica asumir el nombre propio es otra manera de decir castración.
Si no es admitida, si el empeño sigue en ser Uno con el Otro, o rechazar el primer momento lógico de alienación o de inserción en la cadena de las generaciones nos vamos a encontrar con el síntoma.
La identificación en el fantasma nos presenta no solo la identificación guiada por el significante sino la identificación al objeto. El fantasma es un buen topos para trabajar la identificación. Nos protege de disolvernos en el Otro, fantasma habitual en las fobias, en situaciones donde la realización de un deseo, o mejor dicho su cumplimiento es anticipado como desastroso para el sujeto, en varias versiones siendo la más frecuente la disolución del hablante. A veces el fantasma pierde este aspecto protector, entonces la identificación especular- i(a) en el fantasma- falla y sobreviene no ya la fobia sino el pánico más absoluto, la angustia aniquiladora donde por momentos entramos en duda si la identificación de sujeto ha sido exitosa.
A veces la identificación puede operar como una defensa y entonces es difícil de distinguir de la mímesis, pero ser una defensa no es su principal objetivo.
Su objetivo, si podemos decirlo así, es brindarnos una cierta estabilidad frente a la falla de la representación, frente a la distancia irreductible entre las palabras y las cosas. Compensa de alguna manera esa falla estructural que en un análisis para a ser una falta.
Cito una frase de la clase de Norberto Ferreyra: “Entonces, nacemos así en estas condiciones y para aprender a hablar y los traumas que esto significa, Lacan lo dice en el Seminario XXIV: Lo no-sabido que sabe
“…lo que importa son esos traumas en los que se aprehende a hablar, y para eso es necesario que haya una cuestión que se llama identificación…”
También es tratada en estas clases otra de las preocupaciones de Lacan iniciada en la Instancia de la letra, la letra como punto de detención de la cadena significante, aquí tomada como lo que anuda identificación y síntoma, enlaza identificación y síntoma. Esta precisión Lacan la va a ir haciendo desde el Seminario IX hasta El Seminario XXII: RSI, es decir, desde el año 1962 hasta el 1975.
Con el olvido de los nombres propios y siguiendo a Freud, vemos como una identidad de percepción, así podríamos decir lo que le pasa a Freud, y aquí los invito a seguir el trabajo de las enseñantes para reconstruir en el olvido del nombre Signorelli la identidad entre Sig de Signorelli y el Sig de Sigmund. Es interesante porque esta identidad de percepción es la que le impide a Freud decir el nombre y lo aliena en una suerte de identificación especular con la imagen del pintor. Ve la imagen, el rostro del pintor pero no recuerda al nombre, cosa que nos pasa con cierta frecuencia. Bueno, una identidad de percepción nos está impidiendo nombrar.
En La subversión del sujeto y la dialéctica del deseo…. Lacan dice que el neurótico es un sin nombre. Inexistente y sin nombre. Vivir no es necesariamente existir. Se existe en el decir y no siempre que uno habla dice algo. El neurótico es un sin nombre en tanto capturado en el fantasma. El fantasma es anónimo “Pegan a un niño.” no dice nada del que sostiene ese fantasma pero si digo Pegan a un niño y en ese decir puedo afirmar que el niño pegado soy yo y mi goce está amarrado a ese lugar y mi deseo me lleva ahí a pesar de mi voluntad, si puede decir entonces me sostengo en el decir en cuyo caso el yo de la alienación especular podría pasar a ser un nombre, mi nombre
Después de todo cada vez que el sujeto habla se nombra sin saber con qué nombre, Pero cuando hay un decir en el sentido estricto del decir ahí el sujeto se nombra en ese decir sin saberlo hasta que le viene del otro porque mi nombre propio se juega en el lazo social.
Roberto Consolo: Buenas tardes, estoy muy agradecido por ser invitado a presentar este libro y a compartir la mesa con Marta y con Osvaldo. En primer término agradezco a María Gabriela Correia, que me acercó la invitación y el libro, a los amigos todos de la Escuela Freudiana de la Argentina, a su directora Clelia Conde y al querido maestro Norberto Ferreyra.
Creo que nunca mejor momento que este para presentar un libro electrónico. No hace falta que los aburra con detalles sobre lo actual y las cosas en las que estamos inmersos creo que desde hace un tiempo infinito. Pero sí entiendo que es valioso reconocer las virtudes que hoy nos ofrece un libro electrónico aunque no podamos oler el papel, su tinta, porque quien no acepta que las cosas cambian, nunca podrá cambiar nada.
¿Las presentaciones de libros también cambian? Bueno, de hecho ahora estamos cada uno en nuestro pequeño departamentito Zoom, como mirándonos en la foto del DNI. Pero me preguntaba quién es el otro de una presentación, de quién son deudoras las palabras de una presentación. Bueno, creo que en principio uno se debe al libro, pero como entidad autónoma, como algo que vive y descansa a la espera del lector, y por supuesto los lectores. Obviamente que este libro es una creación de los autores. Por eso primero mi agradecimiento hacia ellos, la felicitación por haber parido un libro y la valoración de este gran trabajo. Pero todos sabemos que cada libro después de escrito y publicado se desprende, se emancipa del autor, a veces hasta se pierden y como cualquier vida lleva un destino incierto con el que sí me gustaría quedar bien, en verdad mucho más que con ustedes, e incluso incidir con mis palabras en algo de ese destino. Porque si hay algo que me interesa de esta presentación es que al libro lo lean, me gustaría que lo lean porque como dije, los libros duermen ansiosos esperando los ojos bien abiertos de lector, pero también hay otros motivos y ahora se los voy a ir contando.
El libro trata sobre identificación, nombre propio, síntoma, una lectura del seminario IX. Así dice su nombre propio. Prefiero pensar que los libros tienen nombre propio en vez de título, incluso apodos y enunciación, como los amigos.
Sabemos que el psicoanálisis tiene conceptos fundamentales pero no tiene conceptos secundarios o accesorios, sino que a mi entender al comportarse cada concepto como significantes adquieren valor y significación según con los que se relacionan. Esta tríada tan interesante, identificación, nombre propio y síntoma, se sostiene en la originalidad de sus articulaciones y en la delicadeza de cada uno de sus desarrollos, sobre todo enmarcados en las enseñanzas de Freud y de Lacan. Y esto de por sí, en la proteiforme actualidad del psicoanálisis, ya produce un plus valor con el que el lector se queda.
Por otro lado, éste es un libro de escuela y esto no es poca cosa, ya que proviene del trabajo de escuela manifestado en el curso intensivo, que es un espacio de enseñanza y transmisión sumamente afianzado en la Escuela Freudiana de la Argentina, incluso del cual han surgido otras valiosas publicaciones.
El despliegue de cada uno de los conceptos si bien es minucioso, no es un trabajo profesoral, sino que el libro está escrito por analistas. Es decir que los textos están atravesados por el análisis de cada uno, por sus muchos años de clínica y por la singular forma en que cada uno ha sido tomado por los conceptos en el lazo con otros analistas y cómo esto ha producido enseñanza. De aquí surge la particularidad de un texto determinado por el discurso del psicoanálisis. Los autores son catorce y quiero nombrarlos. Aprovecho el orden en el que aparecen en la sucesión de los siete capítulos del libro: Jorge Linietsky y Stella Maris Nieto, Diego Fernández y Carola Oñate Muñoz, Helga Fernández y Adriana Hercman, Norberto Ferreyra y Noemí Sirota, Andrés Barbarosch y Alicia Hartmann, Verónica Cohen y Clara Salz, Osvaldo Arribas y María Gabriela Correia. Analistas todos, es decir que en el desarrollo y en la disección de los conceptos algo se dice, algo se lee en las letras, en la enunciación y si hay buena fortuna y el saber que el texto teje produce transferencia, habrá transmisión. Una transmisión que a priori nunca sabremos qué significantes habrán sido para cada uno, pero lo que sí sabemos es que sí hubo transmisión, si algo de lo que el texto nos dijo al oído pasa a formar parte nuestra, eso tendrá la virtud de transformarnos en muchos sentidos y lo que casi siempre esperamos es que sea como analistas.
No es necesario conocer en profundidad el Alzheimer para saber que somos nuestra memoria, nuestro nombre propio, nuestras identificaciones y nuestros síntomas. Y que ese museo de imprecisiones, fragmentos de imágenes, agujeros y palabras, para nosotros, una buena parte provienen de los libros de los que estamos hechos. Este posiblemente sea el mejor destino de nuestro libro y tal vez ya no estemos lejos de eso.
La dimensión inconsciente del lenguaje se expresa en tres manifestaciones subjetivas de las que proviene el mundo humano. Son tres acciones de lenguaje plausibles de devenir en acto, por eso son tres verbos: pensar, hablar, escribir. Los tres están articulados, pero entre cada uno de ellos hay un salto cualitativo, un salto imposible que los separa. Marguerite Duras nos dijo con claridad que sólo tras haber aceptado que escribir es absolutamente imposible, recién ahí, algo se escribe. Estas tres manifestaciones del lenguaje están presentes en el libro, pero hay un pasaje muy interesante de la palabra hablada a la palabra escrita que está muy bien hecho, ya que el texto proviene de un seminario oral. Y esto le da una fluidez y una prestancia de claridad, que invita a internarse con mayor comodidad a la complejidad de los temas.
Voy un poco a las palabras del libro, tomo algunos párrafos, no digo al azar, pero casi. La idea es despuntar los tres conceptos que trabaja.
Vamos con la identificación. Aclaro que cada concepto está articulado a los otros a lo largo del libro y es abordado desde tantos ángulos diferentes y en tan distintos contextos, que es imposible no formarse una idea bastante clara de ellos, fíjense esta:
Viene hablando de cómo un viviente puede llegar a hablar, entonces dice: “Bueno, esa es la teoría respecto de la conformación del ser hablante en tanto sujeto. Pero esto nunca es logrado aunque uno hable, sino que hay siempre una falla provocada por la incompletud del lenguaje y a la vez por la existencia particular del organismo viviente que somos en tanto seres hablantes; hay siempre una falla que deja un resto sin elaborar o bien nunca se hace simbólico.
La identificación lo que pretende es que frente a esta inestabilidad dado que no hay seguridad o garantía de que algo pueda ser representado -acuérdense que el significante es lo que representa al sujeto ante otro significante- no hay un éxito de la representación, la identificación compensa. Es en este fracaso en donde viene la identificación, no digamos a suplir que sería un término demasiado técnico, pero sí a compensar esta situación que de estructura es de falla.” Hasta acá la cita.
Ahora fíjense qué interesante, qué valiosa es la idea de que la identificación viene a compensar, o al menos pretende producir un cierto resarcimiento de una falla insimbolizable de la estructura subjetiva. Sobre todo lo interesante es sopesar las consecuencias clínicas que trae esta afirmación. Por ejemplo cuando lo que está en juego en un momento muy preciso de un análisis es una identificación; qué función viene a desempeñar esa identificación en esa estructura subjetiva.
Bueno de esto no hablé, pero el libro está plagado de referencias clínicas. De hecho, entiendo que es de donde proviene y fundamentalmente hacia donde se dirige.
Otro párrafo interesante, ahora sobre el nombre propio:
“Lacan dice que la nominación siempre hace agujero. Es una definición muy fuerte, pero significa que la nominación no es una etiqueta sobre un objeto, que hace agujero y no lo tapa. Hace agujero. Por otro lado, sabemos que el nombre propio intenta funcionar, aunque no lo logre, como tapa, como tapón o sutura de ese agujero en relación con el sujeto de la enunciación. El nombre propio está muy claro a nivel del enunciado, todo el mundo sabe su nombre y sabe cuál es su nombre el que está hablando. Lo que nadie sabe del todo, es quién habla cuando él habla, en nombre de quién lo hace”. Esto dice el texto.
Es decir que aunque el nombre propio implica una instancia de la identificación, no es un significante cualquiera, porque no tiene sentido y es por completo intraducible, como una marca que nombra al sujeto -esto también está muy bien desarrollado en el texto- y justamente ese nombre propio nunca llega a decir nada de la enunciación, no nombra al sujeto del inconciente, que es justamente lo que tiene que descifrar la escucha del analista. Aunque a veces nosotros también nos olvidemos el nombre de los pacientes.
Para terminar un breve apartado sobre el síntoma; les leo:
“El descubrimiento de Freud es que el síntoma en el análisis habla, el síntoma encierra un sentido relativo a un orden de deseo. Ustedes recuerdan: se trata de un sentido infantil, sexual y traumático. Si el síntoma se repite, es porque tiene un sentido, porque figura, va al lugar -dice Freud- de la práctica sexual del neurótico. O sea, el síntoma va al lugar de la vivencia infantil, sexual y traumática. En este sentido, el síntoma para Lacan a la altura del Seminario VI: El deseo y su interpretación, tiene el carácter de máscara, en la medida en que abre un enigma relativo al deseo que –va a decir a esa altura de la enseñanza- busca hacerse reconocer.”
Este párrafo también me gusta mucho porque es muy reconfortante y vital para el psicoanálisis volver sobre las letras de Freud articuladas a distintos momentos de la enseñanza de Lacan, porque ahí está la especificidad de nuestro quehacer como analistas y seguramente por donde podemos hacer avanzar a nuestro psicoanálisis. Y este libro a mi gusto se encuentra en esta línea.
Bueno, hasta acá me parece que está bien. Ya se habrán dado cuenta que no les voy a decir el nombre propio de los autores de cada uno de los párrafos que recién les leí. Eso se lo dejo a ustedes, les encomiendo esta búsqueda para cuando lean el libro, acuérdense que lo van a descubrir. Y en este pequeño acto lúdico, que también es el acto de leer, van a encontrarse con muchas cosas más que este libro nos trae. Que lo disfruten. Gracias por escucharme.
Roberto Consolo. Noviembre, Año del Coronavirus
Osvaldo Arribas: Hoy, 6 de noviembre de 2020, presentamos el e-book del Curso intensivo anual del año 2018, producto del trabajo de la Secretaría de Publicaciones de la EFA a cargo de María Gabriela Correia, y del trabajo previo que implicó organizar el curso a cargo de Marta Nardi y, por último, de todos lo que se encargaron de preparar y dar las clases de ese seminario.
El título general del seminario fue “Identificación, nombre propio y síntoma. Una lectura del Seminario IX”.
Yo escribí el prólogo de este libro y sólo les voy a leer algunos puntos.
Fueron 14 clases dictadas por varios miembros de nuestra Escuela Freudiana de la Argentina, el título general nombra los principales ejes que vertebraron el trabajo.
Las dos primeras clases las dieron Jorge Linietsky y Stella Maris Nieto, con el título “La estructura de la identificación de sujeto: privación, frustración, castración”, ambas clases estuvieron referidas especialmente a lo que se pone en juego en la constitución del sujeto respecto del rasgo unario, a lo que significa la entrada del sujeto en la cuenta, como contado y como “contador”, como quien cuenta, se cuenta y se descuenta, respecto de una falta que es estructurante porque le hace lugar. No hay sujeto sin la entrada del significante en lo real y el agujero que implica.
Luego siguieron Diego Fernández y Carola Oñate Muñoz, que tomaron la articulación relativa a “La marca, la identificación, la fobia”. La marca de la que se trata es la marca de un deseo, un deseo que, de no estar marcado a su vez, desata la fobia como una estrategia propia del sujeto para defenderse y permitirle sostener su “propio” deseo, su marca, frente a la inmensidad de un deseo materno que, sin marcas, puede asfixiarlo.
Por su parte, Helga Fernández y Adriana Hercman se enfocaron en “La identificación en el fantasma: síntoma”, es decir, en la relación del síntoma con la identificación sostenida en el fantasma. Cuando se produce la identificación, el sujeto cuenta y descuenta, y lo que descuenta lo descuenta para contarse como Uno, pero lo descontado retorna y se hace contar como falla en la cuenta, como un resto incontable reaparece en el síntoma.
Norberto Ferreyra y Noemí Sirota trabajaron “La letra, la identificación, el nombre”. Siempre hay una falla en el proceso de identificación, propia de la estructura, una falla en el movimiento de representación que siempre deja un resto. Esa falla se traducirá luego en la falta que el sujeto habrá de elaborar. La identificación no se reduce a la alienación, no es la alienación sin la separación. La identificación es necesaria para para que uno le hable a otro, desde un lugar discriminado en el que se sostenga, aunque no sin síntomas.
Y la pregunta es si el nombre nos identifica, o “es lo que puede nombrar con éxito el fracaso de la identificación”.
Andrés Barbarosch y Alicia Hartmann encararon la cuestión que va “De la identificación a la apropiación del nombre”, lo cual significa una discriminación entre ambos términos, pues identificación no implica, necesariamente, apropiación. Sin esa discriminación no se podría decir que el neurótico es un “sin nombre”, alguien que ofrece su castración al goce del Otro, que sacrifica su propia existencia para garantizar la del Otro, y que por eso no se apropia del nombre y lo ofrece al goce del Otro.
Verónica Cohen y Clara Salz tomaron la línea que se sigue de “La función del olvido y el nombre propio. De la identidad a la identificación”. El nombre cumple la función de nombrar, y el sujeto lo adopta, adopta su nombre, se identifica con ese nombre al que el otro lo identifica, o bien, puede suceder que lo rechace. Se da el caso de que algunos adoptan su primer nombre y rechazan el segundo, o viceversa, pero apropiarse del nombre es la marca del paso a otra cosa, y es un pasaje necesario que va de la alienación a la separación. El nombre propio es extraño y familiar, viene del Otro y queda en cuestión hasta que el sujeto puede hacer algo con él.
Una pregunta freudiana: ¿por qué los nombres propios serían más apropiados para el olvido que cualquier otra palabra? Uno puede olvidar un sustantivo y sustituirlo por otro, una palabra por otra palabra similar, pero cuando se trata del nombre propio no se lo puede sustituir por cualquier otro, el nombre propio es insustituible, por eso su olvido es siempre notorio, indisimulable. No hay metonimia que pueda sustituir la metáfora del nombre.
Y las dos últimas clases que dictamos fuimos María Gabriela Correia y yo, que hicimos algunas puntuaciones acerca de la articulación acerca de la “Nominación, el nombre propio y el sujeto”.
El nombre propio es una inscripción, una marca, que pierde el sentido para consolidarse como marca, como letra, como escritura. Pero el nombre del enunciado no se equipara con el nombre de la enunciación, pero lo pretende, busca suturar ese agujero entre enunciado y enunciación, ese mismo agujero que se abre o se deja ver, se hace notorio, salta a la vista, cuando se produce el olvido de un nombre propio. La interpretación es una lectura en transferencia de ese acontecimiento, un descifrado del cifrado del inconsciente. Una lectura que distingue las operaciones que significan traducir, transcribir y transliterar.
La conjetura de Lacan es que es porque se lee en lo que se escucha, que hay escritura. Es decir, escribimos porque algo se escucha, en los tres registros anudados por la función del significante del Nombre del Padre. Sin la inscripción de este significante primordial no hay inscripción de ese vacío, de esa falta que hace a la sustitución y al funcionamiento de la metáfora, que es lo que nos hace y nos permite hablar e intentar enseñar y transmitir.
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