Por Rita Chernicoff
Es posible que el nacimiento del amor sea la obediencia a una voz. A la entonación de una voz.
Este texto es el octavo de la Colección Último Reino VIII. Fue escrito en 1998 después de una situación en la que se encontró el autor entre la vida y la muerte. Estaba dedicado desde 1994 exclusivamente a su trabajo de escritor.
En esta obra combina ensayo, ficción, sueños, cuentos, pequeños tratados con razonamientos geométricos, axiomas y corolarios, relatos de corte mítico, y por momentos desarrolla reseñas autobiográficas, con enlaces a la poesía.
Despliega su propia teoría sobre el amor, al que define como fatal, asocial, implacable y centralmente secreto, al margen de la familia y de la sociedad porque remite a la vida previa, antes de la luz, antes del lenguaje, sólo existe en el silencio de los cuerpos y se rebela en el momento del adiós.
Plantea que amor deriva de amma, mamma, mamilla, siendo mamario y mamá formas casi indistintas. “El amor es una palabra que remite a una boca que habla menos de lo que mama, cuando espontáneamente acerca sus labios con avidez.”
El aprender dice provocarle un placer intenso, y lo relaciona con el nacer. “Quien no siente placer cuando aprende no merece que le enseñen. Apasionarse por lo que es diferente, amar, y aprender, es lo mismo”.
Refiere a su infancia: “desgarrada entre dos lenguas y finalmente colmada por el silencio y la música, a los que, hablando con franqueza, yo había confundido hasta el punto de componer una mínima demencia”. El estar en el lenguaje -en silencio- es lo que lo lleva a escribir.
Cuenta su relación apasionada con Nemie Satler, nombre falso de su profesora de música para quien interpretar una partitura era exhumar la fuerza que había poseído el compositor, destruirla; para él como autor, también dice, el arte siempre destruye. En Freud encontramos una afirmación sobre la pulsión de muerte: es condición de la creación.
De Satler, un detalle a destacar, era el nombre del propietario de la pensión donde Vivaldi muere, habiendo transcurrido ahí sus últimos años ya estando en la ruina y despreciado por su música.
El autor produce alternancias o saltos en la continuidad de su relato, pasa de su historia personal a la investigación de la vida secreta.
Respecto del amor dice que nada y se remonta hacia esa fusión con lo materno en tiempos en la que la historia del sujeto aún no había comenzado, retornando el eco del desgarramiento que lo separó de la madre, convirtiéndolo en individuo. Se refiere a que si el amor en la vida adulta se percibe con especial intensidad en el momento de la pérdida es porque su origen es la experiencia de la pérdida. Para él, el amor y el secreto, son la misma cosa: “Y el amor es la vida secreta, la vida separada y sagrada, la vida al margen de la sociedad”.
Recordé una frase de Ensayos Lacanianos de Oscar Masotta[1] : “El sujeto debe expulsarse de su posición fálica, tal la condición para que el sujeto en cuestión tenga historia”
Plantea que la lengua conlleva la posibilidad de callarse, de negarse a expresarse.
Otro punto de su reflexión sobre el amor deriva de la fascinación. ”La fascinatio que ejerce el fascinus respecto de la otra forma deseada, la vinculada al espanto, la obsesión fóbica, o lo espeluznante. ¿Qué es el espanto? ¿Qué es lo espeluznante? Es permanecer inmovilizado. Quedar condenado a la imposibilidad de la fuga y la imposibilidad del contacto.”
Siendo la elección en el amor la más simple: o me ama o me muero, importándole sólo ese único rostro, pues es un vínculo antisocial y de carácter pasivo.
Este amor en su concepción, tiende a la unidad, a lo mortífero, dejando afuera al deseo.
El deseo desengaña, individualiza: ”desear es un verbo incomprensible. Es no ver. Es buscar. Es añorar la ausencia, esperar, soñar, aguardar.”
Retoma una y otra vez cómo la madre introduce en el interior de su hijo la lengua materna, la supone en el niño por ella hipnotizado, devolviéndole el niño a la madre el don que ella le concedió, está investido. Hay una apuesta en el sentido de Pascal, a que ese niño hable.
En sus páginas aparecen referencias a Homero: “La definición de Circe (odiseax,335) equipara el depósito del secreto de la desnudez sexual con el depósito de los secretos del alma…”, como también sobre la historia de amor de Eloísa y Abelardo[2]
Piensa del erotismo del mismo modo que Bataille: es una experiencia próxima a la locura y la muerte.
Mitos como el relativo a la desaparición de Nukarpiatekak, que trata de un iglú erigido para la pesca del salmón que desova. En esa trama están en sincronía el origen y el fin.
Por último y siguiendo al autor, sitúa una forma de equivalencia entre estos verbos y funciones cuando dice: -ver es desaparecer- y en esto hace notar la intensidad.
”Es lo que pasa con el hombre
que desea y que desaparece en lo que desea con su deseo.”
[1] Oscar Masotta: “Edipo, perversión y castración”, en Ensayos lacanianos. Editorial Anagrama.
[2] https://mitosyleyendas.idoneos.com/mitologia_medieval/abelardo_y_eloisa/
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