Por Graciela Zagarese

El Horla, de Guy de Maupassant

Ya en las primeras páginas de este magnífico cuento Guy de Maupassant nos ubica en una atmósfera que al mismo tiempo nos subyuga y nos estremece.

Su autor cuyo nombre completo es Henry René Albert Guy de Maupassant nace el 5 de agosto de 1850 en el castillo de Miromesnil, Dieppe, Francia y fallece en París el 6 de julio de 1893.

A los 19 años inicia sus estudios de Derecho en La Sorbona, estudios que interrumpe para participar en la guerra franco prusiana. Posteriormente trabajó como empleado público abocándose por las noches a la escritura.

Maupassant es uno de los más importantes escritores de la escuela naturalista.

Fue admirador y discípulo de Gustave Flaubert y a través de él conoció a otros grandes escritores como Iván Turguénev, Émile Zola, los hermanos Goncourt, Henry James..

Su fecunda producción se desplegó entre los años 1880 y 1890; en ese lapso escribió dieciséis volúmenes de cuentos, seis novelas, tres volúmenes de descripciones de viajes y numerosos artículos periodísticos.

Es en El Horla, soberbio cuento escrito en primera persona en forma de diario, dónde el autor nos presenta impecablemente el fenómeno del doble.

Ya en el inicio del relato somos llevados a participar de un mundo donde realidad y fantasía conviven, se consustancian, se intrincan.

Un episodio casual, la llegada de un bergantín brasileño a las costas donde mora el protagonista da comienzo al cuento.

 “A eso de las once, frente a la reja de mi ventana, desfiló un largo convoy de navíos, arrastrados por un remolcador grande como una mosca y que jadeaba de fatiga echando un  humo espeso por su chimenea. Después de dos goletas inglesas, cuyas rojas banderas flameaban sobre el fondo del cielo, navegaba un soberbio bergantín brasileño, todo blanco, admirablemente limpio y reluciente. Saludé su paso. No sé por qué me dio tanto placer contemplar ese navío”.

Es a partir de ese momento que el protagonista se ve afectado por algo, una presencia extraña, a la que llama el Horla y es ella la que lo lleva a cuestionar su percepción sensorial haciendo que su intelecto la reconfigure otorgándole sentido.

“¡Cuán profundo es el misterio de lo invisible! No podemos explorarlo con nuestros mediocres sentidos ….” “ ¡Ah! ¡Si tuviéramos otros órganos que nos hicieran sentir otros milagros, cuántas cosas podríamos descubrir a nuestro alrededor!”.

A lo largo del cuento podemos ver cómo lo literario se halla empañado de los saberes médicos de la época.

“Es extraño que un simple malestar, un trastorno de la circulación, o puede que la irritación de algún nervio, un poco de congestión, una pequeña perturbación del funcionamiento tan imperfecto y delicado de nuestra máquina viviente, convierta al más alegre de los hombres en un melancólico y en un cobarde al más valiente”.

Con un lenguaje claro, llano, transparente, Maupassant nos va adentrando en un clima opresivo donde los espacios van adquiriendo un espesor simbólico perturbador, sofocante.

“Súbitamente, un estremecimiento me embargó, no de frío sino de un extraño escalofrío de angustia. Apuré el paso, inquieto por estar solo en ese bosque, asustado sin razón y estúpidamente, por el profundo silencio. De repente, me pareció que me seguían, que alguien marchaba sobre mis talones, muy cerca, a punto de tocarme”.

Y continúa : “Me di vuelta repentinamente. Estaba solo. No vi detrás de mí sino la recta y ancha alameda vacía. Pavorosamente vacía. Del otro lado, también hasta perderse de vista, se extendía igualmente solitaria y atemorizante”.

La vacilación y la duda se instalan dando lugar a un punto de vista inestable.

“¿Es una ráfaga fría la que me ha rozado la piel….? Es la forma de las nubes….?¿Quién puede saberlo?”.

La angustia es la protagonista de este cuento fantástico, se hace presente en todas partes, se precipita en el momento menos esperado,  palpita. El lector la hace suya, ella lo toca, lo estremece. Sabemos que no es en lo irreal donde encuentra su morada, sino cuando algo de lo real se aloja allí. Es la presencia de este otro, el Horla, quien la despierta.

“Anoche sentí que alguien se inclinaba sobre mí y con su boca en la mía me bebía la vida” “ Es el Horla que me hechiza, que me hace pensar esas locuras. Él está en mí, se convierte en mi alma”.

Maupassant refiriéndose a sí mismo nos dice: “… porque llevo dentro de mí esa vida doble que es la fuerza, y al mismo tiempo la desdicha del escritor”.

El miedo a la locura, la enfermedad y la muerte son la sustancia de su obra, de ahí que sus cuentos nos ofrezcan un material tan vívido, tan real y alucinante.

Leerlo es precipitarnos en los recovecos más secretos de su alma.

Otto Rank en su libro El Doble, haciendo alusión a Maupassant manifiesta: “Había luchado contra su “enemigo interior” a quién en forma tan espléndida presentó en El Horla. Este cuento, junto con Él y muchos otros, no es más que una descripción, profundamente conmovedora, de sí mismo.”