Por Stella Maris Nieto
El último film de este director del nuevo cine francés, disloca la clasificación y detiene el juicio. En un mundo donde ya nada parece desafiar lo imaginable, Bruno Dumont nos ofrece un género donde mezcla la tragicomedia con la novela negra y el grotesco en humor negro. Cada pieza del film (escenarios, personajes, argumentos) está diseñada con un estilete filoso fríamente calculado, donde se ve la influencia de sus cineastas favoritos: Kubrick, Bergman, Pasolini.
Ambientada en la Bahía Slack, al norte de Francia, lugar donde en la marea alta, se unen el río con el mar, la historia comienza en 1910 con el arribo a su casa de verano de los Van Peteghens, una decadente familia burguesa, cuya vida oculta –incesto, degradación y violación– brota con la naturalidad de una rama en el muro.
En la bahía de pescadores viven los Brefort, cuyo padre de familia es apodado “El eterno”, con un hijo mayor “Ma Loute” y un sin fin de hermanitos que pululan haciendo pillerías. Se los ve arrancando mejillones de las piedras, bajo el mando de la madre.
Se agregan a la historia el inspector Machin y su asistente Malfoy, (dos personajes sacados de los cómics y vestidos como el gordo y el flaco) que se presentan cuando comienzan a sucederse misteriosas desapariciones de turistas. Como es de suponer, sus investigaciones no conducen a nada puesto que como en La carta robada de Poe, se les pasa por alto lo que está a la vista
Los Brefort matan y engullen con naturalidad a los turistas, dando muestras de un canibalismo que deja atónito al espectador frente al banquete en que los niños se disputan trozos de dedos, mientras la madre pregunta con un desmembrado pie en su mano, quien quiere comer más. Asqueados como los espectadores, los niños con sangre en sus bocas, gritan a coro que no.
Para agregar una nota romántica, la hija mayor de los Peteghens, fruto de violaciones cruzadas a su madre de su propio hermano y su padre, comienza un idilio con el mayor de los Van Peteghens, el famoso Ma Loute.
Billy es el nombre de la supuesta joven que se viste de varón, siendo que se trata de un varón que en ocasiones se viste de niña. El descubrimiento del engaño desata la furia de Ma Loute, quien parece querer matarla/o a golpes agregando una pieza comestible más, junto a la recolección que ya hizo “El eterno” de la madre de Billy y su hermano.
Sin embargo, un instante de piedad de Ma Loute, los devuelve sanos y salvos, llevándose el mérito de su aparición los inspectores, en una ironía cómica, donde todo el pueblo festeja juntos, mientras el inspector Malfoy se eleva como un globo inflado, al que sólo se puede hacer descender con un tiro que lo desinfla.
Se trata de un delirio surrealista donde se mezclan los registros de violencia grotesca, comedia y horror, en un vale todo. Los estereotipos son inútiles, pero el director sabe aprovechar los tipos sociales para dar cuenta del fracaso al que ha conducido a nuestro mundo el capitalismo, al que se alude. La falla es política, social y moral. Lo muestra la convivencia, cada vez en mayor proporción en el sufrimiento, el dolor, la violencia, el racismo, el sexismo y la homofobia. No hay lugar para el amor ni el lazo de discurso, sólo quedan las relaciones indiscriminadas donde no arriba la sexuación y bulle la androginia, el canibalismo y la endogamia. Tal vez se puede poner en relación el nombre del personaje, que da título a la película y eso nos dé una pista alrededor de este film misterioso. “Ma Loute” en slang (lunfardo) nombra “mi cariño” en lugar de decir “mi mujer” lo que, leo como una clave.
Si en la trama la diferencia sexual desaparece, podemos encontrar la doble represión de la mujer (por los hombres y por las mujeres) en los diferentes personajes que participan, lo que se muestra en la película en varios registros: la esposa de los Van Peteghens elevándose como una virgen en un pasaje místico y cómico, la madre de Billy que dramatiza teatralmente las violaciones por su padre y hermano, y la androginia de Billy.
Una película super original por su estilo, que sacude con instantes de empatía, otros de fascinación y también de repulsión. Si el espectador cuenta con el bagaje simbólico para tomar distancia y leer el mensaje entre líneas, de metáforas, equivalencias, condensaciones y desplazamientos, es una brillante pintura del mundo actual en clave de la Belle Epoque.
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