El lenguaje del autoritarismo y un modo de resistir
Por Silvina Rodríguez
“Los campos de concentración y exterminio de los regímenes autoritarios sirven de laboratorios en los que se pone a prueba la creencia fundamental del totalitarismo de que todo es posible.”
“La dominación total que aspira a organizar la pluralidad y la diferenciación infinitas de los seres humanos como si la humanidad fuese justamente un individuo sólo es posible si todas y cada una de las personas pudieran ser reducidas a una identidad nunca cambiante de reacciones. El problema es fabricar algo que no existe, es decir un tipo de especie humana que se parezca a otras especies animales cuya única ‘libertad’ consistiría en preservar la especie.”
Estas reflexiones de Hannah Arendt (Los orígenes del totalitarismo) me llevaron a tratar de ubicar el uso del lenguaje hecho por los nazis como una de las herramientas para la dominación total. Se trata de un lenguaje cosificado, sin equívocos, sin ninguna hiancia. Al respecto dice Viktor Klemperer: “El nazismo se introducía más bien en la sangre y en la carne de las masas a través de palabras aisladas, de expresiones, de formas sintácticas que imponían repitiéndolas millones de veces y que eran adoptadas de forma consciente o inconsciente (…) las palabras pueden actuar como dosis ínfima de arsénico, uno las traga sin darse cuenta, parecen no surtir efecto alguno, y al cabo de un tiempo se produce el efecto tóxico”.(La lengua del Tercer Reich). Era una lengua todopoderosa justamente por su pobreza. El todo como negación de lo más humano; la falta que nos habita.
El lenguaje no fue inocente frente a la barbarie. Theodor Adorno ejemplifica esto “…al recordar deportaciones y asesinatos en masa, a menudo se eligen expresiones atenuantes o descripciones eufemísticas, el discurso forma algo así como una cavidad alrededor de aquellos hechos. La expresión inocente de Kristall-Nacht (noche de los cristales rotos) que se ha impuesto para referirse al pogrom de noviembre de 1938 prueba esta inclinación”. (Ensayo sobre la propaganda fascista). El cínico epígrafe “El trabajo te libera” que rezaen la puerta del campo de concentración de Dachau -donde miles de personas trabajaron y vivieron de forma infrahumana, sometidas a todo tipo de vejaciones, hasta morir en las cámaras de gas- me exime de más comentarios.
La lengua es empleada para evitar cualquier reflexión, suprimir toda marca individual, abolir toda diferencia; el diferente debe ser eliminado.
Uno de sus slogans: “Tú no eres nada, tu pueblo lo es todo” es por demás elocuente, ningún atisbo de subjetividad será permitido, para que solo exista la masa.
“…el totalitarismo se soporta o se sostiene en la ruptura de las identificaciones que hacen posible el lazo social. La hipótesis es que el movimiento totalitario elimina la posibilidad de un lazo donde el otro en tanto humano y hablante tenga lugar”, nos dice Marta Nardi, en su presentación El terror en el lazo social. Esta ruptura ha permitido muchos genocidios a lo largo y a lo ancho del planeta.
Nuestro discurso apuesta al no-todo, para que algo sea posible. Dando lugar a la singularidad de la causa, a aquello que nos hace únicos para desde allí enlazarnos con otros.
Dice Norberto Ferreyra en “El decir y la voz”: “…en una dictadura, en un discurso asesino, se busca sembrar la desesperanza, nada sirve para nada porque no hay ninguna relación posible, ningún salto que se pueda hacer entre las palabras y las cosas, es la desesperanza misma”. (…) y ubica nuestra práctica como un lugar donde, “El silencio del analista es la oportunidad para alojar algún decir, no para acallar al otro.”
En la actualidad el neoliberalismo intenta convertirnos de manera brutal en individuos funcionales a la maquinaria productiva o en excluidos desechables, quienes por eso mismo se vuelven sospechosos a segregar o a eliminar. El recurso a la masificación va tomando nuevas formas.
Continúa N Ferreyra en su texto: “Existe un deseo de matar, sí, pero este deseo de matar al otro es un efecto del rechazo directo de la dit-mension de la castración” (…) “El odio se real-iza cuando alguien logra hacer del otro un objeto”.(…) “Teniendo en cuenta que la eliminación del otro es una de las primeras marcas del deseo, abstenerse de matarlo es una de las mayores apuestas del psicoanálisis.”
Sostener y transmitir el discurso del psicoanálisis es nuestro modo de resistir.
Sigamos apostando al por-venir.
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