Por Patricia Martínez

Mark Fisher (Reino Unido 1968-2017) es un escritor y crítico inglés.

En la contratapa del libro aparece el comentario elogioso de Slavoj Zizek:
“Vamos al grano: ¡el libro de Fisher es simplemente el mejor diagnóstico del dilema que tenemos! A través de ejemplos de la vida diaria y la cultura popular, pero sin sacrificar rigor teórico, nos provee un despiadado retrato de nuestra miseria ideológica. Aunque está escrito desde una postura radicalmente izquierdista, Fisher no ofrece soluciones fáciles. Realismo capitalista es un llamado a un paciente trabajo teórico y político”.

El libro desarrolla un concepto, el de realismo capitalista y transforma en pregunta lo que fuera una afirmación de Margaret Thatcher, que ella usó como slogan para defender el estado de cosas que genera el capitalismo” No hay alternativa”, situando así al liberalismo económico, el libre comercio y la desregulación del mercado como el mejor y único modo para organizar las sociedades modernas.

El primer capítulo tiene un titulo sugestivo: “Es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo” frase atribuida tanto a Fredric Jameson como a Slavoj Zizek.

El David de Miguel Ángel, el Guernica de Picasso y el cerdo inflable de Pink Floyd, iconos de un tiempo que ya fue en las imágenes de la película Children of men y la pregunta del protagonista: “¿qué van a  importar todas estas cosas si pronto nadie podrá verlas?”. La particularidad de la película evocada es que pinta un mundo en el que el espacio público ha sido abandonado.  Dice el autor: “los neoliberales, realistas capitalistas por excelencia, han celebrado la destrucción del espacio público” y contrariamente a lo que proponen como su programa político, no podemos sentir un repliegue del estado,…. solo una reorientación hacia dos de sus dimensiones básicas, la policial y la militar”

La distopia de Children of men plantea un estado de la civilización en el cual la peste de la infertilidad deja al mundo sin porvenir. Está infertilidad el autor la lee metafóricamente en términos culturales concluyendo que la pregunta que nos sugiere el film es: “cuánto tiempo puede sobrevivir una cultura sin el aporte de lo nuevo? ¿Qué ocurre cuando los jóvenes ya no son capaces de producir sorpresas?

El realismo capitalista, no sin ironía evocando al realismo socialista, nos salva de las ideologías, de las vanas esperanzas, de las seducciones de cualquier fanatismo, ¿populismo? “se nos dice que bajar nuestras expectativas es un precio relativamente bajo que pagar para quedar protegidos del terror y del totalitarismo.”

Siguiendo a Badiou, el neoliberalismo se nos presenta como un estado de cosas brutal y desigual pero según los neo liberales, sin alternativas. Todo lo demás es o fue o sería horrible:

No vivimos en un estado de Bien Ideal, pero no vivimos en un estado de Mal Mortal.

Nuestra democracia puede no ser perfecta, pero es mejor que dictadura sangrienta.

El capitalismo puede ser injusto, pero es mejor que stalinismo criminal.

Millones de africanos mueren de sida, pero no permitimos el nacionalismo racista del estilo de Milosevic.

Matamos iraníes desde nuestros aviones, pero no le cortamos la garganta con un machete como en Ruanda, etc. etc, lamentables etcéteras.

¿Y entonces? El slogan de Thatcher: “No hay alternativa”, o estamos en la mejor alternativa.

El autor explica las razones por las cuales preferir el término de realismo capitalista al de posmodernidad.

Así comienza el libro, que tiene la virtud de formular preguntas,  preguntas que si bien son planteadas desde otro discurso y marco de reflexión nos conciernen.

En el capítulo 3: “El capitalismo y lo Real” podemos leer: “A mi entender, el realismo capitalista no puede limitarse al arte o al modo casi propagandístico en el que funciona la publicidad. Es algo más parecido a una atmósfera general que condiciona no solo la producción de cultura, sino también la regulación del trabajo y la educación, y que actúa como una barrera invisible que impide el pensamiento crítico y la acción genuinos”

Para pensar la realidad abreva en el pensamiento de Zizek y en lo que lee de lo Real Lacaniano,  “Para Lacan, lo Real es aquello que toda realidad debe suprimir; de hecho, la realidad se constituye a sí misma gracias a esta represión. Lo Real es una x impávida a cualquier intento de representación, un vacío traumático del que solo nos llegan atisbos a través de las fracturas e inconsistencias en el campo de la realidad aparente. De manera que una estrategia contra el realismo capitalista podría ser la invocación de lo Real que subyace a la realidad que el capitalismo nos presenta.”

Por ejemplo la catástrofe ambiental es un Real de este tipo que cuestiona la lógica capitalista del desarrollo y la acumulación.

Me interesa señalar y detenerme en una de las aporías del realismo capitalista que según el autor, todavía no han sido politizadas al mismo nivel que el desastre ambiental: la aporía de la salud mental que es según Fisher un caso ejemplar de la operatoria del realismo capitalista, que insiste en que la salud mental debe tratarse como un hecho natural tanto como el clima.

Cita un autor; Oliver James que en su libro The Selfish Capitalist, afirma de manera convincente  que existe una correlación entre las tasas crecientes de desorden mental y la variante neoliberal del capitalismo. Según Fisher ya no debemos tratar la cuestión de la enfermedad psicológica del stress y la ansiedad como un dominio individual de competencia privada, frente a la “enorme privatización de la enfermedad en los últimos treinta años debemos preguntarnos: ¿cómo se ha vuelto aceptable que tanta gente, y en especial tanta gente joven, esté enferma? La plaga de la enfermedad mental en las sociedades capitalistas sugiere que más que ser el único sistema social que funciona, el capitalismo es inherentemente disfuncional, y que el costo que pagamos para que parezca funcionar bien es en efecto alto”

Depresiones, falta de atención, aburrimiento, dislexia, hedonia depresiva, adicciones son parte del catalogo que señala Fisher, y más aún dice: “ser adolescente británico en la actual etapa del capitalismo tardío casi podría ser sinónimo de enfermedad”

Y algo que me interesa destacar: “Está patologización en sí misma ya ocluye toda posibilidad de politización. Al privatizar los problemas de la salud mental y tratarlos solo como si los causaran los desbarajustes químicos en la neurología del individuo o los conflictos de su contexto familiar, queda fuera de discusión cualquier esbozo sistémico de fundamentación social”

Más adelante dirá: “La reducción del trastorno mental como un problema químico o biológico individual posee ventajas enormes para el capitalismo.  En primer lugar, es una idea que refuerza el impulso del sistema hacia el sujeto aislado. (si estás enfermo es por tu química cerebral) En segundo lugar, es una noción que abre un mercado muy lucrativo para que las compañías farmacéuticas internacionales desplieguen sus productos” y más adelante concluye: “La tarea de repolitizar el ámbito de la salud mental es urgente…”

Ser realista significó en algún momento estar a tono con la realidad experimentada como algo sólido e inmóvil, y por supuesto atenerse a los hechos y no desdeñar las contradicciones. El autor va demostrando capítulo a capítulo que el neoliberalismo nos propone una realidad infinitamente plástica, capaz de reconfigurarse en cualquier momento. Es así como un empresario, ejemplo que da el autor, puede sostener hoy con total desparpajo una afirmación que contradice lo que dijo ayer, y está “plasticidad” es lo que se supone una buena gerencia.

Por último quiero compartir un párrafo que el autor toma de un trabajo de Wendy Brown-“Regulating Aversion, Princeton, Princeton University Press, 2008:

“¿Cómo puede una racionalidad que es explícitamente amoral tanto en el nivel de los fines como en el de los medios, la racionalidad neoliberal, intersectarse con otra racionalidad que es explícitamente moral y regulatoria, la de neoconservadurismo?

¿Cómo puede un proyecto que vacía al mundo de sentido, que abarata la vida y la desarraiga, un proyecto que explota abiertamente al deseo, intersectarse con otro proyecto centrado en los sentidos fijos y forzados, en la conservación de ciertas formas de vida, en la represión y la regulación del deseo? ¿Cómo puede un modelo de gobierno basado en la empresa y en la trama social del interés privado formar maridaje con un modelo de gobierno basado en la autoridad de la Iglesia, en la trama social del sacrificio personal y la fidelidad entre padres e hijos, justamente la trama social que el capitalismo, una vez desencadenado, resulta capaz de destruir mejor que cualquier otra cosa?

Cómo es posible es algo que queda a responder, según la argumentación de la autora, neoconservadurismo y neoliberalismo actúan juntos para minar la esfera pública y la democracia, al producir un ciudadano que busca soluciones para sus problemas en las mercancías y no en los procesos políticos.

El libro no nos deja sin respuestas, y no vacila al decir que la respuesta es política y colectiva. No hay alternativa deja de ser una afirmación para transformarse en una pregunta.

La precarización del trabajo, la intensificación del consumo, la expansión de la burocracia y de los mecanismos de control social, la gerencialización de la política, la mercantilización de la educación y el aumento de los padecimientos mentales no son “naturales”, ni “errores honestos de un sistema que tiende al bien común”, sino dirá el autor dispositivos orientados a bloquear toda capacidad colectiva de transformación.