Sobre Vivir entre lenguas, de Sylvia Molloy. Por Marta Rodríguez
Es un texto accesible, de abordaje directo y fluido hacia el lector. Son capítulos cortos, de una brevedad sorprendente, unidos entre sí por historias y anécdotas que construyeron su vida, algunas con sus vínculos familiares, otras hacen a su trayectoria y recorrido con la literatura, también están incluidas una serie de frases de escritores citadas para su uso en diversos idiomas. Todo ocurre sobre el fondo de una interrogación sobre la lengua, en la que puntúa qué pasa cuando una lengua única se impone en una sociedad, cómo emerge un lugar de valoración y reconocimiento para el sujeto, sin embargo para hacer su síntesis comprensiva y asible comienza diciendo “simplifico, y digo soy trilingüe”…
A partir de ahí comienza un recorrido donde la pregunta sobre la lengua y sobre sí misma: quién soy, se entraman y entrelaza, ese entre esta hecho dice, en dos espacios y un vacío, y lo fundamenta como un recurso para ir de una lengua a la otra, “siempre se escribe desde una ausencia, la elección de un idioma automáticamente significa el afantasmamiento del otro pero no su desaparición”, inmediatamente cita para aclarar a Roa Bastos: “ese otro idioma en que el escritor no piensa, lo piensa a él”.
Ella explica: ser bilingüe es hablar sabiendo que lo que se dice está siendo dicho en otro lado, en muchos sitios o en cualquiera, considerando que “hay otras formas de decirlo”, esto que ocurre en la lengua lo define como “la conciencia de la inherente rareza de la comunicación”, y agrega que saber lo que se dice es ajeno, dado que “hablar implica insuficiencia y doblez”, lo constante es: hay otra forma de decirlo y nunca puede ser todo dicho.
…¿Podíamos pensar que en la ajenidad a la que se refiere surge el sujeto y los significantes que lo representan, sucede al hablar que el sujeto está.. Ahora cómo está, como sin querer queriendo, la autora define es “la otredad del lenguaje”
Habla de prestigiar una sola lengua, ilustra este fenómeno con un interesante comentario sobre el escritor Guillermo Hudson, nacido en Argentina, de padres norteamericanos, vivió enamorado de esta tierra treinta años, pero para ‘poder’ escribir emigró a Inglaterra…¿fue ceder al poderoso imperio, a la lengua materna, o mejor pensarlo como su lengua de poder?
Lo posible de hacer escritura ocurrió en ese otro país y lengua.
Molloy reside en Estados Unidos, y le llama la atención el orgullo de ese país por su multiculturalismo, pero su monolingüismo dice ella, les da una superioridad aparente, en el que se nota una indulgencia pueril casi burlona por las palabras que importa de ese multiculturalismo. Tomo la interrogación de la autora, la hago propia ¿desde una legua se piensa en un solo mundo? O para esa colectividad hay posibilidad de un solo mundo?
Se interroga “en qué lengua soy” cuando decide tomar la “lengua del recuerdo” y escribe en inglés el recuerdo de su padre. Esta lengua era sumamente valorada en el lazo familiar, había sido lengua de pertenencia y origen de la familia de él.
Como reconocimiento a su madre, imagen desvalorizada desde la familia de su padre, “devolverle algo de lo perdido”, aprende francés, dado que su madre, solo hablaba castellano a pesar de ser descendiente de franceses.
Se interna en esa lengua familiar peculiar, diálogos con su hermana donde se entienden mezclando; la lengua de la intimidad con palabras francesas, inglesas, argentinas y al decir esto las deformaciones que el criollo hizo con las palabras extranjeras.
La autora bordea la exterioridad de la lengua, eso extraño rechazado, ese interior ajeno y propio.
Es un texto de traza sencilla y de fácil lectura, pero como en un cofre cuando se abre, invita a una serie de interrogantes que atrapan, sobre la lengua y sus efectos, y un más allá, de lo que se puede enunciar, que determina un saber no sabido que se porta por vivir en un lenguaje.
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