Un documental siempre muestra, da a ver y es inevitablemente provocador de afectos varios e impredecibles.
Lo más interesante es que provee de un testimonio y como tal algo pasa al espectador y oyente.
Nos cuenta de la realidad de los campos de exterminio, “barcos fantasmas”, donde todos están muertos sin saberlo, pues la función sujeto ya ha sido arrasada previamente, quitadas sus pertenencias, sus afectos y sus nombres. Destinados al anonimato, deambulan como los muertos vivos del cine actual.
Allí se trata del “mundo del revés”, donde un coche fúnebre traslada pan y ropa sucia de los supuestos vivos; ya un designio.
Como nos recuerda Primo Levi[1], es bueno sospechar de los profetas.
En este caso se trata de Murmelstein, uno de los sabios judíos sobreviviente, que en su testimonio se auto titula “prisionero voluntario para amortiguar golpes y contar la historia”.
Un personaje tragicómico, caricatura y marioneta que instrumenta sus propias cuerdas.
Pero sin pretender un juicio, que en todo caso queda al espectador-lector, él nos da un testimonio del mal organizado con su burocracia pertinente propia de una economía de mercado que sabe cómo reciclar ataúdes y aprovechar la ciencia para matar.
En una frase “un maletín en la escalera” nos coloca frente a la oficina ambulante que legaliza ordenadamente el terror.
Murmelstein se autodefine como un Sancho Panza pragmático, calculador y utilitario; y no es más que un hombrecito gris de la burocracia que no escapa al extravío de un héroe moderno, al decir de Lacan, cuyas supuestas hazañas sólo ponen de manifiesto la cuarteadora de su bronce.
Murmelstein, tal vez sobrevivió, pero ya no tuvo patria ni tierra. En su relato se afianza en una máscara, no sin temor a convertirse en piedra por mirar atrás.
Pero en su testimonio logra pasar la mentira orquestada por los nazis, los iniciadores del fin político de la mentira en el mundo moderno, como nos lo acerca Alexander Koyré.
El operativo hitleriano, con el invento de un enemigo común, logró la unificación de toda Europa, lo que explica su complicidad.
Así la mentira organizada, pues se negaron los campos y los muertos, orquestó un exterminio sin medida[2].
Ese horror no pasará en vano, si logra tener la belleza de despertarnos y observar la actualidad del fraude descarado del mundo actual.
Salir de la idiocia, que nos torna insensibles, y desenmascarar la mentira moderna, que disfrazada de justicia y de igualdad, es sólo una pantalla de la segregación y el exterminio.
[1] Trabajo de Alicia Hartman “Más allá de la miseria común”.
[2] J.C.Milner “Las pendientes criminales de la Europa democrática”
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