LUZ LEMOS LEYÓ: Invocaciones – Dionisos, Moisés, San Pablo y Freud, Allain Didier-Weill, Nueva Visión, Buenos Aires, 1999. 142 páginas.

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Invocar: (del latín invocar/e), demandar ayuda mediante una súplica vehemente.

El autor nos introduce con un título que no deja de abrirnos pregunta, vamos recorriendo una pluma que nos convoca al resurgimiento del deseo en su invocación. Luego de este recorrido, Didier Weill efectúa algunas consideraciones respecto de la música en cuanto a posibles abordajes terapéuticos en patologías más allá de la neurosis.

Buscando ahondar en su aporte conceptual respecto de la pulsión invocante, vamos a partir del desarrollo lacaniano cuando suma las pulsiones escópica e invocante a los objetos de la pulsión de Freud, nuestro autor retoma el desafío; distingue la Demanda de la pulsión invocante, destacando: “la invocación es un movimiento que sustrae al sujeto de esa dependencia

(Significante) en tanto no está en el presente, pero se sitúa en un futuro posible desde el que lo llama como pura posibilidad”; va a desplegar la pulsión invocante en un ritmo pulsional de cuatro tiempos.

Se nos presenta esta pregunta: Cuando el parlante está arrinconado ante la Demanda en su mandato sordo, allí el ritmo de la pulsión, bordea la dimensión de lo Real al modo de la tragedia? de ser así nos resulta pensable, (precisamente porque hay un agujero en la necesidad), que en sesión se transita un tempo, una escansión que también abre lugar a la posibilidad de palabra.

Nos resulta orientador para seguir el recorrido de Weill, pensarlo en consonancia a la formalización hegeliana, cuando define el Tiempo en un devenir, señalando un antes y un después, el tiempo en la conceptualización de Hegel implica el movimiento y el cambio. La lectura nos remite en cuanto a su estructura lógica al modo de las categorías hegelianas de Tiempo y Espacio, esta imbricación pulsional que realiza el autor, nos resulta cercana a las consideraciones del filósofo en relación al deseo por advenir como temporalidad en el espacio.

Es más, para situar como sucede el transcurrir del tiempo en la existencia Hegel nos remite a Julio Cesar soñando el imperio antes de cruzar el Rubicón, así es como articula el transcurrir del tiempo en un ritmo que transita: Porvenir, pasado, presente.

Retomando nuestro autor abordamos la “solución” Freudiana desde esta cita: “Lacan sostiene que el Otro está agujereado y es inconsciente -…. – se aparta de toda resignación planteando que precisamente porque hay un agujero en la necesidad significante, el hombre dispone del poder increíble de probar que no está solo: en el punto en el que el logos falta y deja al yo (moi) radicalmente solo, el sujeto del inconsciente puede demostrar, precisamente, que no está ni ausente ni solo; puede articular un Significante que por una parte le da existencia y por la otra tiene el poder paradójico de invocar una alteridad, no la que ya no está ahí, sino la que todavía no está”. (P.106, Didier Weill obra citada).

Freud nos trae el relato del sueño de “la inyección de Irma”, en un momento en que no encuentra entre sus colegas, los otros tres Doctores, quiénes acepten la “solución freudiana”, entonces en sus escritos convoca a la transferencia al psicoanálisis, transferencia al sentido de los sueños, va a decir en el relato de su sueño el significante: “TRIMETILAMINA”.

Al encontrarse ante ese real que es la boca abierta de Irma, sobrelleva la angustia ante ese Real al sostenerse en su deseo, retomando las conversaciones con su amigo Fliess (carta del 12-6-1900)* y se afirma en su Invocación diciendo la palabra: “trimetilamina”, se trata de un Significante que trasciende el significado y al precipitar la caída del sentido, opera un movimiento: Allí Freud no está solo, ahí apuesta a un deseo particular, ahí sucede la marca del inicio de su alejamiento de la Medicina y la invención del método de la interpretación onírica, (carta a Fliess del 24-7-1895), llegando a establecer el sentido de los sueños: “Una vez llevada a cabo la interpretación completa de un sueño, se nos revela este como una realización de deseos”, trae a la existencia el Discurso del Psicoanálisis, otro discurso que, al iniciarse nos convoca a nosotros, psicoanalistas que aún no estábamos ahí.